A veces me pregunto cómo diablos terminamos desempeñando un trabajo que nada tiene que ver con nuestras aptitudes y mucho menos con nuestros gustos en vez de otros que se ajustarían perfectamente a nuestros intereses y a nuestras capacidades.
No soy demasiado idealista con esto de los curros. Muchas veces tienes que apechugar con un determinado puesto porque no te queda otra, porque en su día elegiste mal la carrera, porque no te vas a pasar estudiando toda la vida, o porque, por mil motivos, tienes prisa por conseguir una estabilidad económica. Vamos, que eso de la vocación es demasiado romántico, o al menos yo lo veo así.
Creo que la mayor parte de las veces nos toca desempeñar una profesión más o menos coñazo y tenemos que tirar de nuestro tiempo libre para dar rienda suelta a nuestra creatividad, a nuestros hobbies, a nuestros sueños, en definitiva. Y es una pena porque estoy convencido de que aquél que tiene un trabajo que le apasiona y le ayuda a desarrollar sus potencialidades, no sólo llegará a ser el tío más feliz del mundo, sino que encima será casi siempre el mejor en lo suyo. Por el contrario, el mundo laboral está lleno de incompetentes por culpa de la desmotivación, de la frustración y de las pocas ganas de hacer todos los días algo que se aborrece.
Mi vocación es el periodismo. Bueno, no sé si el periodismo, pero sí al menos el sector de la comunicación escrita, que siempre me ha apasionado. Desde niño he tenido mucha afición por escribir y en cuanto pude comencé a colaborar con las diferentes revistas y publicaciones de los ambientes en que me movía: Facultad, asociaciones y otros mundillos.
Nunca he perdido la costumbre de escribir diariamente. Cuando era un chavalín hacía un diario; luego me dio por los relatos e incluso hubo un tiempo muy lejano en que me aficioné a escribir poesía. La gente me decía que era buen poeta, pero como en el fondo siempre me pareció una mariconada o un simple truco para ligar, terminé abandonando, aunque conservo la manía de componer coplas sarcásticas –muy celebradas- en las cenas de amigos.
Desde hace unos años mi trabajo me obliga a redactar todos los días folios y folios, lo que me ha dado mucha soltura, aunque, a cambio, haya muerto mi naturalidad por culpa del engolado lenguaje jurídico-administrativo. Para compensar, hace poco se me ocurrió que escribir en un blog lo que me saliera del alma podía ser divertido y ayudarme a desconectar de la rutina.
Mi gran sueño sería trabajar en un periódico o una revista escribiendo reportajes llenos de pasión, de chispa y de frescura. A veces incluso se me ha pasado por la cabeza ponerme a estudiar periodismo, pero ese tren ya pasó y creo que ni me queda tiempo ni ganas de correr tras él. Además, tampoco me quejo de mi actual trabajo, aunque no hay color.
De todas formas, yo antes daba por sentado que los trenes que nos rebasan son ya imposibles de alcanzar, pero he conocido algún caso increíble que me ha enseñado lo contrario. Un buen amigo estudió mi carrera y tras muchos años deshojando la margarita triste de las mil y una salidas que nuestros estudios prometen pero no siempre garantizan, decidió hace poco cambiar radicalmente de tercio siguiendo los impulsos de su más íntima vocación. Lo que al principio parecía una locura tardía fue cogiendo forma poco a poco, a base de reciclaje de conocimientos, nueva titulación y paciencia de hierro, hasta llegar hasta las mismas puertas de sus sueños, a las que ahora está llamando y que se le abrirán en breve como recompensa a su valentía y a su tesón.
No soy demasiado idealista con esto de los curros. Muchas veces tienes que apechugar con un determinado puesto porque no te queda otra, porque en su día elegiste mal la carrera, porque no te vas a pasar estudiando toda la vida, o porque, por mil motivos, tienes prisa por conseguir una estabilidad económica. Vamos, que eso de la vocación es demasiado romántico, o al menos yo lo veo así.
Creo que la mayor parte de las veces nos toca desempeñar una profesión más o menos coñazo y tenemos que tirar de nuestro tiempo libre para dar rienda suelta a nuestra creatividad, a nuestros hobbies, a nuestros sueños, en definitiva. Y es una pena porque estoy convencido de que aquél que tiene un trabajo que le apasiona y le ayuda a desarrollar sus potencialidades, no sólo llegará a ser el tío más feliz del mundo, sino que encima será casi siempre el mejor en lo suyo. Por el contrario, el mundo laboral está lleno de incompetentes por culpa de la desmotivación, de la frustración y de las pocas ganas de hacer todos los días algo que se aborrece.
Mi vocación es el periodismo. Bueno, no sé si el periodismo, pero sí al menos el sector de la comunicación escrita, que siempre me ha apasionado. Desde niño he tenido mucha afición por escribir y en cuanto pude comencé a colaborar con las diferentes revistas y publicaciones de los ambientes en que me movía: Facultad, asociaciones y otros mundillos.
Nunca he perdido la costumbre de escribir diariamente. Cuando era un chavalín hacía un diario; luego me dio por los relatos e incluso hubo un tiempo muy lejano en que me aficioné a escribir poesía. La gente me decía que era buen poeta, pero como en el fondo siempre me pareció una mariconada o un simple truco para ligar, terminé abandonando, aunque conservo la manía de componer coplas sarcásticas –muy celebradas- en las cenas de amigos.
Desde hace unos años mi trabajo me obliga a redactar todos los días folios y folios, lo que me ha dado mucha soltura, aunque, a cambio, haya muerto mi naturalidad por culpa del engolado lenguaje jurídico-administrativo. Para compensar, hace poco se me ocurrió que escribir en un blog lo que me saliera del alma podía ser divertido y ayudarme a desconectar de la rutina.
Mi gran sueño sería trabajar en un periódico o una revista escribiendo reportajes llenos de pasión, de chispa y de frescura. A veces incluso se me ha pasado por la cabeza ponerme a estudiar periodismo, pero ese tren ya pasó y creo que ni me queda tiempo ni ganas de correr tras él. Además, tampoco me quejo de mi actual trabajo, aunque no hay color.
De todas formas, yo antes daba por sentado que los trenes que nos rebasan son ya imposibles de alcanzar, pero he conocido algún caso increíble que me ha enseñado lo contrario. Un buen amigo estudió mi carrera y tras muchos años deshojando la margarita triste de las mil y una salidas que nuestros estudios prometen pero no siempre garantizan, decidió hace poco cambiar radicalmente de tercio siguiendo los impulsos de su más íntima vocación. Lo que al principio parecía una locura tardía fue cogiendo forma poco a poco, a base de reciclaje de conocimientos, nueva titulación y paciencia de hierro, hasta llegar hasta las mismas puertas de sus sueños, a las que ahora está llamando y que se le abrirán en breve como recompensa a su valentía y a su tesón.
14 comentarios:
Yo no creo en la vocación, yo estoy estudiando LADE y no empecé por vocación, sino por las salidas que tiene, además no conozco a nadie que la esté haciendo por vocación.
Ocurre que la gente no está motivada, no estudia e incluso la deja a mitad.
Yo me propuse empezarla y acabarla y es eso lo que me motiva, además intento juntarme con gente que estudia, que también eso me motiva.
Sé también que no hay ningún trabajo relacionado con mi carrera que me apasione, pero es que tampoco veo nada que me apasione, así que tendré que ir motivándome igual que lo hago ahora. Y no me va mal.
Creo que como te pongas a pensar que hay cosas que te gustan mas que lo que haces te deprimes. Para eso está el tiempo libre, así lo valoras más.
Con esto no digo tampoco que no haya vocaciones, que seguro que sí, pero al menos yo no sé cual es la mía, y la mayoría de la gente tampoco conoce la suya.
Pero vamos, Al Neri, que si tu tienes claro lo que te gusta, si se te presenta alguna oportunidad aprovéchala. (Siempre que no sea una locura)
Besos
Completamente deacuerdo con Aprendiz. Con el trabajo hay que ser prácticos, que no esta la cosa para elegir.
Pues nada aprovecho y cuento mis frustraciones profesionales. Yo quería ser militar pero, después de una intensa preparación, me informaron que era imposible porque tengo la columna torcida y soy miope (bueno, entonces era imposible, hoy según creo me habrían recibido encantados). Luego decidí que quería ser ingeniero aeronáutico, mi padre (ingeniero) me lo quitó convincente y pacientemente de la cabeza: "Eres nulo para las matemáticas y no sabes cambiar una bombilla". Entre él y mi confesor hicieron campaña para que estudiara Derecho, yo en plan rebelde me negué. Con el tiempo me he dado cuenta del error: el Derecho es lo mío, soy un hacha para los contratos y no hay nada que me "ponga" más que redactarlos. En el momento de entregar las solicitudes me decidí sin mucho convencimiento por Económicas. Decidí que quería ser agente de bolsa y nadie me lo iba a impedir. Después de mucho esfuerzo lo conseguí, trabajé como un burro y me lo pasé de cine, viajé por todo el mundo y conocí a gente importantísima. Un poco antes de volverme loco (literal), lo dejé.
Con el tiempo me he dado cuenta: a mi lo que me gusta de verdad es hacer muchas cosas distintas a la vez y que no tenga nada que ver una con otra. Es lo que hago ahora y estoy encantado. Mi vocación es aprender. La "asignatura" es lo de menos, aprender. Eso es lo mío.
El portero de mi bloque a sus 59 años ha empezado a estudiar inglés en la Escuela Oficial de Idiomas. ¿Para qué?. Para aprender. No deja de darme el coñazo con que empiece Derecho de una vez. Ese hombre es mi inspiración.
Gracias por dejar que me desahogara y perdón por la tabarra
Al, con tu criterio (te lo digo por experiencia), es muy dificil sobrevivir en los medios de comunicación. No somos políticamente correctos, incomodamos.
Merece la pena buscar el lado satistactorio de lo que tenemos y complementar (como hace Embajador) con otras dedicaciones, servicios y proyectos que nos gusten especialmente, que aporten a los demás... y nunca cerrarse a aprender. Pensar que uno ya sabe bastante, es lo que Ortega llama "la obliteración del alma" que necesariamente repercute en la alegría y la ilusión.
Pensándolo un poco sobre el tema, yo lo veo así:
* De todas las posibles capacidades, una persona tiene un subconjunto de ellas.
* De todos los posibles gustos respecto al trabajo, una persona posee un subconjunto de ellos.
* De todos los posibles trabajos, una persona tiene un subconjunto de ellos (normalmente uno o bien el conjunto vacío, algo por desgracia cada vez más habitual hoy en día).
Si calculamos la intersección de los tres subconjuntos, pueden ocurrir dos cosas:
a) Que el resultado sea el conjunto vacío: en cuyo caso o bien el sujeto no tiene trabajo, o bien no le satisface, o bien no lo desempeña bien, lo que hará que no sea feliz con su trabajo (salvo que sea funcionario, claro está), o no se realice como persona como se decía antiguamente.
b) Que el resultado sea un conjunto no vacío: en cuyo caso -mucho menos probable, evidentemente- el trabajo le llenará y será feliz con él.
Aun así, muchas veces también ocurre que muchas profesiones se ven bonitas cuando se ven desde fuera, o como hobby. Como ejemplo -desde el desconocimiento- pongo el del periodismo que proponía Al Neri. Parece muy bonito eso de escribir artículos, columnas, editoriales, ... Pero seguramente, como todo trabajo, tenga muchas partes ingratas, como trasnochar, llegar al cierre tengas o no noticia o columna, jefes, subordinados, horarios, ... Cosas que sólo se ven cuando se está dentro.
Yo creo que la vocación es importante, lo que ocurre muchas veces es lo que ya se ha señalado en otros comentarios, que desde fuera parece todo muy bonito, pero luego...
Personalmente yo lo que ahora voy buscando, es que el trabajo, me de cierta calidad de vida, no me refiero al plano económico, que con no demasiado dinero a mí me basta, sino al tiempo que me permite el trabajo para disfrutar de tiempo libre. Mi ideal es conseguir un trabajo a jornada continua y de 35 horas a la semana, eso me haría plenamente feliz, el problema es que para eso hay que hacerse funcionario y dependiendo de dónde.
Respecto a los trabajos vocacionales, si realmente se tiene una vocación clara, y predomina el desarrollo de esa vocación sobre otros parámetros, como el dinero, la seguridad laboral, la residencia, la familia o el prestigio social, siempre es posible reconducir tu carrera profesional hacia donde quieras, el único problema es el esfuerzo que eso conlleva y las cosas a las que se tiene que renunciar, pero si realmente se considera que vale la pena...pues merecerá la pena intentarlo.
Hace poco se jubiló mi médico de cabecera. Aparte de buen médico, no podía ser más agradable y mejor persona. Se notaba mucho que le apasionaba su profesión y tuvimos suerte de tenerle como médico.
No quiero decir que no puedas hacer un buen trabajo, en algo que te guste medianamente y con un poco de esfuerzo, pero cuando hay auténtica vocación por algo, se nota en el resultado del trabajo.
Yo de momento me conformo con apasionarme con lo que me gusta de mi trabajo, y hacer bien lo que no me gusta de el. Lo del talento ya es otra cosa ;)
Ayer me las apañé para perder por dos veces mis comentarios sobre este asunto, signo de que habéis sido buenos y Dios ha querido ahorraros mis peroratas. Plegándome a tal designio divino, resumo:
- A la explicación de veneficus añadiría el subconjunto entorno (principalmente las relaciones personales) que hacen que un mismo trabajo guste a un individuo en un centro y no en otro, aun siendo las mismas funciones
- Hay gente que, sin ser necesariamente vaga, encuentra "peros" a cualquier trabajo. La felicidad laboral (como la felicidad en general) a menudo se debe más a una actitud mental que a un ajuste ideal del currito con las funciones a realizar.
- Y de regalo, dos OFF-TOPIC:
1- señalé, en el post del Che que la reseña de la wikipedia sobre José Antonio era muy corta. Probablemente interesé saber a alguien de este foro que hoy, 20-N, han ampliado sustanciosamente la entrada (no me extrañaría que el autor estuviera por La Pluma). Ahora es demasiado
larga ;-)
2- Si a alguien le interesa pagar los 69 euros por el gps alios que venden en "El Mundo", yo le doy los cupones y la cartilla, pues a mi curro llegan cientos de ejemplares gratuitos a diario (decídanse antes del 23, que es cuando deben reservarlo y escríbanme al email ignatus arroba mixmail.com). No tengo muy claro que merezca la pena, pero si les interesa...
Saludos
Tal vez cuando uno es más joven si que tiene la ilusión de que en futuro te puedas decantar por lo que más te gusta,pero conforme te vas sumergiendo en la vorágine laboral,por lo menos en mi caso,lo que se busca es la estabilidad económica principalmente a traves de un trabajo fijo que solo la da a día hoy la administración.Una vez conseguido eso,siempre hablo en mi caso,me permite sufragar mis aficiones en los ratos libres,aunque como soy bastante autocrítico,hay veces que pienso que no podría ganarme la vida con una actividad relacionada con mis gustos perssonales y que tal vez el trabajo que hago y que no me interesa es para lo que sirvo.Pero en todo caso aunque mi actividad laboral no me interese la intento hacer lo mejor posible,yo creo que mejor que otra gente a la que también interesándole poco lo hace mal.Pongo siempre el mismo ejemplo,es como si uno que es conductor de autobuses no le gustase ese trabajo pero sin embargo lo hace lo mejor posible,no pegando frenazos ni atropellando a la gente y facilitando a las viejecitas que puedan subir bien a su vehículo sin tirarlas al suelo.Pero bueno lo primero es el dinero asegurarse el futuro para poder permitirse el lujo de atender a las cosas que más gustan.
Casualmente mi vocación también era la de periodista, pero tal y como están las cosas, creo que lo habría pasado muy mal teniendo que aguantar las presiones para escribir lo que al dueño del medio le conviniese.
También creo que en ciertas profesiones (la de médico es el más claro ejemplo), la vocación es imprescindible.
Yo creo que pocas personas tienen una verdadera vocación a la que quieran dedicar su vida.
La mayoría de las veces son actividades que te pueden atraer o gustar más o menos hacer, y que por eso normalmente se quedan más en hobbies que en trabajo.
En mi opinión, al final en lo que terminamos trabajando es más bien el resultado de ciertas elecciones
que se nos van presentando a lo largo de la vida. Y esas elecciones vienen condicionadas por nuestras capacidades, nuestros gustos y por supuesto por las circunstancias del entorno o las personales del momento en que hay que tomarlas. A veces elegimos bien y a veces mal, y eso puede implicar que perdamos alguno de nuestros trenes pero... ¡así es la vida!
Eso sí, si realmente hay vocación por algo, adelante, creo que nunca es tarde para intentarlo y subirse a ese tren!
Hola Al. Con sinceridad creo que uno antes de frustrarse ha de buscar soluciones prácticas para hacer lo que le guste aunque no sea su medio de ganarse el pan, en tu caso la iniciativa del Blog es de lo más inteligente y piensa que la libertad que te permites en él, jamás la tendrías si trabajaras en un periódico, ya que siempre la cuerda se tensaría a favor de la ideología que imperase en el lugar donde escribieses que puede que no fuese la tuya, y hacer lo que te gusta pero expresando cosas con las que no comulgas al fin y al cabo viene a ser más ó menos como no poder hacer lo que quieres en realidad. Ningún trabajo se ciñe relamente a lo que uno quiere, salvo que te montes en tu casa la empresa de tus sueños en la que mandes tú, tú te lo guises y te lo comas.
De todas formas no creo que ninguna carrera sea incompatible con el periodismo, ya he expresado varias veces a través de tu página que es un oficio y si no siempre recuerda que Rosa maría Mateo es Licenciada en Derecho ;-)
"Hay tres clases de zapateros. El que fabrica zapatos para ganar dinero, el que los elabora para llegar a ser famoso, y aquel que los hace para que se encuentren más a gusto los pies de sus clientes. Sólo a este último se le echa de menos después de muerto".
Miguel de Unamuno
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