A muchas eso de la igualdad, la liberación y la incorporación de la mujer al trabajo les queda grande. En vez de enriquecer sus empresas y sus tareas profesionales con las no pocas virtudes y habilidades propiamente femeninas, no solo se dedican a poner en evidencia sus más oscuros complejos, sino que imitan como loritos los patrones de conducta masculinos, y no los más positivos, sino los más deplorables.
Poco antes de Semana Santa acudí a una comida de trabajo con gente muy principal, jefazos y jefazas varios. Enfrente de mí y a mi lado se sentaron dos separadas de 40 tacos muy delgadas y sofisticadillas, con mucha pinta de aficionadas al sexo no convencional y de esas que, al nacer, le dijo la matrona a su madre: “señora, ha tenido usted una divorciada”. En un momento dado de la tediosa conversación que yo seguía reprimiendo bostezos, comenzaron a hablar entre ellas, medio en serio medio en broma, de sus respectivos secretarios personales, quejándose pícaramente de que eran gordos, mayores y calvos, y una exclamó:
- De verdad, a ver si me ponen a un veinteañero cachas que me alegre la vista por las mañanas.
- ¡Sí! –pió la otra - , y así, al pasar, poder darle un azote en el culete y amenizar el trabajo.
Ni que decir tiene que todos los que estaban comiendo alrededor, hombres y mujeres, excepto un servidor, celebraron la ocurrencia con sonoras carcajadas. Yo pensaba para mis adentros: “putas, más que putas”, y me preguntaba atónito qué pasaría si llego yo a soltar que quiero que me cambien a los eficientes auxiliares administrativos de mi departamento por una rapaza tetona que me despierte "del todo" a primera hora y con la que solazarme cuando me muestre el culo tras dejarme el portafirmas. Lógicamente nadie se habría reído y hubiera quedado como un enfermo baboso y machista candidato a denuncia por acoso sexual.
Las zorras feministas hablan de igualdad, de dignidad y de respeto cuando su única aspiración es ocupar el puesto del macho dominante de la manada.
Es como lo que ha pasado el otro día con la anciana periodista Mercedes Milá cuando en la entrega de los Premios Limón de la prensa, le agarró de pronto el paquete al jovencísimo reportero de LaSexta Jordi Maestre al tiempo que le piropeaba y le besaba en la boca sin venir a cuento (si es que eso puede venir a cuento alguna vez en televisión). Por obvias razones estéticas me niego a poner el vídeo, pero estoy convencido (y perdón por la tosquedad) de que si esa vieja bruja me rozara a mí el cucurucho, aunque fuera medio segundo, se me quedaría insensible a cualquier estímulo durante una larga temporada.
La pregunta en el caso de la basta de Mercedes es la misma: ¿Qué pasaría si por ejemplo Matías Prats le diera un pellizco en la teta a una chica que le estuviese entrevistando al grito de “¡qué buena estás!” ¿La gente le reiría la gracia o Matías quedaría inhabilitado para siempre para ejercer su profesión?
Me parece que ya va siendo hora de que ellas, o muchas de ellas, aprendan el significado de la palabra coherencia, empiecen a respetar lo que siempre exigen que se respete y dejen de jugar a la ley del embudo. Ah, y se enteren de una vez de que por mucho que finjan estar salidas, nunca les quedará tan auténtico como a nosotros, que nos sale natural como la vida misma.
Poco antes de Semana Santa acudí a una comida de trabajo con gente muy principal, jefazos y jefazas varios. Enfrente de mí y a mi lado se sentaron dos separadas de 40 tacos muy delgadas y sofisticadillas, con mucha pinta de aficionadas al sexo no convencional y de esas que, al nacer, le dijo la matrona a su madre: “señora, ha tenido usted una divorciada”. En un momento dado de la tediosa conversación que yo seguía reprimiendo bostezos, comenzaron a hablar entre ellas, medio en serio medio en broma, de sus respectivos secretarios personales, quejándose pícaramente de que eran gordos, mayores y calvos, y una exclamó:
- De verdad, a ver si me ponen a un veinteañero cachas que me alegre la vista por las mañanas.
- ¡Sí! –pió la otra - , y así, al pasar, poder darle un azote en el culete y amenizar el trabajo.
Ni que decir tiene que todos los que estaban comiendo alrededor, hombres y mujeres, excepto un servidor, celebraron la ocurrencia con sonoras carcajadas. Yo pensaba para mis adentros: “putas, más que putas”, y me preguntaba atónito qué pasaría si llego yo a soltar que quiero que me cambien a los eficientes auxiliares administrativos de mi departamento por una rapaza tetona que me despierte "del todo" a primera hora y con la que solazarme cuando me muestre el culo tras dejarme el portafirmas. Lógicamente nadie se habría reído y hubiera quedado como un enfermo baboso y machista candidato a denuncia por acoso sexual.
Las zorras feministas hablan de igualdad, de dignidad y de respeto cuando su única aspiración es ocupar el puesto del macho dominante de la manada.
Es como lo que ha pasado el otro día con la anciana periodista Mercedes Milá cuando en la entrega de los Premios Limón de la prensa, le agarró de pronto el paquete al jovencísimo reportero de LaSexta Jordi Maestre al tiempo que le piropeaba y le besaba en la boca sin venir a cuento (si es que eso puede venir a cuento alguna vez en televisión). Por obvias razones estéticas me niego a poner el vídeo, pero estoy convencido (y perdón por la tosquedad) de que si esa vieja bruja me rozara a mí el cucurucho, aunque fuera medio segundo, se me quedaría insensible a cualquier estímulo durante una larga temporada.
La pregunta en el caso de la basta de Mercedes es la misma: ¿Qué pasaría si por ejemplo Matías Prats le diera un pellizco en la teta a una chica que le estuviese entrevistando al grito de “¡qué buena estás!” ¿La gente le reiría la gracia o Matías quedaría inhabilitado para siempre para ejercer su profesión?
Me parece que ya va siendo hora de que ellas, o muchas de ellas, aprendan el significado de la palabra coherencia, empiecen a respetar lo que siempre exigen que se respete y dejen de jugar a la ley del embudo. Ah, y se enteren de una vez de que por mucho que finjan estar salidas, nunca les quedará tan auténtico como a nosotros, que nos sale natural como la vida misma.
Lo he dicho muy a menudo: el feminismo no es más que la peor versión del hombre, la que solo quiere a la mujer como objeto sexual, solo que aplicada en la propia mujer.
ResponderEliminarÚltimamente Al, está usted sembrado. El tema de hoy es espinoso y usted lo ha bordado.
ResponderEliminarMe gustan los hombres que entienden la riqueza complementaria con las mujeres. Y me he acordado de dos cosas:
1. Las declaraciones de la Ministra Pajín chuleando que ella nombraba " a quién le salía de los cojones". Pues ese hermafroditismo que se lo haga operar.
2. Hace un tiempo escribí y me ratifico sobre las mujeres que quieren ser "como los hombres" en mi libro "El Mito de la Supermujer":"Es un escapismo, una frustración,glorifican a los varones porque creen que a ellos les es más fácil cubrir sus aspiraciones.
Pero es un "tirar la toalla" que en nada favorece a los intereses de la promoción de la dignidad femenina, un retroceso y una ambiguedad que conduce indefectiblemente a la infelicidad y a la no integración completa de la propia personalidad que hay que asumir con total orgullo:Por suerte soy una mujer.
Es absurdo pues, seguir echando en falta un bigote y una perilla cuando las mujeres con nuestra propia idiosincrasia, disponemos de infinitos y legítimos recursos sin entrar en una estéril competencia, sólo en estricta aplicación del aristotélico sentido de la justicia de dar a cada uno lo suyo.
Es inconcebible en pleno siglo XXI el mantenimiento de actitudes maniqueas que conducen al empobrecimiento con una aberrante unilateralidad sexual"
Disculpe la extesión del comentario y la auto cita, pero, estimado Neri, ¡que conveniente sería arrasar el grosero tratamiento de este periclitado tema de una vez por todas!
Mil gracias por estos apasionantes debates en su estupendo blog que tiene el coraje de huir en este magnífico post de mi odiada y repudiada al uso "corrección"
Con toda cordialidad y gratitud
Asun
Sublime. Cualquier comentario estropearía la calidad de su "plumazo".
ResponderEliminarLa igualdad es el camuflaje de la injusticia.
Buenas Sr Neri.
ResponderEliminarEs lo que pasa cuando eres tan tont@ de copiar a otra persona sin mejorarla.
Respecto a la injusticia con los hombres, pues que decir, de ser los que mandaban siempre a ser la vaca lechera que se ordeña.
Un ejemplo: Un funcionario del grupo A con dos hijos pequeños al que su mujer le pone los cuernos y la pilla.
Ante tan delicada situacion la "dama" le denuncia por violencia de genero (verbal claro), va a comisaria, se pasa la noche en el calabozo, al dia siguiente juicio rapido, sentencia de conformidad de X meses de carcel (suspendida), orden de alejamiento, 700 €/mes a favor de los hijos, 300 €/mes durante 3 años a ella como compensatoria, pagar el 75% de la hipoteca de la casa.
Todo en tiempo record, 1 dia.
Y todo hasta que los nenes tengan 26 añitos.
Las va a aguantar a las super mujeres liberadas su pxxx xxxre.
Perdon por la disgresion pero la creo apropiada al caso.
Uns saludo
Neri, que distintos somos macho.Si una gladiadora del amor de cuarenta años,(si es medianamente atractiva)empieza a espetar un comentario de esa índole en una comida delante de mi, a mi no se me enciende el piloto de la amoralidad, sino que mi capitán calvo empieza a emitir señales de defcon2.Y me pensamiento se hubiera ido a lujuriosas fantasías y deseos oscuros con las dos ardientes cuarentonas.
ResponderEliminarTu te indignas que es lo católicamente correcto.Yo no las juzgo, posiblemente intentaría echar un cachejo de rama al fuego.
En lo que si que sestoy de acuerdo es en tu último párrafo absolutamente insuperable.
"Ah, y se enteren de una vez de que por mucho que finjan estar salidas, nunca les quedará tan auténtico como a nosotros, que nos sale natural como la vida misma".
En esto tienes más razón que un santo.
En lo del doble rasero a la hora de juzgar como graciosa en una mujer lo que en un hombre resultaría ofensivo me parece que hay parte de razón y parte de demagogia.
En lo de quue nunca seremos iguales por más que intenten fingirlo o conseguirlo también te doy la razón.
El feminismo ha hecho cosas loables y otras deleznables.
Hoy es algo que no tiene mucho sentido.
Y recuerda: son superiores a nosotros en todo, menos en el sentido del humor.
Sr Neri, su anécdota con las dos cuarentonas no me ha indignado, es lo que los hombres siempre hemos dicho, y ahora ellas nos copian (lo peor de nosotros).
ResponderEliminarLo que si me ha indignado es el relato de Langor sobre una víctima de género (hombre). Esto sí es injusticia, explotación ruín de un ser humano y miseria moral. Espero que esa señora se muera de asco cada vez que se vea en el espejo.
Langor, digo yo que, por el mismo precio, el funcionario podría haberse dado el gustazo de meterla dos guantazos bien dados...
ResponderEliminarMuy buen post!!
ResponderEliminarSe supera Ud. a sí mismo Sr. Neri. No se puede definir mejor la esencia del feminismo. Enhorabuena por su brillantez.
ResponderEliminarYo no creo que sea lo mismo, lo de las funcionarias y lo de la M.M digo.
ResponderEliminarLo de las primeras es un chascarrillo, más o menos fuera de lugar o más o menos gracioso. Lo de la otra es de denuncia por acoso sexual, que es lo que ella haría en caso contrario y además vociferando idioteces.
Muy buena entrada, sí señor (o señora)
ResponderEliminarSeñor Neri, hace usted a sí mismo bajo la expresión "me rozara a mí el cucurucho"
ResponderEliminarAl leerlo he pensado "¡para el carro, Suso, aquí hay tema".
¿Lo del "cucurucho" lo escribe en serio?. No sé, usted mismo, pero si la medida de usted es "cucurucho" debería pedir cita, pero ya con un urólogo.
Sr Neri tiene razon. El trabajo no es lugar.
ResponderEliminarAl tajo se va al tajo no a zorrear...
Los y las que aprovechan su cargo para abusar o acosar sexualmente a alguien comenten un delito; las cosas claras y el juzgado abierto.
Si pillas a tu santa en la cama con otro y le dices lo que te sale por la voca y te conformas en un juicio rapido demanda a tu abogado por subnormal que te ha defendido como el culo.
No dejará de sorprenderme, sr. Neri, la extraña mezcla que hay en muchos de sus post de un análisis serio, sosegado y contrastado, con algunos "picos" ajenos a esa seriedad, deslizándose a veces entre el humor burlón y la descalificación algo tosca e innecesaria. Retomando aquel post sobre la gente gritona, es como si usted hablase tranquilo, en tono correcto y cabal, pero de pronto soltase un improperio a volumen excesivo que no sólo no aporta nada a la conversación sino que despista totalmente. Al menos así me siento yo cuando leo lo de "Yo pensaba para mis adentros: 'putas, más que putas' ” (en negrita, para más inri), "las zorras feministas" o "si esa vieja bruja me rozara a mí el cucurucho", por poner algún ejemplo. Lo de que sus compañeras de mesa tenían "mucha pinta de aficionadas al sexo no convencional" me ha parecido más ingenioso, aunque me gustaría que explicase esa curiosa descripción.
ResponderEliminarEl caso es que tiene razón en que copiar dudosos esquemas de comportamiento no parece la mejor opción para ganarse el respeto. Es cierto también que actualmente hay muchas situaciones extrañas y desequilibradas como la que cita Langor.
Mi impresión es que estos desequilibrios hacia un lado o hacia otro se van a ir corrigiendo poco a poco. Aunque el equilibrio total entre hombres y mujeres no se alcance, confío en que nos vayamos serenando. Porque creo que se trata de eso, de serenarse para poder ver las cosas claras y analizarlas sin interferencias. Ya lo he dicho en otras ocasiones, no pienso ni siento que mujeres y hombres seamos seres de distintos planetas, más bien todo lo contrario: la esencia fundamental es exactamente la misma.
Estoy completamente de acuerdo con usted,cuando las mujeres hablan de nuestros innumerables defectos no pasa nada,pero sin embargo cuando nosotros hablamos de las de ellas nos llaman misógenos.
ResponderEliminarAl margen de su hilarante entrada, estoy seguro que usted buscaba algo más en lo que ha escrito.
ResponderEliminarEl tema del feminismo y su hipérbole, la ideología de género, es mucho más complicado y peligroso de lo que pueda parecer a simple vista.
Complicado porque ya no es la versión del marxismo y de la lucha de clases modficada por unas bigotudas acomplejadas que trasladaron el materialismo dialéctico a una especie de sexismo dialéctico sino una tendencia que a base de repetirse se ha inflitrado, incluso, en los sectores más conservadores de todas las sociedades mundiales (incluso en los países islámicos).
Es común oír a mujeres conservadoras, e incluso cultivadas, calificarse se feministas, simplemente porque estén a favor de que a las mujeres no se les trate como a animales. Y eso no es el feminismo.
El feminismo es peligroso, entre otras razones porque:
* Niega la complementariedad del hombre y la mujer que, si bien son iguales en dignidad, son diferentes biológicamente, en cuanto a tendencias y capacidades generales, gustos, sensibilidades, etc., como se ha encargado de demostrar más que sobradamente la neurología en las últimas décadas.
* Enfrenta los papeles históricos habitualmente asignados a hombres y a mujeres en todas las culturas desde el principio de la Humanidad, considerando humillantes las laboras típicamente femeninas, en lugar de intentar elevar la consideración social y relevancia de las mismas.
* Niega la naturaleza femenina como algo valorable y digno de ser protegido. Desprecia lo mejor de la mujer y potencia lo malo. Busca imitar al hombre en todo lo despreciable de su comportamiento.
* Sirve como excusa para que las muejeres mediocres logren objetivos que nunca habrían conseguido si de sus capacidades dependiese, logrando así que aquellas que hayan alcanzado ciertos puestos, estrictamente en función se su valía, sean puestas en entredicho por la generalidad de la sociedad.
* En última instancia, la ideología de género, niega la separación de sexos. El sexo, para ellas y para los tontos que les ríen las gracias (o que quizás hayan generado estas ideas) es algo impuesto por la Naturaleza como una cadena en nuestro cuello y los comportamientos asociados son simplemente papeles implantados por la sociedad utilizando una educación arcaica y paternalista. Así, los seres humanos deben elegir primeramente su género, como algo voluble a voluntad para, en el futuro, borrar definitivamente la diferencia entre lo femenino y lo masculino.