Este fin de semana, animado por un amigo que me contó que era impactante, he visto la película de Alfredo Montero La cueva (2014). Es un filme de terror con el formato, tan de moda, de grabación amateur (El proyecto de la Bruja de Blair, REC) sobre un grupo de cinco chavales que se extravía en una laberíntica caverna de la isla de Formentera.
Tal como comenté hace dos posts, este género cinematográfico ha sufrido una fuerte transformación en las últimas décadas y La cueva es uno de los mejores ejemplos. Las productoras saben que los fantasmas, los seres monstruosos o sobrenaturales, y los fenómenos paranormales chocan ya (salvo en el caso de Aprendiz) con el escepticismo del personal, así que recurren preferiblemente al pánico psicológico generado por situaciones que cualquiera de nosotros podría vivir. Bueno, cualquiera no, porque la conducta de los protagonistas de La cueva, adentrándose sin precaución alguna en una gruta enorme y llena de bifurcaciones, es propia de oligofrénicos, pero bueno.
La película no es ninguna maravilla pero tenía ganas de verla porque su planteamiento me recordaba al de mi cinta de miedo favorita, The Blair Witch Project, con la que en su día pasé un mal rato (de eso se trata, ¿no?). El rodaje en forma de falso documental, siempre que esté bien planteado, es un buen sistema para meter al espectador en la historia, pero tiene un inconveniente difícil de salvar, y es que resulta poco verosímil que un videoaficionado, por muy friki que sea, tenga el cuajo de seguir grabando en determinados trances truculentos o de gravísimo peligro, en los que lo más lógico es echar a correr y mandar la camarita a hacer puñetas. Los guionistas tratan de atenuar este handicap con continuas frases de los personajes racionalizando esta actitud irracional de rodar hasta cuando te están degollando. “Es importante filmarlo todo para dejar pistas por si alguien encuentra la grabación”, “grábalo todo, Manolo, que esto quede para la posteridad”, “grabemos cuanto más mejor por si esta experiencia puede servirle a alguien” y otros argumentos igual de banales se repiten de continuo en este tipo de películas para que no nos extrañe que el cámara siga inmortalizando su vivencia aunque un zombi le esté mordiendo los huevos.
Aunque no sé yo si dicha actitud es tan artificial, pues un familiar me ha recordado que cuando el Tsunami de Indonesia había sujetos con las olas ya encima que seguían filmando como subnormales.
La cueva no será, ya digo, la película de la década, pero al menos en mí ha cumplido su objetivo, pues me ha causado un agobio considerable. En algunos momentos me ha parecido poco creíble, pero su ambiente claustrofóbico, su crueldad y sus dosis bien cargaditas de angustia me han estresado bastante. Y dicen por ahí que estresar a un funcionario tiene mucho mérito…
Salvo en algunas partes del final, toda la grabación parece espontánea. El ritmo está muy bien dosificado y las imágenes aparentemente más duras en realidad no lo son tanto, pero Alfredo Montero demuestra su maestría apelando a nuestra imaginación más que mostrando escenas demasiado explícitas. Él sabe bien que la imaginación puede causar más espanto que la realidad.
Tal como comenté hace dos posts, este género cinematográfico ha sufrido una fuerte transformación en las últimas décadas y La cueva es uno de los mejores ejemplos. Las productoras saben que los fantasmas, los seres monstruosos o sobrenaturales, y los fenómenos paranormales chocan ya (salvo en el caso de Aprendiz) con el escepticismo del personal, así que recurren preferiblemente al pánico psicológico generado por situaciones que cualquiera de nosotros podría vivir. Bueno, cualquiera no, porque la conducta de los protagonistas de La cueva, adentrándose sin precaución alguna en una gruta enorme y llena de bifurcaciones, es propia de oligofrénicos, pero bueno.
La película no es ninguna maravilla pero tenía ganas de verla porque su planteamiento me recordaba al de mi cinta de miedo favorita, The Blair Witch Project, con la que en su día pasé un mal rato (de eso se trata, ¿no?). El rodaje en forma de falso documental, siempre que esté bien planteado, es un buen sistema para meter al espectador en la historia, pero tiene un inconveniente difícil de salvar, y es que resulta poco verosímil que un videoaficionado, por muy friki que sea, tenga el cuajo de seguir grabando en determinados trances truculentos o de gravísimo peligro, en los que lo más lógico es echar a correr y mandar la camarita a hacer puñetas. Los guionistas tratan de atenuar este handicap con continuas frases de los personajes racionalizando esta actitud irracional de rodar hasta cuando te están degollando. “Es importante filmarlo todo para dejar pistas por si alguien encuentra la grabación”, “grábalo todo, Manolo, que esto quede para la posteridad”, “grabemos cuanto más mejor por si esta experiencia puede servirle a alguien” y otros argumentos igual de banales se repiten de continuo en este tipo de películas para que no nos extrañe que el cámara siga inmortalizando su vivencia aunque un zombi le esté mordiendo los huevos.
Aunque no sé yo si dicha actitud es tan artificial, pues un familiar me ha recordado que cuando el Tsunami de Indonesia había sujetos con las olas ya encima que seguían filmando como subnormales.
La cueva no será, ya digo, la película de la década, pero al menos en mí ha cumplido su objetivo, pues me ha causado un agobio considerable. En algunos momentos me ha parecido poco creíble, pero su ambiente claustrofóbico, su crueldad y sus dosis bien cargaditas de angustia me han estresado bastante. Y dicen por ahí que estresar a un funcionario tiene mucho mérito…
Salvo en algunas partes del final, toda la grabación parece espontánea. El ritmo está muy bien dosificado y las imágenes aparentemente más duras en realidad no lo son tanto, pero Alfredo Montero demuestra su maestría apelando a nuestra imaginación más que mostrando escenas demasiado explícitas. Él sabe bien que la imaginación puede causar más espanto que la realidad.
3 comentarios:
Pues yo no pienso verla, oiga. Y estoy muy de acuerdo con Aprendiz: para qué sufrir gratuita e innecesariamente cuando (y en eso tampoco estoy de acuerdo con Ud.) la realidad* supera siempre con creces, la ficción.
*Que con tanto MDPV en la calle nunca se sabe. "A mi vecino Pepe" le mordió un zombi de esos en la yugular; no sabe como corría... por no haber tenido la puerta cerrada; que existir existen que yo los he visto ;)
Que tengáis un gran día, a menos que tengáis otros planes :)
¿No le interesan los clásicos del horror, Neri?.
Vea este erudito análisis sobre uno de esos filmes, que nos recuerda por qué vale la pena volver a ellos:
http://videotecareduco.blogspot.com.ar/2011/11/critica-psicosis.html
Aprendiz, lleva usted razón, pero es que somos así de gilipollas.
Tábano, es que Psicosis es un peliculón, que además aborda uno de los temas que más terror debería causarnos: una madre posesiva.
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