Mi madre suele decir mucho que ojalá Dios no nos someta a todo lo que somos capaces de aguantar, refiriéndose a esa supuesta capacidad del ser humano de soportar sufrimientos y después reponerse y sobreponerse, de adaptarse a las contrariedades y al dolor hasta límites insospechados.
Yo, en cambio, no tengo nada claro que sepamos salir con dignidad de los baches profundos. Dejando a un lado que hay ciertas desgracias de las que es imposible recuperarse, es decir que si las sufres, nunca vuelves a ser el mismo ni a recuperar la ilusión de vivir, creo que cuando la vida nos da un golpe contundente, demasiado a menudo recurrimos a consuelos artificiales, y casi siempre autodestructivos, para poder seguir en pie.
Los tiempos cambian. Antes a una viuda o a una mujer que sufría un revés terrible podía darle por pasarse el resto de sus días rezando, haciendo novenas obsesivamente o sin salir en todo el día de la iglesia, una actitud dañina por lo compulsiva e irracional, por lo que tiene de refugio insano que bloquea la vida. Ahora tenemos otros pañuelos cura-fracasos, como diría Sabina. He conocido a unos cuantos abstemios que comienzan a beber bastante cuando les deja la mujer o van al paro. He visto a chicas desengañadas de sus historias de amor que se entregan a la promiscuidad, al sexo desenfrenado para olvidar, para vengarse del mundo o para recuperar el tiempo perdido. Otros toman somníferos o se meten las drogas que les dice el psiquiatra o las que compran en la discoteca. También hay peña que en situaciones de ansiedad les da por comer sin control o se evaden de otras maneras, por ejemplo cayendo en la hiperactividad: se apuntan a mil historias para no parar en casa, para no tener tiempo de pensar. Por no hablar de los que se encierran en su casa y se aislan del mundo.
No, no creo que la gente salga tan espontáneamente, por sí misma o con el apoyo de los suyos, de los remolinos más chungos del río. A lo mejor somos más piltrafillas de lo que creemos y por desgracia necesitamos una botella, una puta o una pastilla para poder seguir levantándonos por las mañanas cuando viene Paco con una rebaja de las gordas. O quizá saber aceptar serenamente lo que Dios nos manda, por jodido que sea, es un don reservado a los más piadosos, a los más inteligentes, a los más fríos o a los que son capaces de asumir el proverbio ese que dice: “si tiene solución, por qué te preocupas, y, si no la tiene, pues lo mismo”.
Yo, en cambio, no tengo nada claro que sepamos salir con dignidad de los baches profundos. Dejando a un lado que hay ciertas desgracias de las que es imposible recuperarse, es decir que si las sufres, nunca vuelves a ser el mismo ni a recuperar la ilusión de vivir, creo que cuando la vida nos da un golpe contundente, demasiado a menudo recurrimos a consuelos artificiales, y casi siempre autodestructivos, para poder seguir en pie.
Los tiempos cambian. Antes a una viuda o a una mujer que sufría un revés terrible podía darle por pasarse el resto de sus días rezando, haciendo novenas obsesivamente o sin salir en todo el día de la iglesia, una actitud dañina por lo compulsiva e irracional, por lo que tiene de refugio insano que bloquea la vida. Ahora tenemos otros pañuelos cura-fracasos, como diría Sabina. He conocido a unos cuantos abstemios que comienzan a beber bastante cuando les deja la mujer o van al paro. He visto a chicas desengañadas de sus historias de amor que se entregan a la promiscuidad, al sexo desenfrenado para olvidar, para vengarse del mundo o para recuperar el tiempo perdido. Otros toman somníferos o se meten las drogas que les dice el psiquiatra o las que compran en la discoteca. También hay peña que en situaciones de ansiedad les da por comer sin control o se evaden de otras maneras, por ejemplo cayendo en la hiperactividad: se apuntan a mil historias para no parar en casa, para no tener tiempo de pensar. Por no hablar de los que se encierran en su casa y se aislan del mundo.
No, no creo que la gente salga tan espontáneamente, por sí misma o con el apoyo de los suyos, de los remolinos más chungos del río. A lo mejor somos más piltrafillas de lo que creemos y por desgracia necesitamos una botella, una puta o una pastilla para poder seguir levantándonos por las mañanas cuando viene Paco con una rebaja de las gordas. O quizá saber aceptar serenamente lo que Dios nos manda, por jodido que sea, es un don reservado a los más piadosos, a los más inteligentes, a los más fríos o a los que son capaces de asumir el proverbio ese que dice: “si tiene solución, por qué te preocupas, y, si no la tiene, pues lo mismo”.
le deseo que la vida no le ponga en aprietos de ese tipo, y también le pido que no los vaya buscando. Si nos echan a los leones, valor y pegar primero, pero no vayamos tirándonos a la arena porque sí.
ResponderEliminarNo a todas las personas les afectan las mismas cosas por igual.
ResponderEliminarAlguna vez he oído decir a mi padre que cuanto mayor es el nivel de bienestar de una sociedad, menor es el aguante de sus miembros ante la adversidad y mayores son las gilipolleces por las que se preocupan.
Después de leer su post, yo añadiría "y peores son los remedios al sufrimiento".
Dicho con otras palabras, en otros lugares del planeta donde se vive con más austeridad no sabrán física, francés ni matemáticas, pero desde bien pequeños se les enseña a levantarse cuando la vida golpea.
Quizá por eso no sea casualidad que el proverbio con el que usted cierra el post sea chino.
Muy buen post.
El que quiera aprender que estudie..........que sabe nadie....
ResponderEliminarLe veo pesimista y alicaído Sr. Neri. Yo, por el contrario, creo en la capacidad de reacción de nuestra Nación en tiempos oscuros. Quizá nuestro talón de Aquiles sea la dificultad para actuar unidos. Estando divididos, necesitamos ocho siglos para expulsar al invasor musulmán, mientras que cuando logramos nuestra Unidad, en sólo cincuenta años conquistamos un continente.
ResponderEliminarQuizá el que hoy sea el Aniversario de la Victoria de Lepanto me haga ver las cosas con este optimismo.
Cada persona es muy distinta y responde muy distinto ante las desgracias, no se puede generalizar. Hay quien sale solo con mucho esfuerzo, hay quien tarda mas y quien se hunde para siempre.
ResponderEliminarSi los que estamos bien, dejáramos de pensar por un momento en que podriamos estar mejor y nos preocupáramos un poquito de los que están peor, ésta sería para muchos la mejor pastilla.
ResponderEliminarA ver,yp creo que nadie es capaz,de saber lo que puede soportar,hasta que le llega la ocasión,ni tampoco creo que haya que irse a meterse de to,para olvidar,el cerebro está igualmente preparado,para aceptar las cosas buenas y las malas,solo hay que sr inteligente,y saber y pensar,que la vida sigue,cierto que hay desgracias muy dificiles de superar,pero las personas somos mucho mas fuertes de lo que creemos,y eszto lo digo por experiencia propia,y además cada vez te haces mas fuerte,a base de palos y desgracias,claro que lo fácil es llorar,quejarse y emborracharse para olvidar,pero hay que seguir,con todo o sin nada,la vida sigue para ti,y hay que vivirla y aprovecharla.
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