Hay un tipo de persona que me asquea, y son aquellos que están dispuestos a hacer cualquier cosa y a tragar con lo que haga falta con tal de caer bien, de no tener roces, de no ganarse enemigos.
Es innegable que hay gente que cae mucho mejor que otra, qué le vamos a hacer. Hay tipos más simpáticos, más bordes y con mejores o peores habilidades sociales. Hay sujetos que parece que han nacido para cagarla y para levantar ampollas allá por donde van, mientras que otros están dotados de un especial don de gentes que les hace agradables a casi todo el mundo. Admiro mucho a estos últimos, pero subrayo lo de “a casi todo el mundo”, porque no es normal caer bien siempre a todos en cualquier circunstancia. Es para sospechar.
Cuando topo con alguien al que no se le conocen enemigos, me digo: mira, un pelele que se lo traga todo; un blandito que nunca discute ni se enfrenta, que no sabe decir “no” y que siempre cede para llevarse genial con todo bicho viviente. O sea un mierdecilla.
Tener enemigos es para mí un indicio evidente de carácter, de personalidad, de coherencia, de honestidad y a menudo de éxito.
Lo ideal desde luego es alcanzar la máxima sintonía con todos los que nos rodean. Mi objetivo es ser comprensivo, agradable, flexible dentro de mis posibilidades, servicial y educado con mis compañeros o conocidos. Pero, claro, se trata de un objetivo del que a menudo he de apartarme, muy a mi pesar, para no convertirme en un tontaina que baila al son de los intereses o caprichos ajenos solo a cambio de no ver malas caras.
Y es una regla de oro: En cuanto niegas algo, en cuanto pones firme a alguien, en cuanto dices las cosas como son y en cuanto no pasas por el aro, ¡zas!, se acabó el buen rollito y ya tienes a un tío poniéndote mal gesto, hablando mal de ti a tus espaldas o reservándose una futura zacadilla. O sea un enemigo.
Pero es necesario elegir: o pones el culo para todo o tienes enemigos. No hay más cáscaras.
Luego están los enemigos que uno se gana por culpa de ese sentimiento tan rastrero que es la envidia. Ya puedes tratar a alguien con el mayor mimo y delicadeza, y esforzarte en minimizar las evidentes diferencias de cualquier tipo que existen entre él y tú, que como te tenga envidia, padecerás un enemigo de por vida. Da igual que aquello en lo que te envidia sea importante o superfluo, real o imaginario. Da igual que el fulano en cuestión atesore otras virtudes o talentos que tú podrías envidiar de él. Da igual que exista una amistad oficial entre vosotros. El envidioso será tu enemigo eterno y se alegrará de cualquier desliz, sinsabor o desgracia que puedas tener.
El caso más triste sin duda es cuando el envidioso resulta ser un amigo nominal, y digo nominal porque, claro, cuando resulta que en tu grupo de colegas hay un hijo de puta que no hace más que hacerte trajes y echarte palos a la rueda, aunque luego se haga el buenín cuando estás delante, pues, no sé, yo prefiero no llamarle amigo auténtico.
Ya digo que en todo caso tener algún enemiguillo por ahí es buen síntoma, al menos de que algo de lo que tú consideras una vida corriente y unas capacidades normalitas puede llegar a ser objeto de deseo. ¡Qué ilu!
Es innegable que hay gente que cae mucho mejor que otra, qué le vamos a hacer. Hay tipos más simpáticos, más bordes y con mejores o peores habilidades sociales. Hay sujetos que parece que han nacido para cagarla y para levantar ampollas allá por donde van, mientras que otros están dotados de un especial don de gentes que les hace agradables a casi todo el mundo. Admiro mucho a estos últimos, pero subrayo lo de “a casi todo el mundo”, porque no es normal caer bien siempre a todos en cualquier circunstancia. Es para sospechar.
Cuando topo con alguien al que no se le conocen enemigos, me digo: mira, un pelele que se lo traga todo; un blandito que nunca discute ni se enfrenta, que no sabe decir “no” y que siempre cede para llevarse genial con todo bicho viviente. O sea un mierdecilla.
Tener enemigos es para mí un indicio evidente de carácter, de personalidad, de coherencia, de honestidad y a menudo de éxito.
Lo ideal desde luego es alcanzar la máxima sintonía con todos los que nos rodean. Mi objetivo es ser comprensivo, agradable, flexible dentro de mis posibilidades, servicial y educado con mis compañeros o conocidos. Pero, claro, se trata de un objetivo del que a menudo he de apartarme, muy a mi pesar, para no convertirme en un tontaina que baila al son de los intereses o caprichos ajenos solo a cambio de no ver malas caras.
Y es una regla de oro: En cuanto niegas algo, en cuanto pones firme a alguien, en cuanto dices las cosas como son y en cuanto no pasas por el aro, ¡zas!, se acabó el buen rollito y ya tienes a un tío poniéndote mal gesto, hablando mal de ti a tus espaldas o reservándose una futura zacadilla. O sea un enemigo.
Pero es necesario elegir: o pones el culo para todo o tienes enemigos. No hay más cáscaras.
Luego están los enemigos que uno se gana por culpa de ese sentimiento tan rastrero que es la envidia. Ya puedes tratar a alguien con el mayor mimo y delicadeza, y esforzarte en minimizar las evidentes diferencias de cualquier tipo que existen entre él y tú, que como te tenga envidia, padecerás un enemigo de por vida. Da igual que aquello en lo que te envidia sea importante o superfluo, real o imaginario. Da igual que el fulano en cuestión atesore otras virtudes o talentos que tú podrías envidiar de él. Da igual que exista una amistad oficial entre vosotros. El envidioso será tu enemigo eterno y se alegrará de cualquier desliz, sinsabor o desgracia que puedas tener.
El caso más triste sin duda es cuando el envidioso resulta ser un amigo nominal, y digo nominal porque, claro, cuando resulta que en tu grupo de colegas hay un hijo de puta que no hace más que hacerte trajes y echarte palos a la rueda, aunque luego se haga el buenín cuando estás delante, pues, no sé, yo prefiero no llamarle amigo auténtico.
Ya digo que en todo caso tener algún enemiguillo por ahí es buen síntoma, al menos de que algo de lo que tú consideras una vida corriente y unas capacidades normalitas puede llegar a ser objeto de deseo. ¡Qué ilu!
15 comentarios:
Como en otras ocasiones, Sr. Neri, se olvida usted de muchos matices.
Para empezar, hay muchos puntos intermedios entre la actitud de poner el culo para todo y crearse enemigos. Se puede decir "no", se puede decir lo que se piensa, se puede uno enfrentar a los caprichos y tonterías ajenas, se puede poner firme a alguien, todo ello sin crearse enemigos. Los roces serán inevitables, claro, pero de ahí a crearse enemigos va un trecho.
Como en tantas otras cosas, es una cuestión de actitud y de respeto, de pensar en sentido inverso: lo que a mi no me gusta, lo que a mi me violenta, muy probablemente sea parecido a lo que no gusta y violenta a los demás.
A mí me gusta que me digan las verdades, que me digan lo que hago mal o lo que molesta de mí, pero me gusta que me lo digan bien, en el momento oportuno y de la manera adecuada. Yo intento hacer lo mismo con los demás.
Se puede ser firme y honesto sin faltar el respeto a nadie, sin avasallar a nadie.
Conozco a muchas personas con esa mentalidad: "tener enemigos es para mí un indicio evidente de carácter, de personalidad, de coherencia, de honestidad y a menudo de éxito", "no es normal caer bien siempre a todos en cualquier circunstancia. Es para sospechar", "no convertirme en un tontaina que baila al son de los intereses o caprichos ajenos"... Mentalidad que suele ir asociada a prepotencia, egoismo recalcitrante, chulería y otras virtudes similares. No se confunda, Sr. Neri: lo que realmente genera la enemistad son esas "virtudes" y no el hecho de decir las cosas claras o poner firme a alguien.
Tiene razón en que hay gente que jamás dirá lo que siente de verdad ni se enfrentará a ninguna injusticia por miedo a quedar mal. Pero, insisto, entre esa actitud y la de crearse enemigos con tal de no ser un "mierdecilla" hay bastantes caminos intermedios más beneficiosos para todo el mundo.
Esos amigos nominales envidiosos que mientras una no se entera la van poniendo verde a su espalda... esos que critican nuestras espaldas porque son cobardes y no tienen valor a hacerlo delante, conmigo lo tienen claro hasta que me entero, hasta ese momento y hora soy amigable desde ese instante les declaro la guerra y limpiamente digo;
"fulanita es una grandísima hija de p... que amparándose en que mi amistad ha dicho... hecho.... y con amigas como esa me sobran enemigos"
Yo desde luego el culo no lo pongo, y por eso me he ganado no voy a decir enemigos, pero sí tengo menos "amigos". Un ejemplo:
-Uy Perroviejo te veo bien "hermosa" ¿no cumplen tus hijos ya un año? Cualquiera diría que no has parido todavía ja ja ja.
(Esta era una lista intentando hacer la gracia delante de un grupito de gente, no se dirigió a mí hasta que no tuvo suficiente público)
Mi respuesta de hacer amigos fue:
-Ay sí, pero ya estoy a dieta y voy mejorando. Y tú ¿cuándo te haces el implante de pelo? Una pena, una chica tan guapa como tú y calva con 35 años, ya sé que es caro pero ¿has pensado pedir un crédito? Mira que luego esto no tiene remedio, que no es como lo de los kilos de más.
Pues no me habla ¿se lo pueden creer? No me dirige la palabra, ni para hablar de mis kilos ni nada. Entiendo que intentar hacer mofa de una persona y acabar siendo tú el centro de las carcajadas no es bueno, pero joer ¿tanto cómo para no hablarme? Yo hubiera seguido hablando con ella después del comentario de los kilos. En fin.... una felicitación menos en Navidad.
FELICES FIESTAS A TODOS.
Más que enemigos, yo tengo individuos a los que no trago por prepotentes. Pero siempre dejando muy claro lo mucho que me desagradan.
Y también desconfío de esos que son "amigos de todos".
Me parece especialmente lúcida la aportación de Alex.Y quizás estemos diciendo todos los mismo con lenguaje distinto.
Lo que me produce desconfianza es la gente que jamás se enfrenta a nadie, más que la gente que no tiene enemigos.
La gente que se las apaña para salir siempre indemne de toda controversia.
Si miro alrededor no observo ahora mismo, nadie que merezca el apelativo de enemigo y solo se lo he dado realmente a aquellas personas que han perjudicado, o al menos lo han intentado los intereses de mi familia.Esos han sido mis únicos enemigos.
En realidad tengo un concepto bastante subjetivo y siciliano de la palabra "enemigo".
Si un amigo me decepciona no por ello pasa a ser mi enemigo.Puedo pasar a considerarlo una mierda humana, pero los sentimientos más negativos que han surgido en mi, han tenido por destinatario aqellas personas que han ofendido o han perjudicado a aquellos a los que más quiero.
Por cierto bendita virtud la de aquellos que combinan firmeza y empatía en sus planteamientos. De ellos debería ser el Reino de los Cielos.
No soy yo de esos, eso seguro. ;)
Los que intentan quedar bien con todo el mundo no suelen ser gente de fiar, los que he concido son mas falsos que judas y unos traidores.
Un saludo
Pues me considero una persona con carácter, pero no tengo enemigos reconocidos, sinceramente. Eso depende de cada uno y no se tiene porqué tener cara de tonto, pero tampoco se consigue con el orgullo por bandera.
Uno puede defenderse, dejar las cosas claras, poner a alguien en su sitio y no ganarse a un enemigo. Dos no pelean si uno no quiere. Una cosa es no caer bien, y otra es tener enemigos, porque para ganarse a un enemigo hay que trabajarse la enemistad mutuamente.
Creo que precisamente cuando se tiene carácter es más fácil no tener enemigos, porque se le planta cara a la gente. Los enemigos se ganan cuando se va por la espalda...
un día me di cuenta de que tenía un montón de "amigos" (conocidos más o menos queridos) y pocos "enemigos" (gentucilla del entorno que no me ve con buenos ojos). Desde ese día estoy equilibrando la balanza. Me da que acabaré viejo y solo.
Es que no es lo mismo poner la otra mejilla que poner el culo a disposición del personal.
Quizá unos y otros tenemos diferente concepto de "enemigo". Reconozco que tal vez es una palabra un poco apocalíptica, pero vamos, cuando hablo de "enemigos" me refiero a gente a la que caes mal. No es necesario que te quieran apuñalar. Pero yo a una persona que habla mal de mí con mala intención (una cosa es una crítica y otra boicotear tu imagen)sí la considero enemiga.
También considero enemigo al que finge una relación cordial e incluso amistosa conmigo cuando no me puede ni ver.
Todos habéis hecho matizaciones interesantes, aunque sinceramente no comparto que siempre se pueda decir "no", poner a la gente en su sitio y defender firmemente tus intereses sin tener roces, desencuentros y ganarse antipatías. Es la vida misma.
A la gente por naturaleza no le gusta nada que le nieguen cosas a las que se cree con derecho (aunque sea educadamente), ni que les reprochen comportamientos inadecuados, ni que les quiten la razón en público, ni que les digan ciertas cosas a la cara aunque sea muy oportuno decirlas. Si haces esto a alguien, aunque sea con las mayores delicadezas, ganarás una antipatía, que será mayor o menor atendiendo a muchas circunstancias (susceptibilidades, niveles de chulería, grado de afecto, etc)
Detesto profundamente el cinismo, la traición y la exaltación de la amistad.
La envidia es propia de infelices.
Yo prefiero ser autocrítica y preguntarme a mí misma si soy o no una buena amiga y no juzgar constantemente a los demás.
Y pienso como usted, a casi nadie le gusta que le digan las cosas a la cara, aunque se lo digas cantando. ( y con ésto no le estoy haciendo la pelota;)
Uy!!! olvidé a los "gorrones"...
o lo que es lo mismo:
"Esa clase de amigo que jamás paga una ronda, que se presenta en tu casa justo a la hora de nar, que se acuerda de tí porque trabajas en "..." y necesita un favor, esos que solo llaman cuando tienen un problema o saben de tu "destreza" para algo y se lo puedes hacer gratis... un sin fin vamosssss...
Ole por ellos!!! que yo no valgo pa eso...
A mi no me gusta crearme enemigos. Sigo la máxima "cuando no puedas decir algo bueno de alguien, guarda silencio". Salvo que se trate de Fernando Esteso o Eloy Arenas. En cuyo caso no me callo.
Si dijera a su cara lo que pienso de las personas, a muchos de ellos les causaría un daño, ofensa y humillación sin tener motivos para ello, ni ninguna razón para infligirselo. Lo verdaderamente deshonesto es guardar silencio a la cara y a la espalda hablar por los codos. Procuro evitarlo aunque reconozco que no siempre lo consigo.
Prefiero evitar la confrontación, aunque no a toda costa. Creo que es mas práctico tomar nota de cómo es esa persona para a partir de ese momento tratarla de acuerdo a sus defectos y virtudes o, mejor aun, simplemente dejar de tratarla si pesan más los priemros.
Pero que sarta de gilipolleces..... es usted un ingenuo........
El exito en las relaciones sociales en la sociedad actual es relativamente facil de conseguir.
Una buena imagen, saber adaptarse al entorno y a las personas con las que hablas, adecuarse a su nivel formativo o cultural(para no parecer un pedante, la gente odia al superior y al inteligente), y sobre todo, ser hipocrita hasta la medula y no mojarse en nada realmente a no ser que no quede otro remedio, decir a la gente lo que desea oir pero sin adulacion. Logicamente ninguna de estas pautas es infalible.
Para comportarse asi hay que nacer o valer, yo no valgo.
Publicar un comentario