Desde que la llamada Plataforma de Afectados por la Hipoteca (vinculada a los Indignados) empezó a impedir ejecuciones de desahucios por impago en diversos puntos de España mediante concentraciones “pacíficas”, yo he tenido sentimientos bastante contradictorios respecto a este asunto.
Parto de que el derecho a la vivienda es esencial y debería contar con una protección mucho mayor de la que le brinda nuestro actual ordenamiento jurídico. El derecho de toda persona a habitar en una casa digna está por encima de muchos otros derechos, entre ellos el de la propiedad de terceros o los derivados de negocios jurídicos celebrados legalmente con bancos o particulares. Puedo decirlo más alto, pero no más claro. Aun así, que cada uno me interprete como quiera.
Sin embargo, no debemos confundir el derecho a la vivienda con otras facultades que algunos quieren atribuirse alegremente. Una cosa es pretender que el Estado garantice un hogar adecuado a los ciudadanos con rentas más bajas (algo que, por otra parte, hacía mejor el franquismo que la puta democracia de ahora) y otra muy distinta es dar por sentado que todos los españoles tienen que tener por narices un piso en propiedad o tienen que vivir en una casa grande, ubicada en una zona de su gusto o incluso en el término municipal que les apetezca. Y de eso nada. El derecho a la vivienda jamás debería llegar tan lejos.
Ya digo que los poderes públicos deberían asegurar una vivienda para todos y no lo hacen. La primera premisa para hacer efectivo este derecho que el gobierno estatal y los autonómicos incumplen estrepitosamente es desarrollar una política seria de viviendas de protección oficial, en vez de la farsa vergonzante en que se han convertido los programas públicos de vivienda, a los que pueden acceder, aunque parezca cosa de locos, familias con ingresos de 6,5 veces el IPREM. Sinceramente, más que programas de vivienda social parecen medidas de apoyo a los constructores y a la banca.
Parto de que el derecho a la vivienda es esencial y debería contar con una protección mucho mayor de la que le brinda nuestro actual ordenamiento jurídico. El derecho de toda persona a habitar en una casa digna está por encima de muchos otros derechos, entre ellos el de la propiedad de terceros o los derivados de negocios jurídicos celebrados legalmente con bancos o particulares. Puedo decirlo más alto, pero no más claro. Aun así, que cada uno me interprete como quiera.
Sin embargo, no debemos confundir el derecho a la vivienda con otras facultades que algunos quieren atribuirse alegremente. Una cosa es pretender que el Estado garantice un hogar adecuado a los ciudadanos con rentas más bajas (algo que, por otra parte, hacía mejor el franquismo que la puta democracia de ahora) y otra muy distinta es dar por sentado que todos los españoles tienen que tener por narices un piso en propiedad o tienen que vivir en una casa grande, ubicada en una zona de su gusto o incluso en el término municipal que les apetezca. Y de eso nada. El derecho a la vivienda jamás debería llegar tan lejos.
Ya digo que los poderes públicos deberían asegurar una vivienda para todos y no lo hacen. La primera premisa para hacer efectivo este derecho que el gobierno estatal y los autonómicos incumplen estrepitosamente es desarrollar una política seria de viviendas de protección oficial, en vez de la farsa vergonzante en que se han convertido los programas públicos de vivienda, a los que pueden acceder, aunque parezca cosa de locos, familias con ingresos de 6,5 veces el IPREM. Sinceramente, más que programas de vivienda social parecen medidas de apoyo a los constructores y a la banca.
Pero hay muchas otras cosas que el Estado podría hacer y no hace. No voy a hablar ya de meter en vereda a banqueros y a promotores, de fomentar una banca pública con créditos sociales o de regular de otra forma las condiciones hipotecarias introduciendo elementos de protección y garantía para las familias, porque soy consciente de la utopía que todo ello supone, de su incompatibilidad con las actuales reglas libremercantilistas del juego financiero. Pero las Administraciones bien podrían hacer un estudio de cada caso de desahucio y apoyar a los propietarios que justifiquen haber suscrito una hipoteca prudente y haber sido víctimas de una disminución de ingresos por causas de fuerza mayor. Este apoyo podría adoptar diversas modalidades: un aval, una subvención en casos excepcionales, un préstamo en condiciones especiales previo convenio con las entidades financieras, una bolsa de empleo social para casos de emergencia, la entrega provisional o definitiva de una vivienda social en condiciones asumibles por el desahuciado y los suyos, o una intermediación ante el banco para renegociar los términos de la hipoteca.
Estas soluciones y otras que se nos puedan ocurrir no tendrían que suponer necesariamente una carga para el erario público, pues el desahuciado protegido podría quedar obligado a restituir los préstamos, subsidios o ayudas cuando el estado de su fortuna mejorase, siempre bajo supervisión y seguimiento de esta circunstancia por la Administración, a fin de evitar fraudes y jetadas.
Se trata de que nadie se quede sin hogar por culpa del desempleo y a la vez de no privilegiar a los sinvergüenzas o a los inconscientes que se metieron en hipotecas temerarias y han vivido como marajás hasta el estallido de la burbuja. Las medidas contra el desahucio, como ya he insinuado, no tendrían ni muchísimo menos que garantizar que los afectados conservaran la propiedad de su piso y ni siquiera que continuaran viviendo en él. Habría que valorar cada supuesto concreto y actuar con equidad y con rigor, para evitar entre otras cosas que la gente se preguntara para qué sirve ahorrar, sacrificarse o comprar una casa barata cuando después, si te va mal y no puedes pagar la mensualidad, viene el Estado a regalarte el dinero o a buscarte piso.
Por cierto, comentaros a todos que Asun Balonga retoma su blog tras unos meses en que ha estado enferma y a pesar de que aún no está plenamente recuperada. ¡Un saludo y mucho ánimo desde La pluma!
ResponderEliminarEl problema que ha habido es que todos, absolutamente todos, hemos querido tener una casa en propiedad, y nos hemos dejado engañar por las vacas gordas...si te doy más te compras un coche y además haces un crucero....no ha habido conciencia de ahorro, nos lo hemos pulido todo sin conocimiento...Yo he ahorrado y llevo tiempo viviendo de eso y no me parece justo que se subvencione a unos que han dilapidado...no se porqué en España todo el mundo se empeña en vivir en propiedad, el alquiler está para quien no puede permitirse un piso, siempre es más barato..pero no ¡todos tenemos derecho! en el resto de Europa se alquila, es raro que sean propietarios....en fin no se que decir, es muy triste pero hemos tirado los euros como si crecieran en los árboles y no creo en la política de subvenciones...es cómoda y no fomenta el esfuerzo...no he dado ninguna solución pero estoy harta de demagogia y de que siempre aprovechen los mismos los problemas ajenos para meter follón...¿quien ha ayudado a los autónomos cuando no hemos tenido trabajo? ¿por qué nadie sale a la calle a chillar por nosotros?...
ResponderEliminarSegún tengo entendido, lo peor de un desahucio es que no solo te quitan la casa, sino que tienes que seguir pagando parte de la hipoteca no? Eso sí que es un robo, si se quedan con tu casa se deben quedar también con la hipoteca, porque no tiene sentido, eso es impedir a la gente levantar cabeza.
ResponderEliminarComo bien dice el Sr. Neri hay diferentes casos y en algunos la patada debería ser para los bancos y en otros para los compradores. Pero lo que no es de recibo es que un banco se quede por una deuda de 100.000 euros el piso sobre el que recae y que ellos tasaron muy por encima para pillar una hipoteca, el piso del avalista que tendrá el valor que tenga y encima tengan que seguir pagando la hipoteca los desahuciados ¡¡¡vamos hombre!!!!
ResponderEliminarVenga vamos todos a rescatar a los pobrecitos bancos, un eurico cada uno ¿os acordais de cuando lo de Lola Flores? Pues igual.
Aunque veo difícil la ejecución de tu idea (no por la falta de voluntad política, que también, sino del desarrollo en sí de la idea) creo que coincido punto por punto contigo en todo lo que expones en esta entrada. Uno de los dos nos lo tenemos que hacer
ResponderEliminarmirar ;-)
Buen fin de semana.