Existen fechas que marcan la historia de la Humanidad entera, de un pueblo o de una colectividad y existen otras que sellan la historia personal de cada uno y en cuyo significado muchas veces no caemos. Hoy es una de esas efemérides que han señalado sustancialmente mi historia personal y sin la cuales no podría comprenderme lo poco que me entiendo.
Exactamente hoy, hace treinta años, vino al mundo un ser humano excepcional. Alegre y optimista, pero siempre sensato, ha sabido perseguir uno de sus sueños de infancia durante años, consiguiéndolo a base de perseverancia y dándonos una lección a muchos que habríamos renunciado a él con sesudas excusas. Generoso y detallista hasta el extremo, caballeroso y cortés con todos, especialmente con las mujeres, con los niños y con los más débiles, siempre sabe ver lo mejor de cada persona y es capaz de ilusionarse con cualquier pequeño detalle, contagiando su ilusión sin ser iluso. Sabe levantarse, en silencio, y, calladamente, tras aprender de la caída, regresar al combate sin mirar al pasado para no convertirse en estatua de sal. Tocado por una bondad infinita me ha perdonado siete mil setecientas setenta veces siete, y muchas más, sin que yo mereciera su perdón, y mucho menos su amistad. Inteligente, sin pedantería; valeroso, sin fanfarronería; cariñoso, sin cursilería; elegante, sin ostentación; caritativo, sin presunción ni fariseísmo; intrépido, sin inconsciencia; apasionado y vehemente, sin exaltación...
No te puedes ni imaginar el regalo no merecido que me hizo Dios contigo, hermano. Porque hoy hace exactamente treinta años que el mundo sigue siendo un lugar horrible... pero menos.
Si guardas en tu puesto la cabeza tranquila
cuando todo a tu lado es cabeza perdida;
si en ti mismo tienes una fe que te niegan
y nunca desprecias las dudas que ellos tengan;
si esperas en tu puesto, sin fatiga en la espera;
si, engañado, no engañas;
si no buscas más odio que el odio que te tengan...
Si eres bueno y no finges ser mejor de lo que eres;
si al hablar no exageras lo que sabes y quieres;
si sueñas, y los sueños no te hacen su esclavo;
si piensas y rechazas lo que piensas en vano;
si tropiezas con el triunfo, si a la cumbre llega tu derrota
y a estos dos impostores tratas de igual forma;
si logras que se sepa la verdad que has hablado,
a pesar del sofisma del orbe encanallado;
si vuelves al comienzo del trabajo perdido,
aunque esta obra dure toda tu vida;
si arriesgas al momento y lleno de alegría
tus ganancias de siempre a la suerte de un día,
y pierdes y te lanzas de nuevo a la pelea,
sin decir nada a nadie de lo que es y lo que era;
si logras que nervios y corazón te asistan,
aun después de su fuga de tu cuerpo en fatiga,
y se agarren contigo cuando no quede nada,
porque tú lo deseas y lo quieres y mandas;
si hablas con el pueblo y guardas tu virtud;
si marchas junto a reyes con tu paso y tu luz;
si nadie que te hiera llega a hacerte una herida;
si todos te reclaman, y ninguno te precisa;
si llenas un minuto envidiable y certero
de sesenta segundos que te lleven al cielo...
toda esta tierra será dominio tuyo
y aún mucho más,
serás hombre, hijo mío.