Se da una curiosa paradoja con el tema funcionarial. Como miembro perteneciente a este cuerpo, me veo en la obligación de mostrarla y exponerla.
Cuando llegan tiempos de crisis, toda la marabunta social, alentada por políticos carroñeros y de mala entraña, tiende a arremeter contra los funcionarios públicos. Los argumentos son falaces y arteros. Que si somos muchos en todo el territorio. Que si es mucho gasto. Que si qué morro tenemos. Y demás mandangas.
Tonterías y ganas de armar zambra sin motivo.
Sin embargo, nadie dice nada de nosotros cuando todo va bien. Nadie veía inconcebible que un albañil cualquiera (con todo mi respeto, por supuesto) se estuviera metiendo entre pecho y espalda entre 4.000 y 8.000 euros al mes, y el funcionario de la base (el más numeroso) apenas pasara de los 1.100 euros.
Ni tampoco le preocupaba a nadie las constantes congelaciones salariales sufridas. Que les den, pensaban la mayoría.
Y ahora, con la crisis y los despidos, muchos funcionarios maltratados pensarán: ¿y ahora, a quién es al que le dan, yo aquí tranquilo con mi sueldo fijo?
Somos los perjudicados siempre de la marcha económica del país. Ahora que vienen mal dadas, que nos bajen el sueldo, que no seamos tan numerosos, que nos echen a los que se pueda…
Dentro del colectivo funcionarial, siempre se fastidia al más precario, que además es el más numeroso. Nadie dice nada de tanto alto cargo con sueldo flipante. A nadie le parece extraño que los asesores del Presidente se cuenten por centenas. Nadie dice nada, por ejemplo, de los jefes provinciales de tráfico, con prebendas medievales como tener casa, coche, teléfono fijo y móvil, luz, agua, gas y desplazamientos pagados por todos los españoles. Amén de un sueldo de más de 7.000 euros al mes, más múltiples dádivas de las empresas que colaboran con el organismo (hace poco regalaron un todoterreno a un jefe mafiosillo de tráfico…).
No nos engañemos. Los altos cargos y los funcionarios de gran nivel (26 a 29) no sacan el trabajo adelante. Somos los demás, con niveles 14 a 22, los que soportamos la carga de trabajo.
Esa carga va en función del sitio donde trabajes. Los hay que toman varios cafés/cañas diarias. Y los hay que sólo pueden salir su media hora reglada y fichada.
Cuando llegan tiempos de crisis, toda la marabunta social, alentada por políticos carroñeros y de mala entraña, tiende a arremeter contra los funcionarios públicos. Los argumentos son falaces y arteros. Que si somos muchos en todo el territorio. Que si es mucho gasto. Que si qué morro tenemos. Y demás mandangas.
Tonterías y ganas de armar zambra sin motivo.
Sin embargo, nadie dice nada de nosotros cuando todo va bien. Nadie veía inconcebible que un albañil cualquiera (con todo mi respeto, por supuesto) se estuviera metiendo entre pecho y espalda entre 4.000 y 8.000 euros al mes, y el funcionario de la base (el más numeroso) apenas pasara de los 1.100 euros.
Ni tampoco le preocupaba a nadie las constantes congelaciones salariales sufridas. Que les den, pensaban la mayoría.
Y ahora, con la crisis y los despidos, muchos funcionarios maltratados pensarán: ¿y ahora, a quién es al que le dan, yo aquí tranquilo con mi sueldo fijo?
Somos los perjudicados siempre de la marcha económica del país. Ahora que vienen mal dadas, que nos bajen el sueldo, que no seamos tan numerosos, que nos echen a los que se pueda…
Dentro del colectivo funcionarial, siempre se fastidia al más precario, que además es el más numeroso. Nadie dice nada de tanto alto cargo con sueldo flipante. A nadie le parece extraño que los asesores del Presidente se cuenten por centenas. Nadie dice nada, por ejemplo, de los jefes provinciales de tráfico, con prebendas medievales como tener casa, coche, teléfono fijo y móvil, luz, agua, gas y desplazamientos pagados por todos los españoles. Amén de un sueldo de más de 7.000 euros al mes, más múltiples dádivas de las empresas que colaboran con el organismo (hace poco regalaron un todoterreno a un jefe mafiosillo de tráfico…).
No nos engañemos. Los altos cargos y los funcionarios de gran nivel (26 a 29) no sacan el trabajo adelante. Somos los demás, con niveles 14 a 22, los que soportamos la carga de trabajo.
Esa carga va en función del sitio donde trabajes. Los hay que toman varios cafés/cañas diarias. Y los hay que sólo pueden salir su media hora reglada y fichada.
Luego depende mucho del sitio donde trabajes, y los compañeros, para que puedas pasártelo más o menos bien. En algunos sitios tienes compañeros cenizos, que te amargan el día nada más llegar, y encima coincide que tienes jefes hijos de puta, que parece que el negociado o la sección son suyas, y que tienen derecho a saber todo de ti y a controlar hasta las llamadas que recibes en el móvil.
En otros los jefes son encantadores, y encima tienes compañeros alegres y algo juerguistas, lo cual permite algo de chanza en el tedioso día.
Recuerdo en una jefatura de Tráfico perdida por España, que mi relación con los compis era estupenda. En concreto con uno de ellos. Cuando nos tocaba salir a ventanilla a los dos, yo siempre tenía en mente gastarle alguna broma. En ocasiones, con una cola de gente cada uno de mil pares, me levantaba un segundo y me acercaba a su ventanilla. Él me miraba, perplejo, mientras yo le decía a su administrado:
- Disculpe un momento, caballero. Rubén, ¿te han dado ya la última circular?
Él, azorado y rojo, decía que no.
- Pues toma. -Y le entregaba un papel, donde ponía: En tu cola, la cuarta persona es una chica que está tremenda (ojo a la delantera). Si tienes problemas, no dudes en avisarme.
Y él se reventaba a reír, mientras el administrado no sabía qué pasaba…
En otra ocasión le enseñé el D.N.I. de mi administrada. Se apellidaba “Conejo Moreno”.
Tuvo que irse al baño de las carcajadas.
En definitiva, quería presentaros una versión de los funcionarios distinta a la habitual, donde siempre estamos en el ojo del huracán y siempre estamos en la picota, principalmente por las veleidades de la clase política (sin distinción de colores) y por la coyuntura económica.
Nota de La pluma viperina: Leer sobre este mismo tema.
En otros los jefes son encantadores, y encima tienes compañeros alegres y algo juerguistas, lo cual permite algo de chanza en el tedioso día.
Recuerdo en una jefatura de Tráfico perdida por España, que mi relación con los compis era estupenda. En concreto con uno de ellos. Cuando nos tocaba salir a ventanilla a los dos, yo siempre tenía en mente gastarle alguna broma. En ocasiones, con una cola de gente cada uno de mil pares, me levantaba un segundo y me acercaba a su ventanilla. Él me miraba, perplejo, mientras yo le decía a su administrado:
- Disculpe un momento, caballero. Rubén, ¿te han dado ya la última circular?
Él, azorado y rojo, decía que no.
- Pues toma. -Y le entregaba un papel, donde ponía: En tu cola, la cuarta persona es una chica que está tremenda (ojo a la delantera). Si tienes problemas, no dudes en avisarme.
Y él se reventaba a reír, mientras el administrado no sabía qué pasaba…
En otra ocasión le enseñé el D.N.I. de mi administrada. Se apellidaba “Conejo Moreno”.
Tuvo que irse al baño de las carcajadas.
En definitiva, quería presentaros una versión de los funcionarios distinta a la habitual, donde siempre estamos en el ojo del huracán y siempre estamos en la picota, principalmente por las veleidades de la clase política (sin distinción de colores) y por la coyuntura económica.
Nota de La pluma viperina: Leer sobre este mismo tema.