Una tonta mañana de julio de esas en las que uno no sabe a qué dedicar sus vacaciones de estudiante, encendí la televisión y coincidí con el comienzo de uno de esos largometrajes clásicos, en blanco y negro, que siempre han atraído a los nostálgicos de tiempos no vividos: Capitanes intrépidos.
Basada en el relato homónimo que Rudyard Kipling firmara cuatro décadas atrás, la película de 1.937 fue dirigida por Víctor Fleming, autor, entre otras, de Lo que el viento se llevó o El mago de Oz.
Harvey, malcriado, corrupto y déspota pero inteligente, es un huérfano de madre -libre adaptación de Fleming del título original- apenas atendido por su padre, un rico e influyente hombre de negocios que, aunque le quiere, intenta compensar su falta de atención consintiéndole cualquier capricho. Alarmado por el cariz que toman las constantes faltas de disciplina de su hijo, decide llevárselo de viaje a Londres, momento en el que Harvey cae al agua y es rescatado por Manuel -Spencer Tracy-, marinero de Madeira embarcado en la goleta bacaladera We're Here de Gloucester. Harvey se verá obligado a pasar varios meses a bordo, trabajando como grumete y sometido a una vida de durezas y privaciones; y firmemente custodiado por Manuel, que se convertirá en su mejor amigo y maestro, vivirá una transformación radical, encontrando lo mejor de sí mismo.
La película, magistralmente ambientada, además de contar con una de las bandas sonoras más famosas de la historia, obra del judío Franz Waxman, está repleta de escenas inolvidables como la que se muestra al final y otras muchas: Harvey, convertido en verdadero hombre, sacándose en carne viva los anzuelos de un brazo o, llorando ante un altar. Y, ante todo, es una lección totalmente actual que nos enseña que la dureza, la disciplina, el cariño y la verdadera atención son capaces de extraer lo mejor del alma de un joven, en una época en que los padres han dejado la educación de sus algodonados hijos en manos de la Nintendo y de la puñetera LOGSE; en una época en la que ya no se hacen películas así.
Basada en el relato homónimo que Rudyard Kipling firmara cuatro décadas atrás, la película de 1.937 fue dirigida por Víctor Fleming, autor, entre otras, de Lo que el viento se llevó o El mago de Oz.
Harvey, malcriado, corrupto y déspota pero inteligente, es un huérfano de madre -libre adaptación de Fleming del título original- apenas atendido por su padre, un rico e influyente hombre de negocios que, aunque le quiere, intenta compensar su falta de atención consintiéndole cualquier capricho. Alarmado por el cariz que toman las constantes faltas de disciplina de su hijo, decide llevárselo de viaje a Londres, momento en el que Harvey cae al agua y es rescatado por Manuel -Spencer Tracy-, marinero de Madeira embarcado en la goleta bacaladera We're Here de Gloucester. Harvey se verá obligado a pasar varios meses a bordo, trabajando como grumete y sometido a una vida de durezas y privaciones; y firmemente custodiado por Manuel, que se convertirá en su mejor amigo y maestro, vivirá una transformación radical, encontrando lo mejor de sí mismo.
La película, magistralmente ambientada, además de contar con una de las bandas sonoras más famosas de la historia, obra del judío Franz Waxman, está repleta de escenas inolvidables como la que se muestra al final y otras muchas: Harvey, convertido en verdadero hombre, sacándose en carne viva los anzuelos de un brazo o, llorando ante un altar. Y, ante todo, es una lección totalmente actual que nos enseña que la dureza, la disciplina, el cariño y la verdadera atención son capaces de extraer lo mejor del alma de un joven, en una época en que los padres han dejado la educación de sus algodonados hijos en manos de la Nintendo y de la puñetera LOGSE; en una época en la que ya no se hacen películas así.
8 comentarios:
Probablemente, esa misma mañana de verano de Julio a la que haces referencia la ví yo.
"Ay mi pescadito no llores ya más...."
Y no olvidemos que en la goleta no había tele y era necesario trabajar para comer. Pues sí, somos nostálgicos de valores…
Tiene buena pinta.
Parece mentira con lo que me gusta el cine y creo que no la he visto, al menos que yo recuerde. Me la apunto para próximas proyecciones en las siempre entrañables Salas Emule y para comentar después aquí mis impresiones.
Una películla maravillosa, del corte de "Todos los hermanos eran valientes" con Robert Taylor y Stewart Granger.
Saludos.
Hijo esos coñazos en blanco y negro no hay quien se los trague.
Gran película , también tengo un blog dedicado al mundo del cine , una de mis grandes aficiones , por cierto , he mirado las tuyas y veo que coincidimos en muchas , un saludo
para mi es la mejor pelicula de la historia del cine,con eso lo digo todo,su musica soberbia,la ambientacion excepcional,la historia una leccion de vida,pero sobre todo me quedo con el inicio ,cuando las olas rompen contra los titulos es que parece real y entonces no habia ordenadores,la he visto mas de 50 veces seguramente y mi opinion no varia es sin duda la mejor pelicula de a historia.
Publicar un comentario