El conocido autor de bestsellers navideños Arturo Pérez-Reverte acaba de publicar un ensayo corto sobre la guerra civil española destinado al público de las nuevas generaciones, a una juventud ya desprovista de buena parte de los conocimientos y prejuicios de sus padres y abuelos sobre este espantoso conflicto que “causó miles de muertos, destruyó hogares, arruinó el país y llevó a mucha gente al exilio”. El loable objetivo de Reverte ha sido escribir una microhistoria de nuestra guerra, “de forma escueta, objetiva y rigurosa, sin clichés partidarios ni etiquetas fáciles”, dirigida a quienes no conocen del tema más que cuatro generalidades escuchadas de refilón o, en el mejor de los casos, leídas en los libros de texto.
Debo confesar que he leído La guerra civil contada a los jóvenes con la guardia muy alta y con los máximos recelos, dada la intensa antipatía que profeso hacia su autor. Y una vez terminada la lectura también debo admitir en justicia que mi opinión sobre el libro, sin llegar a ser entusiasta ni mucho menos, es bastante más favorable de lo que esperaba. Pero vayamos por partes.
Honestamente no me cabe otra que hacer numerosos elogios al ensayo. Se trata de un muy buen resumen que cumple de sobra su cometido de dar una visión de conjunto sobre la guerra civil a quien no sabe nada sobre ella. El texto está extraordinariamente bien escrito y sobre todo resulta muy claro. La selección de contenidos en general y la estructura en capítulos concisos y directos me han resultado muy atractivas. La mejor parte, sin duda, es el relato de las principales batallas, que recomiendo leer a todo el mundo, y en el que el periodista cartagenero demuestra una vez más que en el campo de la historia militar sabe moverse como pez en el agua. Finalmente, también son encomiables la presentación del volumen y las preciosas ilustraciones de Fernando Vicente, a pesar de algunos errores históricos sin importancia. Me ha gustado especialmente el anexo gráfico con dibujos de los oficiales, soldados y milicianos de las principales unidades de ambos bandos.
Agotado mi repertorio de alabanzas, paso a valorar, también con la máxima honestidad intelectual, si el libro cumple la promesa de ser “objetivo” y de no incurrir en “clichés partidarios ni etiquetas fáciles”. Hacer un diagnóstico sobre su neutralidad es bien sencillo. Basta con preguntarse si, una vez leído, puede adivinarse fácilmente con qué facción simpatiza Pérez-Reverte. Y la respuesta es que sí, que está al alcance de cualquiera con un mínimo de picardía acertar sus ideas tras leer el texto, aunque quizá no tanto –y ahí está el problema- para quienes se adentran por primera vez en esta materia, que son precisamente los destinatarios de la obra.
Don Arturo no es neutral y él lo sabe, pero tampoco cae en el sectarismo. Posiblemente el mayor o quizá el único defecto en el que incurra sea contar la guerra a los chavales desde la óptica y los parámetros políticos y culturales del siglo XXI, haciendo continuos e inoportunos contrastes entre los valores de los años treinta y los actuales, y lanzando, con pretendida sutileza, numerosos juicios morales. Es una pena que haya caído en esta tentación, pues el libro está muy bien planteado y podría haber sido, por fin, un referente de imparcialidad en la bibliografía sobre la guerra civil. Pero el resultado final es imperfecto porque no ayuda nada a los adolescentes y jóvenes de hoy a situarse en el contexto de 1936. El autor se limita, a grandes rasgos, a insinuarles que la Segunda República era buena porque sus fundamentos políticos eran más similares a los del régimen nacido en 1978 que los encarnados por el bando nacional. De hecho, al libro lo salva su gran brevedad y su carácter esquemático; con un 25% más de extensión, al autor se le habría visto el plumero desde la luna.
Con todo, el ensayo no es malintencionado y tiene la virtud de destacar repetidamente la valentía y la heroicidad que se vivió en ambos bandos, señalándose que “se dieron numerosos casos de infamia, pero también de dignidad” y que “mucha gente se mostró humanitaria y compasiva”. También se pretende la equidad al tratar los episodios represivos en ambas zonas, y se hace un esfuerzo por explicar de forma desapasionada los conceptos ideológicos y la doctrina de los distintos partidos y sindicatos, a cuyo efecto se incluye un anexo de definiciones que es rescatable en buena medida pese a haberse redactado a gruesos brochazos, no se sabe si para no liar al joven lector o para llevarle por el “camino recto”.
Me gustaría hacer muchas aclaraciones sobre algunos excesos del libro, pero voy a limitarme a comentar brevemente sus aspectos más tendenciosos y aquellos párrafos en los que se bordea la manipulación histórica. Para mayor claridad, los textos originales siempre los pongo en cursiva y entrecomillados.
- Se subraya el contraste entre la “república democrática, con representantes elegidos por el pueblo”, el “legítimo gobierno republicano”, y “los militares sublevados”, olvidando mencionar que la República “nació” de unas simples elecciones municipales y que su proclamación no pudo ser más ilegal e irregular.
- En el análisis de los antecedentes y causas de la contienda no se hace ni una raquítica alusión al golpe de estado que intentó dar el PSOE cuando las derechas ganaron las elecciones de 1934.
Debo confesar que he leído La guerra civil contada a los jóvenes con la guardia muy alta y con los máximos recelos, dada la intensa antipatía que profeso hacia su autor. Y una vez terminada la lectura también debo admitir en justicia que mi opinión sobre el libro, sin llegar a ser entusiasta ni mucho menos, es bastante más favorable de lo que esperaba. Pero vayamos por partes.
Honestamente no me cabe otra que hacer numerosos elogios al ensayo. Se trata de un muy buen resumen que cumple de sobra su cometido de dar una visión de conjunto sobre la guerra civil a quien no sabe nada sobre ella. El texto está extraordinariamente bien escrito y sobre todo resulta muy claro. La selección de contenidos en general y la estructura en capítulos concisos y directos me han resultado muy atractivas. La mejor parte, sin duda, es el relato de las principales batallas, que recomiendo leer a todo el mundo, y en el que el periodista cartagenero demuestra una vez más que en el campo de la historia militar sabe moverse como pez en el agua. Finalmente, también son encomiables la presentación del volumen y las preciosas ilustraciones de Fernando Vicente, a pesar de algunos errores históricos sin importancia. Me ha gustado especialmente el anexo gráfico con dibujos de los oficiales, soldados y milicianos de las principales unidades de ambos bandos.
Agotado mi repertorio de alabanzas, paso a valorar, también con la máxima honestidad intelectual, si el libro cumple la promesa de ser “objetivo” y de no incurrir en “clichés partidarios ni etiquetas fáciles”. Hacer un diagnóstico sobre su neutralidad es bien sencillo. Basta con preguntarse si, una vez leído, puede adivinarse fácilmente con qué facción simpatiza Pérez-Reverte. Y la respuesta es que sí, que está al alcance de cualquiera con un mínimo de picardía acertar sus ideas tras leer el texto, aunque quizá no tanto –y ahí está el problema- para quienes se adentran por primera vez en esta materia, que son precisamente los destinatarios de la obra.
Don Arturo no es neutral y él lo sabe, pero tampoco cae en el sectarismo. Posiblemente el mayor o quizá el único defecto en el que incurra sea contar la guerra a los chavales desde la óptica y los parámetros políticos y culturales del siglo XXI, haciendo continuos e inoportunos contrastes entre los valores de los años treinta y los actuales, y lanzando, con pretendida sutileza, numerosos juicios morales. Es una pena que haya caído en esta tentación, pues el libro está muy bien planteado y podría haber sido, por fin, un referente de imparcialidad en la bibliografía sobre la guerra civil. Pero el resultado final es imperfecto porque no ayuda nada a los adolescentes y jóvenes de hoy a situarse en el contexto de 1936. El autor se limita, a grandes rasgos, a insinuarles que la Segunda República era buena porque sus fundamentos políticos eran más similares a los del régimen nacido en 1978 que los encarnados por el bando nacional. De hecho, al libro lo salva su gran brevedad y su carácter esquemático; con un 25% más de extensión, al autor se le habría visto el plumero desde la luna.
Con todo, el ensayo no es malintencionado y tiene la virtud de destacar repetidamente la valentía y la heroicidad que se vivió en ambos bandos, señalándose que “se dieron numerosos casos de infamia, pero también de dignidad” y que “mucha gente se mostró humanitaria y compasiva”. También se pretende la equidad al tratar los episodios represivos en ambas zonas, y se hace un esfuerzo por explicar de forma desapasionada los conceptos ideológicos y la doctrina de los distintos partidos y sindicatos, a cuyo efecto se incluye un anexo de definiciones que es rescatable en buena medida pese a haberse redactado a gruesos brochazos, no se sabe si para no liar al joven lector o para llevarle por el “camino recto”.
Me gustaría hacer muchas aclaraciones sobre algunos excesos del libro, pero voy a limitarme a comentar brevemente sus aspectos más tendenciosos y aquellos párrafos en los que se bordea la manipulación histórica. Para mayor claridad, los textos originales siempre los pongo en cursiva y entrecomillados.
- Se subraya el contraste entre la “república democrática, con representantes elegidos por el pueblo”, el “legítimo gobierno republicano”, y “los militares sublevados”, olvidando mencionar que la República “nació” de unas simples elecciones municipales y que su proclamación no pudo ser más ilegal e irregular.
- En el análisis de los antecedentes y causas de la contienda no se hace ni una raquítica alusión al golpe de estado que intentó dar el PSOE cuando las derechas ganaron las elecciones de 1934.
- Se niega el carácter popular del Alzamiento del 18 de julio y no se menciona ni de pasada la importancia del factor religioso en el apoyo a la sublevación de amplios sectores de las clases humildes. “Aunque todo estaba un poco mezclado, pues la sociedad española era compleja, los obreros y campesinos se agrupaban mayoritariamente en organizaciones de izquierda, y la burguesía, los terratenientes y el ejército eran más próximos a las de derecha.”
- Hay algunas afirmaciones que parecen una burla a los lectores viniendo de un liberal como Reverte: “La tierra no era de quien la trabajaba, y las condiciones laborales en las fábricas eran a menudo injustas”. Me río por no llorar.
- Abundan los juicios de valor indisimulados al comparar las doctrinas políticas: “Algunos españoles miraban hacia el extranjero en busca de modelos políticos que aplicar como soluciones. Unos eran moderados y otros extremistas". Igualmente la definición de "fascismo" ("movimiento político que defendía un estado dictatorial") es bastante menos bucólica que la de "comunismo" ("movimiento político que busca la creación de una sociedad sin clases sociales en la que los medios de producción sean de todos los individuos").
- Parece olvidarse que en el Alzamiento participaron todas las organizaciones "de derechas" (salvo el PNV) y no solo las “más extremistas”. La CEDA de Gil-Robles (que don Arturo parece considerar moderada) contribuyó activamente a la preparación del 18 de julio. “Dispuestos a hacerse con el control de la situación, y una vez puestos de acuerdo con los movimientos más extremistas de derecha (…) , buena parte de los jefes y oficiales del ejército se sublevó contra la República”.
- No se menciona en ninguna parte que el gobierno de la Segunda República tras febrero del 36 se encontraba en manos de la extrema izquierda, tan antidemocrática o más que los alzados en julio.
- Se resaltan en exceso los detalles y las cifras del apoyo italiano y alemán a los nacionales, citándose muy someramente la intervención soviética: “La Rusia soviética también intervino activamente con consejeros y armamento.”
- Dice al hablar de la represión en ambas zonas: “La diferencia (…) era que, mientras en la zona gubernamental esta barbarie era, en buena parte, fruto del desorden y obra de elementos incontrolados, en la zona rebelde los asesinatos eran tolerados y hasta organizados por los mandos militares”. ¡Falso! En la zona roja también hubo multitud de ejecuciones organizadas por los mandos militares y por el gobierno “legítimo”, y en la zona nacional muchos de los crímenes también fueron “fruto del desorden y obra de elementos incontrolados”. De hecho, las autoridades militares prohibieron a las milicias (falangistas, carlistas) llevar a cabo fusilamientos sin autorización, y la máxima autoridad falangista hasta abril del 37, Manuel Hedilla, se desgañitó exigiendo moderación y prohibiendo los “paseos”. Todas estas advertencias fueron desoídas sistemáticamente, igual que sucedió con las que hizo el gobierno republicano en su zona.
- También sobre el tema de la represión se recurre a una absurda comparación de cifras. “Durante la Guerra Civil fueron asesinadas 180.000 personas fieles a la República, a veces por el simple hecho de estar afiliadas a un sindicato”. “La España republicana también conoció innumerables detenciones arbitrarias, torturas y asesinatos, que se calculan en unos 50.000.”. Existe una práctica unanimidad entre los historiadores en que si los izquierdistas provocaron menos víctimas que los nacionales es porque dominaron menos territorio y menos población.
- Se citan muchos más episodios represivos protagonizados por el bando nacional (Badajoz, carretera Málaga-Almería, Guernica, etc) que por los “republicanos” (solo Paracuellos).
- Se entra solo en los pormenores escabrosos que interesan. En un claro guiño a las feministas, se incluye un estúpido capítulo sobre la represión de las mujeres en la zona franquista, incidiendo en detalles anecdóticos como el rapado al cero y la ingesta de aceite de ricino. De las castraciones a sacerdotes y del corte de los pechos de las monjas no se dice ni pío. ¡O detallamos todo o no detallamos nada! “En la zona republicana los abusos a mujeres fueron más frecuentes”.
- “Todos los progresos sociales y políticos que las mujeres habían logrado con la República quedaron abolidos en la zona franquista. Allí, la imagen de la mujer activa, independiente y dueña de su propia vida se planteó como algo negativo, y fue sustituida por un modelo de mujer sumisa, esposa y madre, hogareña y religiosa.” Reverte debe de haber olvidado por error la labor de la Sección Femenina en favor de la promoción, la alfabetización y el aprendizaje de un oficio de millones de españolas de las que la República jamás se preocupó.
- Lo peor son los capítulos sobre la posguerra y el franquismo. Las valoraciones descaradas y las moralinas políticas abundan por doquier. “El régimen franquista era dictatorial y no aceptaba réplica ni debate de ideas” (¡el PCE y el PSOE en cambio eran el paradigma de las libertades!) "Durante varios años (…) , España vivió una represión despiadada y sistemática, con innumerables consejos de guerra, encarcelamientos y condenas a muerte.” (…) “En vez de optar por la clemencia y la reconciliación, el régimen franquista, convertido en una férrea dictadura que iba a durar cuarenta años, procuró aplastar cualquier resto de libertad y democracia.”. Que sí, don Arturo, que estaba España en el 39 como para clemencias y reconciliaciones. Sin un férreo control de los enemigos del nuevo régimen, hubiéramos tenido otra guerra en pocos años.
- Se dedica un capítulo a los maquis, a los que se define como “guerrilleros”, sin hacer mención alguna al número y al perfil de sus víctimas. “Pequeños grupos de combatientes se refugiaron en las montañas, donde todavía actuaron como guerrillas durante unos años”.
- Y para terminar, un buen toque de humor sobre la labor del Rey Don Juan Carlos, desvelándonos datos hasta ahora inéditos sobre sus iniciativas políticas: “A la muerte del dictador, España se convirtió en una monarquía parlamentaria por decisión personal del rey Juan Carlos”. (…) “Mediante el jefe de gobierno Adolfo Suárez, asesorado por sus preceptores y con el apoyo de todas las fuerzas políticas del momento, Juan Carlos I volvió a legalizar los partidos políticos, procuró la reconciliación nacional, liquidó el régimen franquista y devolvió a España la democracia.” ¡Bravo, bravo!
11 comentarios:
No he tenido todavía el tiempo suficiente para leer el libro pero la crítica que usted ha hecho me alienta a comenzarlo en cuanto pueda. Hay una cosa que usted dice que me parece muy interesante y que, desde luego, habría que tener siempre muy en cuenta a la hora de tener una percepción de la historia objetiva y veraz, y es que para entender lo que sucedió en el pasado hay que tener muy en cuenta los parámetros sociales y culturales de la época, y no hacer valoraciones en base a la sociedad y los valores actuales. Esto es como cuando decimos aquello de "si a los 18 hubiera sabido lo que sé ahora..." Evidentemente las personas evolucionamos con nuestro aprendizaje y con nuestra experiencia, a las sociedades les pasa lo mismo. A todos los niños hay que darles algún cachete de vez en cuando, y a los españoles, nos lo dio la guerra civil.
Por otro lado, aunque sabemos que Reverte no es Santo de su devoción, aquí le ha tratado, casi casi, como si usted fuera una hermanita de la caridad, así que bravo por el señor Reverte que ha conseguido escribir un ensayo histórico que no es del todo de su desagrado, y mire que es difícil...
Pues mi decepción ha sido morrocutuda. Tenía a don Arturo por un hombre que se afeita la lengua por las mañanas y muy bien informado, pero nasti de plasti (como suele decir él). No se le puede pedir imparcialidad porque nadie es imparcial, pero al menos se le puede pedir veracidad, honestidad y dignidad.
Tuve ocasión de hojear el libro y menos mal que no hice la idiotez de comprarlo y tirar casi 20 euracos del ala a la basura, no lo compré G. a D. El libro tiene escasas 100 páginas de las cuales la mitad son dibujitos por lo que con un tamaño de letra más pequeño se quedarían en 30. Un timo económico e intelectual.
No dice nada de la mayor persecución a cristianos desde el Imperio romano exceptuando la Revolución Rusa. Describe el bombardeo de Gernica, pero sin embargo no menciona nada del bombardeo de Cabra. De José Antonio Primo de Rivera apenas dice nada, ni de su asesinato, sí en cambio del asesinato de García Lorca. De Paracuellos no dice casi nada. Del oro que Negrín entregó a Stalin nada.
Más que un resumen parece una redacción de Primaria. Seguramente porque esté destinado no a jóvenes, sino a bebés o a niños de Primaria de nietos de rojos resentidos para no crear más resentidos desde que se inician a la lectura. No se lo recomiendo a nadie porque dice medias verdades tan resumidas que crean equívocos incluso a un niño de 4 años, induce a malinterpretaciones y a prejuicios. Un mal historiador no, lo siguiente. Nocivo incluso para niños de placenta. Se lo iba a comprar a mi hija, menos mal que lo hojeé.
Se agradece el análisis minucioso de un libro que seguramente llegará a América más temprano que tarde -si no ha llegado ya.
Y si puede aportar algo, unas apostillas desde ultramar:
-aquí puede leerse el mensaje de despedida de Eva Perón a los españoles, dado en Barcelona en 1947. No fue precisamente "neutral":
http://evita4.marianobayona.com/evabcn.htm
-imagino las presiones que habrá soportado Franco hasta el final cuando oigo "Qué dirá el Santo Padre"; ¡una chilena marxista (Violeta Parra) haciendo una canción dirigida a Paulo VI en apoyo de J. Grimau (el dirigente comunista condenado a muerte)!:
https://www.youtube.com/watch?v=gFkwnc8zLMo
-hace años tengo la "Historia de la guerra de España", de M. Bardeche y R. Brasillach, del cual me han hablado muy bien pero cuya lectura siempre postergué por un motivo u otro. Tal vez Neri o alguno de sus lectores puedan decirme algo sobre el libro.
-¿Y Pío Moa?. He leído algún opúsculo suyo y me pareció más que valioso.
Empecé a leerlo y no pude acabarlo, lo que veía no me parecía para nada imparcial y me producía nauseas. El medio libro leído, ha hecho que cambiara mi percepción de su autor. Habiéndole leído, como lo he hecho anteriormente, me da por pensar que su parcialidad no procede de su desinformación... con lo que su autor ha perdido para mi la credibilidad que tenía....
Pues bien, ya lo he leído, no tardé ni una hora... Quizá para un chaval de primaria puede estar bien para saber que en España hubo una guerra civil y poco más. Ha sido muy benevolente en su crítica señor Neri, se le ve el plumero a Reverte a lo lejos y sin usar catalejo ni nada. Me ha decepcionado bastante, sobre todo por su brevedad y su somera aproximación a los hechos. Lo único bueno del libro, las ilustraciones.
Creo que simplemente destaco aspectos positivos y negativos del libro. No se trata de benevolencia y, de hecho, al final, en la enumeración de citas, no le paso ni una.
Pero de verdad me parece que en los tiempos que vivimos este ensayo podía haber sido muchísimo peor. No me parece una obra sectaria ni malintencionada (quizá un poco en la parte dedicada a la postguerra), aunque insisto que su brevedad la salva mucho. Yo prefiero pensar que si se omiten muchas cosas (irregularidad del nacimiento de la República, golpe del 34 -pero también la sanjurjada-, chekas, postura de la jerarquía eclesiástica favorable a la República tras su proclamación, importancia de la religiosidad en las clases populares, etc) es por afán de síntesis y no para manipular. Si el libro hubiera tenido unas pocas páginas más, Reverte ya no tendría la coartada de la brevedad y se habría retratado del todo.
No hay que olvidar al enjuiciar el libro quién es Arturo Pérez-Reverte (¡no esperaríamos que fuera ecuánime con el franquismo!) y quiénes son los destinatarios. Es cierto que en mi crítica no he tenido en cuenta una cosa importante que subrayan varios de ustedes, y es que se trata de un texto dirigido quizá más al público infantil que al juvenil. Por eso creo que Reverte ha dado prioridad a la brevedad, a la sencillez de la estructura y a la claridad expositiva sobre otros aspectos que se deja en el tintero.
Pensemos también que es muy difícil cumplir el objetivo que se había marcado el autor. Escribir objetivamente sobre la guerra civil, aunque sean dos líneas, es muy complicado para cualquier español con sangre en las venas.
También -que conste- he hecho un ejercicio de autocontención. No puedo pretender que en un bestseller de 2015 para jóvenes sobre la guerra civil se escriban las cosas que yo escribiría. Hay que ser conscientes del panorama sociopolítico actual y quizá contentarse con que no se incurra en sectarismos perniciosos. Una cosa buena del libro es que el Alzamiento no se describe como un golpe de estado fascista contra las libertades ciudadanas, y que se explica la situación de desorden a la que se había llegado y a la que los militares querían poner fin. No está explicado como yo lo habría explicado, naturalmente, pero por esa regla de tres mejor no me leo ningún libro para ahorrarme disgustos, y tampoco es plan.
Buf, me ha dado demócrata.
Reverte cuida mucho las palabras pero aún así le traicionan su subconsciente y -como siempre- su deseo de vender.
Una de las cosas más divertidas del libro es cuando dice, hablando de las causas sociales de la guerra: "La tierra no era de quien la trabajaba". Pero vamos a ver, Reverte, majo, ¿es que tú has estado de acuerdo alguna vez en tu vida con que la tierra sea de quien la trabaja? Y en segundo lugar, la República jamás pretendió, ni por asomo, que la tierra fuera de quien la trabajara.
Tábano, Pío Moa es grande. Léase Los mitos de la guerra civil.
Aparte de lo que cuenten los libros... preguntando a personas mayores que vivieron los hechos directamente, las respuestas no variaron mucho:
"El desorden antes del conflicto era absolutamente insostenible. Parecía el fin del mundo".
"Si hubieran ganado "los otros", la posguerra hubiera sido mucho más cruel y arbitraria".
"Todos hicieron desmanes, pero los "rojos" es que se cargaban a todo quisqui, por poner cara de monaguillo, por cualquier chorrada".
Sr. Neri, como españolito que intenta comprender su país y sobre todo la incapacidad manifiesta que para el diálogo parece ser que heredamos, últimamente he rebuscado textos que me ayuden a comprender nuestro pasado, con mayor o menor éxito.
A título particular le recomiendo "La Guerra Civil en la Ciudad Universitaria", de Fernando Calvo González-Regueral; dada la bisoñez del autor y su pasión por documentar los textos tanto de forma escrita como fotográfica; creo que le gustaría.
Destaca sin duda la descripición de las veintitantas veces que fue destruida la Pasarela de la Muerte y sus consiguientes reconstrucciones; pues dicha Pasarela a través del río Manzanares era la única vía de acceso de las tropas nacionales al sitio de la Ciudad Universitaria.
Una reacción de la población de Madrid que me impresionó, es la descripción de cómo dicha población tomó de forma pacífica la Ciudad Universitaria antes de que se firmara oficialmente la rendición de la plaza; hartos de guerra, muerte, hambre y destrucción. Sobrecogedora descripción, sin duda.
...
En fin; dado lo complicado del tema, tan sólo apuntar que de todo lo que he leído; los textos que me han parecido más transmisores de la compleja realidad de aquellas fechas, han sido los de historiadores profesionales.
Y dado que ni uno de ellos carece lógicamente de sus tendencias y sus tinteros, hay un texto que debido a que está escrito por un variopinto conjunto de historiadores; da como resultado una obra que a mi parecer alcanza los objetivos que mi paisano Reverte; apenas si ha rozado.
Se trata de unos cuadernillos publicados por EL MUNDO y rubricados por una veintena de variados historiadores; que se divide en tres partes:
1 Así llegó España a la Guerra Civil. 1.931 1.936
2 La Sublevación julio 1.936, del 1 al 20 de dicho mes.
3 Los primeros días de la Guerra julio 1.936 del 21 al 31 de dicho mes.
Espero que alguna al menos de las dos recomendaciones caiga en sus manos, con el simple fin de conocer su opinión.
Aprovecho la ocasión para desearle un feliz Año Nuevo.
Los resúmenes, anecdotarios, ensayos breves ... pueden ser un buen instrumento para despertar la curiosidad de un lector perezoso o novel, que así buscará más datos y se empapará en la Historia. Sin embargo, pueden parecer simples para un lector informado, mas igual que yerra quien juzga un hecho pasado con ojos actuales, tampoco acierta juzgando unos apuntes con ojos de erudito.
¡Gracias por sus recomendaciones, Driver! Los cuadernillos de El Mundo los tiene mi padre, así que los leeré, a ver qué tal. A diferencia de usted, mi comprensión del conflicto se la debo, en gran parte, a historiadores aficionados, a periodistas de época, a testimonios personales e incluso a algunos novelistas..
Zorro, en parte me parece certera su crítica, pues yo también creo que he dedicado demasiado tiempo y espacio a un ensayín tan esquemático. Entre mi post y los comentarios casi hemos escrito más texto que el del libro. Sin embargo le diré que no he mirado esta obra con ojos de erudito, pues no soy ningún erudito sobre la guerra civil. Pérez-Reverte está -aunque no se le note- bastante más versado que yo en la materia. Sin embargo, si yo tuviera que hacer un resumen de idéntica extensión, el resultado habría sido distinto. Incluso en unos apuntes tan breves, Reverte mete bastante paja y entra en detalles impropios de una obra de estas características. Y por supuesto olvida aspectos fundamentales que ya he citado, entre ellos unas mínimas menciones al bienio negro y a la cuestión religiosa, sin los cuales es muy difícil comprender nada. Como tantas veces pasa con los ensayistas de historia, a veces importa más lo que se queda en el tintero que lo que se escribe.
Don Arturo, con estos apuntes, ha hecho un poco como algunos graciosos, que sueltan una pulla cruel a alguien y después se escudan en que era una broma. Pues igual. Este hombre escribe unos pocos parrafines sobre la guerra, y luego contesta a los que critican sus olvidos y sus juicios de valor diciendo que era un ensayo para chavales, un súper resumen, unas pinceladillas didácticas, y que no hay que buscarle tres pies al gato, o vienen algunos de sus defensores diciendo que yerra quien juzga unos apuntes con ojos de erudito. Yo no soy un erudito pero tampoco soy tonto, y creo que tengo derecho a advertir a los padres bienintencionados que quieran comprar el libro para sus hijos de que no es una obra tan objetiva como se pretende. Vamos, no me joda, Zorro, definir el fascismo como un sistema "dictatorial" y el comunismo como una doctrina para eliminar las clases sociales y hacer que los medios de producción sean de todos los individuos... ¡Hay que tener unos huevos como los del caballo del Cid!
Comparto con usted la comprensión del conflicto a través de testimonios personales, Sr. Neri.
Durante unos meses y por motivos familiares visité asiduamente una Residencia de Ancianos. Allí entablé conversación con un señor de noventa años que participó en la Guerra en la Sierra de Guadarrama, recién casado el hombre, de profesión agricultor.
No diré en qué bando, pues su testimonio creo que podría ser de ambos.
Me explicó que dormían de dos en dos, "abrazados como maricones"; pues era la forma más eficaz de sobrevivir al frío de la sierra madrileña; bajo una manta y acurrucados junto a un compañero de combate.
Me describió que tras levantarse formaban en fila, bajo los imponentes pinos de la sierra. "Una gran gilipoyez", en su directa opinión; pues se lo dejaban fácil a los francotiradores. Una vez formados se oía un disparo seco, que mandaba directamente al infierno a alguno de los combatientes. Mi interlocutor pensaba "cojonudo, no me ha tocado a mí" y continuaba con sus tareas.
Pero lo que de verdad me puso los pelos como escarpias fue la descripción de los permisos militares; toda una joya de la literatura oral. Transcribo literalmente.
"Muchacho, imagine. Recién casado y con unas ganas de hembra de aúpa. No sabíamos cuanto viviríamos, ni cual sería nuestra hora. Disfruté de dos permisos que pasé con mi mujer en la cama. Dos permisos, dos hijos. Tuvieron suerte y sobreviví".
...
Sí, Sr. Neri, el testimonio directo es una buena fuente.
Imposible que un hombre que roza los noventa mienta.
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