Un sevillano haciéndose pasar por vasco es algo grotesco |
Los topicazos más burdos tienen peligro de incurrir en injusticias, pero resultan la mar de divertidos. Es el caso de
la reciente y exitosísima Ocho apellidos vascos, dirigida por Emilio Martínez-Lázaro (El otro
lado de la cama) y escrita por los guipuzcoanos Diego San José y Borja Cobeaga
(Vaya semanita, de la ETB).
Fui a ver anoche esta producción de Telecinco que ha logrado situarse el pasado fin de semana en el ranking de las 15 películas más vistas del mundo, recibiendo exaltados elogios de diversos personajes del cine y la cultura. Solo puedo decir que casi me descuajeringo de las carcajadas, si bien reconozco que su humor está basado en unos cuantos clichés de brocha gorda sobre el pueblo vasco que entiendo perfectamente que puedan ser ofensivos.
El argumento lo sabéis casi todos. Es una comedia de enredo sobre las peripecias de Rafa, un joven del sevillano barrio de Santa Cruz, que decide viajar a las Vascongadas para enamorar a Amaia, una abertzale que ha conocido fugazmente en su ciudad. A su llegada al pueblo de la muchacha (el municipio ficticio de Argoitia), una serie de malentendidos le obligan a hacerse pasar, durante una semana, por vasco de pura cepa para engañar al padre de ella, un nacionalista exacerbado. Tal situación da lugar a toda clase de mordaces sketchs sobre las costumbres, la vestimenta, la alimentación y el carácter de los oriundos de esta bella región española, sin olvidar el vascuence y el activismo abertzale, que también son objeto de burlas varias.
El cuadro resulta de lo más hilarante (sobre todo para un vallisoletano), pero en mi opinión se ofrece un retrato demasiado amable de los andaluces en contraste con la caricatura inmisericorde que se hace de los vascos (y no solo de los nacionalistas), a los que se pinta como brutos, extremistas en todo, racistas, tragaldabas, horteras, borrachines y con nulo sentido del humor, entre otras lindezas.
Salí del cine sospechando que era difícil que Ocho apellidos vascos triunfara en Bilbao o en San Sebastián, pero mirando Internet acabo de enterarme de que ha tenido una acogida fantástica en las salas de estas ciudades. Miles de guipuzcoanos, vizcaínos y alaveses han coincidido en que es una peli genial, nada política, que rompe tabúes, ayuda a desdramatizar los conflictos y favorece una autocrítica muy necesaria para “reírse un poco de sí mismos”, lo que confirma la nobleza de los vascos, por los que yo siento un cariño especial.
Sin embargo, como cabía esperar, a los separatistas la cinta les ha sentado como una noche en el cuartel de Intxaurrondo. El diario antiespañol y antivasco Gara la ha acusado de franquista, de estar infestada de “costumbrismo español” y de que "los personajes vascos no están interpretados por vascos".
También me he hecho una preguntilla capciosa sobre el humor de Ocho apellidos: ¿Qué habría sucedido si en vez de hacerse una peli con estos chistes sobre los vascos llega a estrenarse otra pitorreándose de los rasgos sociales, culturales y lingüísticos de los andaluces? ¿Le habría hecho tanta gracia a la gente o se habrían producido las manidas protestas acomplejadas de los políticos de turno por semejante agravio a la comunidad andaluza al poner en entredicho su laboriosidad y hacer escarnio de su "dialecto"? Y ya si el choteo fuera sobre los catalanes y sus bolsillos sellados a cal y canto, apaga y vámonos. Parece que muchos están dispuestos a celebrar cualquier estocada al pueblo vasco, al que identifican injustamente con la ETA y sus aledaños, pero son muy susceptibles con las generalizaciones sobre otras regiones.
Fui a ver anoche esta producción de Telecinco que ha logrado situarse el pasado fin de semana en el ranking de las 15 películas más vistas del mundo, recibiendo exaltados elogios de diversos personajes del cine y la cultura. Solo puedo decir que casi me descuajeringo de las carcajadas, si bien reconozco que su humor está basado en unos cuantos clichés de brocha gorda sobre el pueblo vasco que entiendo perfectamente que puedan ser ofensivos.
El argumento lo sabéis casi todos. Es una comedia de enredo sobre las peripecias de Rafa, un joven del sevillano barrio de Santa Cruz, que decide viajar a las Vascongadas para enamorar a Amaia, una abertzale que ha conocido fugazmente en su ciudad. A su llegada al pueblo de la muchacha (el municipio ficticio de Argoitia), una serie de malentendidos le obligan a hacerse pasar, durante una semana, por vasco de pura cepa para engañar al padre de ella, un nacionalista exacerbado. Tal situación da lugar a toda clase de mordaces sketchs sobre las costumbres, la vestimenta, la alimentación y el carácter de los oriundos de esta bella región española, sin olvidar el vascuence y el activismo abertzale, que también son objeto de burlas varias.
El cuadro resulta de lo más hilarante (sobre todo para un vallisoletano), pero en mi opinión se ofrece un retrato demasiado amable de los andaluces en contraste con la caricatura inmisericorde que se hace de los vascos (y no solo de los nacionalistas), a los que se pinta como brutos, extremistas en todo, racistas, tragaldabas, horteras, borrachines y con nulo sentido del humor, entre otras lindezas.
Salí del cine sospechando que era difícil que Ocho apellidos vascos triunfara en Bilbao o en San Sebastián, pero mirando Internet acabo de enterarme de que ha tenido una acogida fantástica en las salas de estas ciudades. Miles de guipuzcoanos, vizcaínos y alaveses han coincidido en que es una peli genial, nada política, que rompe tabúes, ayuda a desdramatizar los conflictos y favorece una autocrítica muy necesaria para “reírse un poco de sí mismos”, lo que confirma la nobleza de los vascos, por los que yo siento un cariño especial.
Sin embargo, como cabía esperar, a los separatistas la cinta les ha sentado como una noche en el cuartel de Intxaurrondo. El diario antiespañol y antivasco Gara la ha acusado de franquista, de estar infestada de “costumbrismo español” y de que "los personajes vascos no están interpretados por vascos".
También me he hecho una preguntilla capciosa sobre el humor de Ocho apellidos: ¿Qué habría sucedido si en vez de hacerse una peli con estos chistes sobre los vascos llega a estrenarse otra pitorreándose de los rasgos sociales, culturales y lingüísticos de los andaluces? ¿Le habría hecho tanta gracia a la gente o se habrían producido las manidas protestas acomplejadas de los políticos de turno por semejante agravio a la comunidad andaluza al poner en entredicho su laboriosidad y hacer escarnio de su "dialecto"? Y ya si el choteo fuera sobre los catalanes y sus bolsillos sellados a cal y canto, apaga y vámonos. Parece que muchos están dispuestos a celebrar cualquier estocada al pueblo vasco, al que identifican injustamente con la ETA y sus aledaños, pero son muy susceptibles con las generalizaciones sobre otras regiones.