El otro día, brindando antes de
las vacaciones de Navidad, una compañera de trabajo, soltera de 43 años, me
confesó que le encantaría encontrar pareja. Me sorprendió tanta sinceridad en
una mujer y más tratando estos asuntos, pero lo que me apetecía comentar es la
frase tópica que añadió después: “Lo que pasa es que eso no se busca; eso
surge, ¿no crees?”.
Pues no, no creo. No creo que esas cosas surjan, así por generación espontánea, si no hay una cierta predisposición, una actitud activa, no sé si de búsqueda meticulosa, pero sí al menos de acercamiento consciente a personas del otro sexo con intención de encontrar a alguien que nos agrade y se complemente bien con nosotros.
Yo siempre lo he definido como “tener las antenas puestas”. Desde muy jovencito me he encontrado personas que, por diversos motivos (estar centradas en sus estudios o trabajo, haber sufrido una ruptura reciente, ser asexuales, no encontrarse en la fase adecuada de su vida, etc), tenían las antenas de ligar completamente desconectadas, y por mucho que les surgieran oportunidades, o incluso por muchos pretendientes que aparecieran, la cosa jamás cuajaba; no captaban las señales porque tenían en off el interruptor del cortejo. En estas condiciones es complicado que “surja” nada. Son los que tienen el cable de su antena bien extendido y sintonizado quienes encuentran a su media naranja y pueden iniciar una relación.
Pero estas afirmaciones merecen su matiz. Lo de las antenas puestas puede sonar a “estar de caza” o “a la que salte”, y no es eso. Tampoco descarto del todo que una persona desmotivada, sin interés, en principio, por encontrar pareja pueda cambiar de repente de actitud al conocer a alguien que le impacte de verdad. Solo digo que la expresión “eso surge”, amén de parecerme muy tonta, no me convence, pues en esto de las relaciones sentimentales creo hay que aplicarse el refrán de “a Dios rogando y con el mazo dando”. Tú puedes, en abstracto, desear encontrar al hombre o a la mujer de tu vida, pero si te quedas en casa encerrado los fines de semana, no alternas habitualmente con gente de tu edad, o cuando sales o te presentan a alguien, no te fijas, ni das conversación, ni intentas, de alguna manera, “venderte”, ofrecer lo mejor de ti mismo o buscar la complicidad con quien te atrae, pues lo llevas crudo. Si no te arreglas un poco, si no tienes iniciativa, si no te esfuerzas por parecer agradable, si no eres hasta un poquito audaz, lo más seguro es que te quedes a dos velas. Eso es a lo que me refiero con lo de las antenas sintonizadas.
Pienso, desde luego, que encontrar pareja es una tarea activa, por muy feo que suene. Una vez otra amiga a la que le expuse esta teoría me contestó que claro, que era verdad que los que intentaban ligar todo el tiempo, al final “pillaban” algo, pero que no se trataba de estar con alguien por estar, de tener novio por tenerlo, y que una elección adecuada requiere tiempo, serenidad y una actitud reflexiva que no le parecía compatible con andar por ahí con las antenas desplegadas hasta el tope y atento a todas las emisiones, aunque tuvieran interferencias. Yo respondí que estaba de acuerdo y que nuestras posturas, se expresaran como se expresaran, no me parecían tan opuestas, pero que, en cualquier caso, tan peligroso es quedarse con el primero que te sonríe como mirar a todos con un microscopio y no conformarse nunca con nada, con unos u otros pretextos.
Si algo tengo claro como el agua es que quien se propone vivir en pareja lo termina consiguiendo antes o después (salvo casos muy excepcionales y por razones que saltan a la vista de todos); que el nivel de exigencia no guarda relación con estar o no antenizado; y que hoy por hoy tienen parecidas posibilidades de fracasar una relación iniciada al buen tuntún, por casualidad o al calor de la pasión que otra muy bien meditada y cimentada en muchos años de responsable noviazgo.
Pues no, no creo. No creo que esas cosas surjan, así por generación espontánea, si no hay una cierta predisposición, una actitud activa, no sé si de búsqueda meticulosa, pero sí al menos de acercamiento consciente a personas del otro sexo con intención de encontrar a alguien que nos agrade y se complemente bien con nosotros.
Yo siempre lo he definido como “tener las antenas puestas”. Desde muy jovencito me he encontrado personas que, por diversos motivos (estar centradas en sus estudios o trabajo, haber sufrido una ruptura reciente, ser asexuales, no encontrarse en la fase adecuada de su vida, etc), tenían las antenas de ligar completamente desconectadas, y por mucho que les surgieran oportunidades, o incluso por muchos pretendientes que aparecieran, la cosa jamás cuajaba; no captaban las señales porque tenían en off el interruptor del cortejo. En estas condiciones es complicado que “surja” nada. Son los que tienen el cable de su antena bien extendido y sintonizado quienes encuentran a su media naranja y pueden iniciar una relación.
Pero estas afirmaciones merecen su matiz. Lo de las antenas puestas puede sonar a “estar de caza” o “a la que salte”, y no es eso. Tampoco descarto del todo que una persona desmotivada, sin interés, en principio, por encontrar pareja pueda cambiar de repente de actitud al conocer a alguien que le impacte de verdad. Solo digo que la expresión “eso surge”, amén de parecerme muy tonta, no me convence, pues en esto de las relaciones sentimentales creo hay que aplicarse el refrán de “a Dios rogando y con el mazo dando”. Tú puedes, en abstracto, desear encontrar al hombre o a la mujer de tu vida, pero si te quedas en casa encerrado los fines de semana, no alternas habitualmente con gente de tu edad, o cuando sales o te presentan a alguien, no te fijas, ni das conversación, ni intentas, de alguna manera, “venderte”, ofrecer lo mejor de ti mismo o buscar la complicidad con quien te atrae, pues lo llevas crudo. Si no te arreglas un poco, si no tienes iniciativa, si no te esfuerzas por parecer agradable, si no eres hasta un poquito audaz, lo más seguro es que te quedes a dos velas. Eso es a lo que me refiero con lo de las antenas sintonizadas.
Pienso, desde luego, que encontrar pareja es una tarea activa, por muy feo que suene. Una vez otra amiga a la que le expuse esta teoría me contestó que claro, que era verdad que los que intentaban ligar todo el tiempo, al final “pillaban” algo, pero que no se trataba de estar con alguien por estar, de tener novio por tenerlo, y que una elección adecuada requiere tiempo, serenidad y una actitud reflexiva que no le parecía compatible con andar por ahí con las antenas desplegadas hasta el tope y atento a todas las emisiones, aunque tuvieran interferencias. Yo respondí que estaba de acuerdo y que nuestras posturas, se expresaran como se expresaran, no me parecían tan opuestas, pero que, en cualquier caso, tan peligroso es quedarse con el primero que te sonríe como mirar a todos con un microscopio y no conformarse nunca con nada, con unos u otros pretextos.
Si algo tengo claro como el agua es que quien se propone vivir en pareja lo termina consiguiendo antes o después (salvo casos muy excepcionales y por razones que saltan a la vista de todos); que el nivel de exigencia no guarda relación con estar o no antenizado; y que hoy por hoy tienen parecidas posibilidades de fracasar una relación iniciada al buen tuntún, por casualidad o al calor de la pasión que otra muy bien meditada y cimentada en muchos años de responsable noviazgo.