No creo que haga falta que explique que la actriz Loles León no me cae muy bien. No soy ningún experto en interpretación, pero no me gustan ni un pelo los papeles de esta "señora", que es así como una mezcla entre la estanquera de Amarcord, una buscona en rebajas y un globo aerostático. La veo muy encasillable, con pocos registros y más basta que la lija del siete.
Pero lo peor no son sus dotes interpretativas, qué va, sino sus escabrosas ideas y sobre todo sus escandalosas declaraciones en los medios de comunicación. Comprometida desde muy jovencita con la izquierda cochambrosa (PSUC), la más grande (a lo ancho) de las chicas Almodóvar llegó a coquetear con la CNT y ha estado siempre vinculada con el movimiento feminista radical y contestatario. Prueba irrefutable de su marxismo carroñero es su filmografía, en la que destacan los edificantes títulos de Companys, proceso a Cataluña (1978), La quinta del porro (1980), Libertarias (1996), La duquesa roja (1996) o La niña de tus ojos (1998), por no citar otras cochinadas en las que se ha interpretado a sí misma en decenas de papeles casi idénticos de mujer liberal, puta o progre carnavalesca. De muy infausto recuerdo es la escena de Libertarias en la que enseña sus tetorras caídas a un miliciano salido. Probablemente sea el plano más espeluznante del cine español de todos los tiempos, incluyendo el género gore.
Junto a todos estos méritos, hay que recordar que esta sexolona de tercera división acostumbra a salir en la tele o en entrevistas criticando con soltura el machismo celtibérico y profiriendo toda clase de procacidades sexuales, como cuando aseguró que de joven había estado a punto de poner un anuncio en el periódico para perder la virginidad. Sin comentarios.
Por eso, con tales antecedentes de mujer liberada y comprometida con la emancipación del llamado sexo débil (aunque ella está muy fuerte), me he quedado patidifuso al ver su último anuncio televisivo para la conocida marca Gallina Blanca. El spot es una horterada gravemente sexista que todavía no me explico como no ha censurado el Ministerio de Bibiana. Pero lo más gordo (nunca mejor dicho) es que lo protagonice la feministorra de Loles León.
Lo resumo. Una maruja tipo anuncio de detergentes del año 73 hace cola en la verdulería, ya que su marido está trabajando, como debe ser. Como ya os estaréis oliendo, la verdulera, ataviada con el típico mandilón y más ordinaria que un collar de cocos, no es otra que nuestra querida Loles. A la Choni le llega el turno y berrea:
- ¡Hija, que hoy voy a poner albóndigas con tomate, dame pal sofrito!
Menuda plebeyez ir por ahí proclamando a voces lo que vas a hacer de comida en tu casa. Inconcebible. Porque si todavía fueras a poner, yo qué sé, salmón a las finas hierbas, podría tener un pase la pública confidencia, pero vamos, albóndigas con tomate, no me jodas.
Pero el asunto empeora por momentos. De repente la verdulera Loles saca un tarro de conservas y exclama toda vivaracha:
- ¡Uy, qué ganas de trabajar! –y señalando el bote, recita- : ¡Gallina Blanca Sofrito... y trabajo que te quito!
De traca. Alucinante.
Después no sé qué cojones cuenta de que está pasteurizado (que no le pega nada ese tecnicismo) y vuelve a canturrear la misma rima cutre y salchichera tipo “Centella te da tiempo para disfrutar”, que incurre en todos los estereotipos de la publicidad de la prensa de los años 50. ¡Gallina Blanca Sofrito... y trabajo que te quito!
O sea que el concepto de liberación femenina que tiene Loles León es que las tías se ahorren hacer la salsa de las albóndigas. No me seas tan progre, Loles, mujer, que las señoras cuando les sobra tiempo por culpa de la olla express, los microondas, los precocinados, el Thermomix y demás inventos de Satanás, solo saben irse al bingo, al gimnasio o de compras, a fundirse el sueldo del marido. ¡Deja a las marujas hacer el sofrito, leñe!, ¡que así están entretenidas!
Mi malicia natural me lleva a sospechar que la actuación de Loles en este anuncio no es el sueño de su vida como actriz, pero en los últimos tiempos a esta denostada intérprete no le queda más narices que aceptar trabajuchos de vergüenza ajena para tener alguna albóndiga que llevarse a la boca de vez en cuando.
Otra actriz española en La pluma.
Pero lo peor no son sus dotes interpretativas, qué va, sino sus escabrosas ideas y sobre todo sus escandalosas declaraciones en los medios de comunicación. Comprometida desde muy jovencita con la izquierda cochambrosa (PSUC), la más grande (a lo ancho) de las chicas Almodóvar llegó a coquetear con la CNT y ha estado siempre vinculada con el movimiento feminista radical y contestatario. Prueba irrefutable de su marxismo carroñero es su filmografía, en la que destacan los edificantes títulos de Companys, proceso a Cataluña (1978), La quinta del porro (1980), Libertarias (1996), La duquesa roja (1996) o La niña de tus ojos (1998), por no citar otras cochinadas en las que se ha interpretado a sí misma en decenas de papeles casi idénticos de mujer liberal, puta o progre carnavalesca. De muy infausto recuerdo es la escena de Libertarias en la que enseña sus tetorras caídas a un miliciano salido. Probablemente sea el plano más espeluznante del cine español de todos los tiempos, incluyendo el género gore.
Junto a todos estos méritos, hay que recordar que esta sexolona de tercera división acostumbra a salir en la tele o en entrevistas criticando con soltura el machismo celtibérico y profiriendo toda clase de procacidades sexuales, como cuando aseguró que de joven había estado a punto de poner un anuncio en el periódico para perder la virginidad. Sin comentarios.
Por eso, con tales antecedentes de mujer liberada y comprometida con la emancipación del llamado sexo débil (aunque ella está muy fuerte), me he quedado patidifuso al ver su último anuncio televisivo para la conocida marca Gallina Blanca. El spot es una horterada gravemente sexista que todavía no me explico como no ha censurado el Ministerio de Bibiana. Pero lo más gordo (nunca mejor dicho) es que lo protagonice la feministorra de Loles León.
Lo resumo. Una maruja tipo anuncio de detergentes del año 73 hace cola en la verdulería, ya que su marido está trabajando, como debe ser. Como ya os estaréis oliendo, la verdulera, ataviada con el típico mandilón y más ordinaria que un collar de cocos, no es otra que nuestra querida Loles. A la Choni le llega el turno y berrea:
- ¡Hija, que hoy voy a poner albóndigas con tomate, dame pal sofrito!
Menuda plebeyez ir por ahí proclamando a voces lo que vas a hacer de comida en tu casa. Inconcebible. Porque si todavía fueras a poner, yo qué sé, salmón a las finas hierbas, podría tener un pase la pública confidencia, pero vamos, albóndigas con tomate, no me jodas.
Pero el asunto empeora por momentos. De repente la verdulera Loles saca un tarro de conservas y exclama toda vivaracha:
- ¡Uy, qué ganas de trabajar! –y señalando el bote, recita- : ¡Gallina Blanca Sofrito... y trabajo que te quito!
De traca. Alucinante.
Después no sé qué cojones cuenta de que está pasteurizado (que no le pega nada ese tecnicismo) y vuelve a canturrear la misma rima cutre y salchichera tipo “Centella te da tiempo para disfrutar”, que incurre en todos los estereotipos de la publicidad de la prensa de los años 50. ¡Gallina Blanca Sofrito... y trabajo que te quito!
O sea que el concepto de liberación femenina que tiene Loles León es que las tías se ahorren hacer la salsa de las albóndigas. No me seas tan progre, Loles, mujer, que las señoras cuando les sobra tiempo por culpa de la olla express, los microondas, los precocinados, el Thermomix y demás inventos de Satanás, solo saben irse al bingo, al gimnasio o de compras, a fundirse el sueldo del marido. ¡Deja a las marujas hacer el sofrito, leñe!, ¡que así están entretenidas!
Mi malicia natural me lleva a sospechar que la actuación de Loles en este anuncio no es el sueño de su vida como actriz, pero en los últimos tiempos a esta denostada intérprete no le queda más narices que aceptar trabajuchos de vergüenza ajena para tener alguna albóndiga que llevarse a la boca de vez en cuando.
Otra actriz española en La pluma.