Un último trimestre de año
complicado y distintos problemas y retos personales me han mantenido apartado
dos meses de La pluma viperina. Este blog demoledoramente sincero, que me ha causado
satisfacciones y contratiempos casi por igual durante más de ocho años, de
momento ha dejado de ser para mí una prioridad en mis ratos de asueto.
Estos meses no he escrito porque
no encontraba ni tiempo ni palabras, pero he pensado bastante en La pluma. Se me ha pasado por la cabeza
abandonar con una despedida a la altura de la bitácora, transformar su línea y
sus contenidos (convirtiéndola en una web de historia, o de crítica literaria y
cinematográfica, por ejemplo), reducir drásticamente su periodicidad o incluso
abrirla a otros colaboradores. Luego he pensado que ni el blog, ni sus lectores
ni yo nos merecemos nada de eso después de tantos años, y que, en realidad, me
apetece seguir escribiendo sobre mis dudas y mis cuitas, sobre mis ideas y mis
valores, y sobre todo lo que siempre me ha apasionado y siempre me apasionará.
Ahora mismo, y espero que la
situación cambie, no puedo garantizar una mínima continuidad. Me espera un año
complicado en el que aunque disponga de algún rato para escribir, no contaré
con las horas suficientes para investigar y profundizar en los temas con el
cariño habitual. El resultado, espero, será un blog que se actualice menos y
con posts más cortos y menos documentados, a modo de rápidas pinceladas sobre
mis puntos de vista. Este es el cambio de rumbo que tengo en mente, pero a saber.
Para terminar, quiero pedir disculpas por este parón sin explicaciones y dar las
gracias a los muchos amigos viperinos que se han interesado por el blog y por mí.
Ocho años de comunicación diaria han forjado un vínculo, un afecto y una
admiración mutuas que yo,
desgraciadamente, no he sabido valorar en su justa medida hasta que el blog ha
encallado.
Feliz año 2017 y un abrazo a
todos, amigos.