Hay una frase que repiten muy a menudo, como una coletilla, las personas que acostumbran a cometer muchos errores: “equivocarse es humano”, “todo el mundo se equivoca” o “¿tú no te equivocas nunca?”.
Y tienen razón, porque no hay nada más humano que errar. Lo que pasa es que lo dicen como si todo el mundo metiera la pata con parecida frecuencia cuando lo cierto es que los fallos en el trabajo o en la vida se reparten de forma muy poco equitativa, y si cogiéramos una empresa o un colectivo cualquiera que desempeñe una determinada tarea, comprobaríamos como el 90% de los errores son cometidos por el 5% de las personas.
Es una estadística similar a la de los accidentes de trabajo: la mayoría de los accidentes laborales los sufren siempre los mismos, una pequeña minoría.
Lo jodido además es que si a ese 5% de señores les encomendáramos una tarea totalmente distinta, incluso si les diéramos a elegir cuál prefieren desempeñar, seguirían armándolas como Amancio y lastrando la organización con su exceso de equivocaciones.
Es una estadística similar a la de los accidentes de trabajo: la mayoría de los accidentes laborales los sufren siempre los mismos, una pequeña minoría.
Lo jodido además es que si a ese 5% de señores les encomendáramos una tarea totalmente distinta, incluso si les diéramos a elegir cuál prefieren desempeñar, seguirían armándolas como Amancio y lastrando la organización con su exceso de equivocaciones.
Todo esto queda fatal decirlo tan a las claras pero es una verdad como un templo.
¿Qué hacemos con los inútiles o con los torpes crónicos?, ¿qué hacemos con ese 5% de tipos que urden el 90% de las cagadas?, ¿les decimos que mejor se queden en su silla quietos y sin tocar nada o les echamos a la puta calle, o nos resignamos a que todo el mundo tiene que comer y no queda otra que trabajar con ellos?
¿Qué hacemos con los inútiles o con los torpes crónicos?, ¿qué hacemos con ese 5% de tipos que urden el 90% de las cagadas?, ¿les decimos que mejor se queden en su silla quietos y sin tocar nada o les echamos a la puta calle, o nos resignamos a que todo el mundo tiene que comer y no queda otra que trabajar con ellos?
11 comentarios:
Para los que no tienen aptitudes, piedad.
Para los que las tienen pero no quieren aprender, vara.
Es lo que se llama una distribución de Pareto, muy común en la Naturaleza. Hay gente cuya vida es una cagada continua quizás porque no reciben su merecido cuando meten la pata y, claro, no ven ningún motivo para mejorar.
Y, en todo caso, el que no sea capaz de mejorar y se pase el día errado y herrado, sería mejor que se fuera a la calle y buscase algo adecuado a sus aptitudes. Porque, curiosamente, los que peor trabajan suelen ser, además, los que menos trabajan.
Por cierto, ha tenido usted algún jaleo en el trabajo, ¿verdad?
No, se me ha ocurrido por una charla filosófica que he tenido antes con el Brujo en una de sus llamadas de teléfono "jode-siestas".
Pues, por experiencia propia por compañeros a los que me a tocado sufrir y no dejaban de cagarla, se que no es nada fácil echarlos, así que no queda otra que aguantar estoicamente.
La ley de Pareto es inexorable, se cumple estadísticamente en poblaciones suficientemente grandes. Supongamos que en un grupo de trabajo grande, por ejemplo una delegación ministerial, un centro escolar, una empresa, un 10% de los componentes es responsable del 80% de los errores. Echan (o trasladan a otro sitio) a los incompetentes y los sustituyen por otras personas. Se seguirán cometiendo errores (quizá menos o quizá más), pero la autoría de estos errores será siempre de una minoría.
En un instituto consiguen expulsar a una minoría de alumnos impresentables. Poco tiempo después, otros alumnos que hasta entonces no había ocasionado problemas asumen el papel de los expulsados.
Un 20% de los conductores provoca un 80% de los accidentes. Si se retira a perpetuidad el carnet de conducir a cualquier conductor que provoque un accidente, se seguirá manteniendo la proporcionalidad 20% - 80% en los accidentes.
Es muy interesante la aplicación de la ley de Pareto a la gestión de recambios de piezas, ya que, efectivamente, un 20% de los componentes ocasiona el 80% de las averías de un equipo.
Resumiendo, Sr Neri, no tengo repuesta a su pregunta.
Dos matices:
1-Mi llamada jode-siesta se produjo a las 18:23 de la tarde.Espero que interrumpiera a esas horas algo más que un plácido sueño...
2-Es Mancio o Amacio el que las liaba cojonudas?.
Curiosa entrada que me recuerda a otra en la que se hablaba sobre las personas feas y en la que, curiosamente, parecía que nadie se sentía feo.
Yo empiezo admitiendo que me equivoco en mi trabajo de vez en cuando, la mayor parte de las ocasiones de manera leve y en alguna ocasión con errores de importancia. A veces el fallo ha sido inexcusablemente mío y otras veces se ha producido como consecuencia de un error anterior de otra persona. Y a veces un pequeño error mío ha producido una equivocación más grave a otra persona.
No tengo nada claro que se cumplan esas proporciones de las que se está hablando en el post y los comentarios. Es cierto que hay gente especialmente torpe y gente que pasa de todo sin prestar la debida atención a lo que hace. Puede que ese tipo de personas que no dan una sea ése 5% que cita el sr. Neri. Pero creo que también hay muchísima gente que en el trabajo comete una gran cantidad de errores pequeños, muchos más de los que debiera, por simple dejadez. Me atrevería a decir que a lo mejor sólo hay otro 5% de gente verdaderamente rigurosa con su trabajo que, a pesar de todo, tampoco está libre de cometer errores. Así que dudo sinceramente de que el 80 ó el 90 por ciento de los errores los cometan siempre las mismas personas.
Respecto a los casos recalcitrantes de gente que se equivoca una y otra vez habría que saber, como apunta Zorro de Segovia, si es por falta de capacidad o por falta de interés para actuar convenientemente. En el caso de administraciones públicas, está claro que faltan o no se aplican mecanismos de control para actuar en estos casos u otros más graves.
Saludos a todos, Pareto y Amancio incluidos.
Desgraciadamente yo pienso que en España se cometen más o menos errores en el trabajo (pequeños o grandes) en función de si tenemos o no detrás un jefe con el palo que no nos quite ojo y nos meta presión.
Si cada vez que alguien se equivoca recibe una bronca (proporcional al error) o sufre alguna consecuencia, como dice el Sr. Subdirector, la gente tenderá a equivocarse menos.
Si nunca pasa nada hagas lo que hagas, la gente no aprende ni mejora, se vuelve vaga y dejada, y lo hace todo a bulto sin fijarse en los detalles.
Es muy triste que sea así.
Con todo, dentro de que las cosas funcionan de esta manera, siempre estará ese 5% de torpes y desidiosos que los pobres han nacido así.
Al final todo es cuestión de la buena o mala predisposición del trabajador, unida a la cultura de presión social de la sociedad de que se trate: en otros países con una cultura del trabajo más avanzada (Japón, verbigracia), el mero temor al reproche de los colegas sirve de acicate para hacer las cosas de forma eficiente y poniendo atención para no meter la pata.
En la mayoría de organizaciones colectivas, la labor del Jefe es fundamentalmente la de supervisión, pero el propio jefe es el primero que tampoco tiene incentivos a esforzarse en la medida en que tiene un sueldo fijo que no depende de los resultados o beneficios obtenidos.
Todo es cuestión de ver qué es mayor: el coste de retribuir la labor del jefe-supervisor o el coste que suponen las meteduras de pata de cuatro ineptos con complejo de Mortadelo y Filemón.
Por otra parte, si todo el mundo despidiera a los trabajadores torpes o problemáticos, llegaría un momento en que la bolsa de desempleados estaría compuesta únicamente de otros como ellos, nutrida por los despojos de cada empresa, por lo peor de cada casa. Así, reduciendo al absurdo, en una hipotética situación de equilibrio sería imposible despedir a un zopenco sin suplir su puesto vacío por otro zopenco igual o mayor que el primero.
En algunos ámbitos (en mi opinión demasiados en este país) el problema que describe, Sr Neri, se soluciona con la famosa "patada para arriba", algo muy nuestro que pudiera explicar, entre otros, recientes ascensos fulgurantes a la órbita Europea de figuras como Aído o Maleni.
A mi modo de ver esta solución es la versión española corregida y aumentada hasta el infinito del famoso principio de Peter: "En una jerarquia, todo empleado asciende hasta alcanzar su máximo nivel de incompetencia", ya que, en nuestro caso el ascenso puede incluso acelerarse tras alcanzar dicho nivel.
Buen finde.
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