"Los empresarios necesitan estabilidad política", dice el dueño de Freixenet |
Una estrategia esencial del
Gobierno de España en su contencioso con la Generalitat es alarmar sobre el
peligro de que el empresariado catalán huya a Madrid si se produce una
declaración unilateral de independencia. El mensaje del PP, del que se hacen
eco machaconamente todos los medios afines, es que el recrudecimiento de las
posiciones secesionistas y la consiguiente inestabilidad política y jurídica
acarrearían en la región una caída de la renta per cápita y de las
inversiones, una diáspora empresarial y un fuerte incremento de las cifras del
paro.
Para la ejecución de esta campaña Rajoy ha contado con varias bazas fuertes entre los industriales catalanes, destacando el presidente de Freixenet y de la Cámara de Comercio de España, José Luis Bonet; el responsable del Círculo de Empresarios Catalanes, Javier Vega de Seoane, y el presidente de la joven asociación Empresaris de Catalunya, Josep Bou. Todos ellos y algunos más han servido de palmeros más o menos dóciles de las consignas peperas y han llegado a convencer a una parte de la sociedad española de que son unos defensores acérrimos de unidad de España, algo muy alejado de la realidad.
Patronal y patriotismo son términos antagónicos por naturaleza, de modo que resulta demasiado ingenuo suponer que cuando estos señores declaran que “Cataluña es una parte esencial de España y debe seguir en esa línea” están haciendo una profesión de fe españolista. Lo único que quieren defender con este tipo de afirmaciones es su interés en que se mantenga el status quo y no se tambaleen los mercados ni se descalabren sus cuentas anuales por culpa de la marejada política. España y Cataluña les dan igual, y si mañana fuera una medida del gobierno español la que quebrara el equilibrio social alterando su reparto de dividendos, correrían a lamer el culo a los separatistas.
Y no seamos tan tontos. Si leemos los discursos completos de estos aprendices de judío, veremos rápidamente la cantidad de matices y titubeos en los que incurren para no arriesgar un solo céntimo. Por ejemplo, es cierto que el amo de la conocida productora de cava ha asegurado que su compañía es “catalana y española”, pero, como gran virtuoso en el arte de nadar y guardar la ropa, nunca se olvida de matizar que “en el caso de que hubiera independencia, Freixenet se adaptaría a la situación" (¡cómo no!), de lloriquear por el boicot a sus productos y de pedir a Rajoy y a Mas “que hablen por el bien de todos. En Cataluña decimos que hablando la gente se entiende”. Repugnante. Igual que Vega de Seoane, que se ha descolgado con una declaración pública contra la independencia de Cataluña, pero exigiendo a la vez “una revisión de la Constitución y del sistema de financiación autonómica”, es decir la independencia fiscal para que sanguijuelas como él puedan pillar cacho.
Para la ejecución de esta campaña Rajoy ha contado con varias bazas fuertes entre los industriales catalanes, destacando el presidente de Freixenet y de la Cámara de Comercio de España, José Luis Bonet; el responsable del Círculo de Empresarios Catalanes, Javier Vega de Seoane, y el presidente de la joven asociación Empresaris de Catalunya, Josep Bou. Todos ellos y algunos más han servido de palmeros más o menos dóciles de las consignas peperas y han llegado a convencer a una parte de la sociedad española de que son unos defensores acérrimos de unidad de España, algo muy alejado de la realidad.
Patronal y patriotismo son términos antagónicos por naturaleza, de modo que resulta demasiado ingenuo suponer que cuando estos señores declaran que “Cataluña es una parte esencial de España y debe seguir en esa línea” están haciendo una profesión de fe españolista. Lo único que quieren defender con este tipo de afirmaciones es su interés en que se mantenga el status quo y no se tambaleen los mercados ni se descalabren sus cuentas anuales por culpa de la marejada política. España y Cataluña les dan igual, y si mañana fuera una medida del gobierno español la que quebrara el equilibrio social alterando su reparto de dividendos, correrían a lamer el culo a los separatistas.
Y no seamos tan tontos. Si leemos los discursos completos de estos aprendices de judío, veremos rápidamente la cantidad de matices y titubeos en los que incurren para no arriesgar un solo céntimo. Por ejemplo, es cierto que el amo de la conocida productora de cava ha asegurado que su compañía es “catalana y española”, pero, como gran virtuoso en el arte de nadar y guardar la ropa, nunca se olvida de matizar que “en el caso de que hubiera independencia, Freixenet se adaptaría a la situación" (¡cómo no!), de lloriquear por el boicot a sus productos y de pedir a Rajoy y a Mas “que hablen por el bien de todos. En Cataluña decimos que hablando la gente se entiende”. Repugnante. Igual que Vega de Seoane, que se ha descolgado con una declaración pública contra la independencia de Cataluña, pero exigiendo a la vez “una revisión de la Constitución y del sistema de financiación autonómica”, es decir la independencia fiscal para que sanguijuelas como él puedan pillar cacho.
Los empresarios catalanes son expertos en nadar y guardar la ropa |
La patronal catalana ha
permanecido callada como una zorra durante décadas, contemplando impasible cómo
se pisoteaban los derechos de los millones de catalanes que se sentían españoles, deseosa
de que el ejecutivo autonómico apretara al Gobierno y rebañara beneficios para
ella, y cobarde y servil ante una Generalitat mafiosa dedicada a negar
permisos, mirar con lupa e imponer sanciones a todo empresario que osara
posicionarse en contra del nacionalismo. Solo cuando el órdago de Artur Mas,
combinado con la crisis financiera, ha revuelto más de lo deseable las aguas
del mercado, cuando se ha vislumbrado claramente el riesgo de caer de la zona
euro y cuando la CUP ha irrumpido en el Parlament con sus exigencias
antisistema, ha reaccionado el sanedrín de los caniveles reivindicando que
Cataluña no se independice, que todo siga igual que siempre, que no se lleven las
cosas demasiado lejos, que no se cometan ilegalidades y que se mantenga la estabilidad
que necesitan para que el dinero siga fluyendo hacia su saca sin contratiempos.
De españoles, poco, y de patriotas, menos.
De españoles, poco, y de patriotas, menos.
6 comentarios:
Neri, le acepto el artículo al 100% si usted también me acepta que se puede sustituir "empresarios catalanes" y expresiones equivalentes por "empresarios españoles con clientes en Cataluña". Todo lo demás puede quedar exactamente tal como está.
Se lo acepto sin dudar, aunque entiendo que ha querido decir "empresarios del resto de España con clientes en Cataluña". ¡Que le traiciona el subconsciente!
Insisto en que patronal y patriotismo... agua y aceite. En Cataluña y en Pernambuco.
Por cierto, Alco, díganos si merece la pena ir a ver Ocho apellidos catalanes, ande.
Se dice "en los bares" que el separatismo esta tocando techo. Si ahora no consiguen sus fines, les espera una claro y quizás definitivo declive. Una "valencianicación", entendida como un cierto interés por lengua y costumbres pero un alejamiento por hastío de todo nacionalismo. Y el debate separatista será sustituido por el debate derecha vs izquierda o cualquier otro.
Neri, touché, pero espero que no sea el subconsciente, a menos que tenga vida propia e independiente del consciente. Espero pillar su subconsciene en próximas entradas.
Con los 8 apellidos vascos me reí mucho, pero la nueva versión es bastante más de lo mismo. Ya no tiene el impacto de la novedad. Pero si quiere pasar un ratos divertido y reirse de catalanes, vascos y andaluces se lo pasará bien.
Fernando, me parece que por aqui va la cosa, pero siempre quedará una masa de resentidos que a ver quien y como se recuperan. Sobretodo en las comarcas del interior, en Barcelona y área metropolitana no tienen gran cosa que hacer.
Sí Alco, ya se detecta este bajon a nivel de calle por lo menos. Si queda una masa de resentidos quizá estos vuelvan al papel que tuvieron en años 80 y principios de los 90, en tiempos de Angel Colom y compañía. En aquel tiempo, eran fieles a su causa, pero ellos mismos la veían prácticamente imposible. Era más un "posicionamiento" sin aspiraciones reales.
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