La crisis empezó en 2008 como una ventolera incómoda y a fecha de hoy se ha convertido en un huracán que amenaza con echar abajo nuestras seguridades más sólidas. Hace tres años la crisis llegó derribando solo a los que andaban sobre la cuerda floja y hoy ya es capaz de voltear a los que nos creemos más amarrados que nadie. Y lo que te rondaré, morena.
El caso es que muchos no nos hemos dado cuenta de la verdadera gravedad del percal hasta que el viento huracanado se nos ha metido en casa o se ha colado en la de familiares o amigos muy cercanos, todos profesionales preparadísimos y cualificadísimos con trabajos estables y muchos años de experiencia.
Lo que hoy quería comentar es que tres de estas personas, por las que yo estúpidamente hubiera puesto la mano en el fuego de que jamás irían al paro, me han contado estas últimas semanas que si las cosas siguen así de chungas, si ellos no encuentran algo decente o sus cónyuges se quedan también con una mano detrás y otra delante, emigrarán sin dudarlo. Uno a Alemania, otro a Reino Unido y otro a Estados Unidos.
Y de verdad no ponían cara de broma al decirlo. Dos de ellos tienen niños e hipoteca, y el otro no, pero los tres, cuyo nivel de inglés, por cierto, es más que aceptable, me aseguraban serios pero sin dramatismos que como la cosa no mejore agarrarán el portante y, hala, al extranjero a buscarse la vida, que seguro que allí valoran mucho más su preparación y su esfuerzo que en este país de pandereta, de sinvergüenzas y de enchufados.
Yo no sé bien qué pensar. A veces sospecho que lo suyo es un farol y que llegada la hora de la verdad, salvo que lleguen a una situación muy, muy extrema, no tendrán cojones de abandonar España y todo lo que España significa para ellos: familia, amigos, raíces, recuerdos y sentimientos. Pero otras veces los noto tan encabronados y obcecados que no me extrañaría nada que cumplieran su promesa.
Yo les digo que, con independencia de mi situación laboral y económica, y salvo situaciones límite, a mí no me sacan de España ni con agua caliente. Ellos me hablan de mejorar, del derecho que todos tenemos a que se premie nuestra valía, a que se nos pague conforme a nuestras capacidades, y yo les digo que, si es por eso, se podían haber largado hace diez años porque ya entonces en Inglaterra les habrían pagado el triple de sueldo por lo mismo que hacían aquí.
Si peligran gravemente su profesión, su dignidad, su bolsa y sus hijos, puedo ser comprensivo, pero la cuestión está en los límites: ¿cuánto deben aguantar antes de pirarse a Londres, a Munich o a Jersey? Porque para mí la emigración, en principio, es un acto vergonzante que hay que evitar como sea, primero por uno mismo y segundo por un mínimo sentido de solidaridad y de patriotismo. Habría que valorar si al que emigra en realidad no le queda otra salida para subsistir o es que prefiere huir a tiempo, como las ratas del barco, en vez de quedarse a bordo remando y achicando agua, arrancándose provisionalmente los galones de capitán para bregar como un marinero.
Doy por sentado que el que emigra en estas tesituras no lo hace por gusto, pero la pregunta es: ¿hasta dónde estaríamos dispuestos a perder dinero, categoría profesional, o a reducir nuestro nivel de vida, antes de hacer las maletas y coger el avión solo de ida?; ¿lo haríamos solo por los hijos en caso de necesidad o también por nosotros mismos simplemente porque viéramos una buena oportunidad de mejorar nuestro estatus?
Para mí responder a esto quizá es más fácil por diversos motivos, entre ellos mi escaso conocimiento de idiomas, mi comodidad y mi provincialismo impenitente, que me hacen huir como de la peste de todo experimento extranjerizante y de todo cambio en mis costumbres sagradas (salvo peligro de muerte). Pero a mayores están las razones patrióticas ya apuntadas: ¿no es más noble intentar quedarse aquí, arrimar el hombro y sacrificarnos para sacar a España del agujero en vez de abandonar la Patria en sus momentos más difíciles?
El caso es que muchos no nos hemos dado cuenta de la verdadera gravedad del percal hasta que el viento huracanado se nos ha metido en casa o se ha colado en la de familiares o amigos muy cercanos, todos profesionales preparadísimos y cualificadísimos con trabajos estables y muchos años de experiencia.
Lo que hoy quería comentar es que tres de estas personas, por las que yo estúpidamente hubiera puesto la mano en el fuego de que jamás irían al paro, me han contado estas últimas semanas que si las cosas siguen así de chungas, si ellos no encuentran algo decente o sus cónyuges se quedan también con una mano detrás y otra delante, emigrarán sin dudarlo. Uno a Alemania, otro a Reino Unido y otro a Estados Unidos.
Y de verdad no ponían cara de broma al decirlo. Dos de ellos tienen niños e hipoteca, y el otro no, pero los tres, cuyo nivel de inglés, por cierto, es más que aceptable, me aseguraban serios pero sin dramatismos que como la cosa no mejore agarrarán el portante y, hala, al extranjero a buscarse la vida, que seguro que allí valoran mucho más su preparación y su esfuerzo que en este país de pandereta, de sinvergüenzas y de enchufados.
Yo no sé bien qué pensar. A veces sospecho que lo suyo es un farol y que llegada la hora de la verdad, salvo que lleguen a una situación muy, muy extrema, no tendrán cojones de abandonar España y todo lo que España significa para ellos: familia, amigos, raíces, recuerdos y sentimientos. Pero otras veces los noto tan encabronados y obcecados que no me extrañaría nada que cumplieran su promesa.
Yo les digo que, con independencia de mi situación laboral y económica, y salvo situaciones límite, a mí no me sacan de España ni con agua caliente. Ellos me hablan de mejorar, del derecho que todos tenemos a que se premie nuestra valía, a que se nos pague conforme a nuestras capacidades, y yo les digo que, si es por eso, se podían haber largado hace diez años porque ya entonces en Inglaterra les habrían pagado el triple de sueldo por lo mismo que hacían aquí.
Si peligran gravemente su profesión, su dignidad, su bolsa y sus hijos, puedo ser comprensivo, pero la cuestión está en los límites: ¿cuánto deben aguantar antes de pirarse a Londres, a Munich o a Jersey? Porque para mí la emigración, en principio, es un acto vergonzante que hay que evitar como sea, primero por uno mismo y segundo por un mínimo sentido de solidaridad y de patriotismo. Habría que valorar si al que emigra en realidad no le queda otra salida para subsistir o es que prefiere huir a tiempo, como las ratas del barco, en vez de quedarse a bordo remando y achicando agua, arrancándose provisionalmente los galones de capitán para bregar como un marinero.
Doy por sentado que el que emigra en estas tesituras no lo hace por gusto, pero la pregunta es: ¿hasta dónde estaríamos dispuestos a perder dinero, categoría profesional, o a reducir nuestro nivel de vida, antes de hacer las maletas y coger el avión solo de ida?; ¿lo haríamos solo por los hijos en caso de necesidad o también por nosotros mismos simplemente porque viéramos una buena oportunidad de mejorar nuestro estatus?
Para mí responder a esto quizá es más fácil por diversos motivos, entre ellos mi escaso conocimiento de idiomas, mi comodidad y mi provincialismo impenitente, que me hacen huir como de la peste de todo experimento extranjerizante y de todo cambio en mis costumbres sagradas (salvo peligro de muerte). Pero a mayores están las razones patrióticas ya apuntadas: ¿no es más noble intentar quedarse aquí, arrimar el hombro y sacrificarnos para sacar a España del agujero en vez de abandonar la Patria en sus momentos más difíciles?
No veo claro en qué podría consistir lo de arrimar el hombro. Entiendo, por lo del capitán y los galones, que sería aceptando trabajos de inferior categoría, pero eso con eso podrían mejorar su propia situación pero no la de España (a fin de cuentas el trabajo que ellos cogieran mantendría en el paro a otro candidato).
ResponderEliminarDe hecho, económicamente, cuando se vayan al paro a España le saldría más rentable que tus amigos salieran del país pues creo que durante ese tiempo perderían su derecho a cobrar el paro y dejarían de ser una carga (económicamente hablando, subrayo). Aunque tengo claro que de irse nadie lo hace por amor a la patria sino por (legítimo) egoísmo.
Ya que tus amigos valen tanto, la única manera que yo veo de hacer algo útil por España es que creen empleos, aunque sean sólo los suyos propios y se pongan de autónomos, produzcan algo y así sí mejore, con su pequeño granito de arena, la economía. Por lo que sé los autónomos sí saben qué es eso de "arrimar el hombro", aunque sea por su propio negocio.
En cualquier caso espero que haya suerte y mejore la situación de tus amigos y así no tengan que plantearse nada. Pero si se van, pregúntales por cuánto me malvenden sus pisos.
Saludos.
Una pequeña reflexión en forma de parábola, Sr. Neri, a cuenta de su interesante post:
ResponderEliminarSi un día, al llegar a nuestra casa, descubrimos que se nos ha llenado de gente extraña, que pulula por nuestra cocina, saquea nuestro frigorífico y se acuesta en nuestra cama ¿qué haríamos? ¿huir de nuestra casa y meternos como "ocupas" en la casa de un vecino o echar a los intrusos?
Luego nos enteramos de que los que han invadido nuestra casa lo han hecho con la aquiescencia y aplauso del portero de la finca, que les ha dado, además, la clave de nuestra tarjeta de crédito para mayor comodidad de los foráneos.
¿Qué es mejor, intentar buscar un portero así de hijoputa en otra vivienda para que nos favorezca a nosotros, o volarle los huevos al nuestro con una recortada?
Casi nadie emigra por placer, sino por necesidad o por expectativas de mejora. La especie humana es nómada y exploradora, y los españoles los que más: somos los únicos que hemos emigrado de forma intensiva durante siglos a otro continente. Si actualmente volvemos a emigrar, después de un par de décadas de bienestar, seguiremos la tendencia histórica que nos caracteriza, está en nuestro ADN.
ResponderEliminarLo que sí es preocupante es que los actuales emigrantes españoles no son precisamente los menos cualificados, sino todo lo contrario: se han formado en España, y rendirán servicios fuera. Uno éxito extraordinario, un indicador de la calidad de los políticos que nos gestionan.
Tengo dos hijas en la Universidad, una en Industriales y otra en Químicas, con un nivel muy alto de inglés, y aprendiendo a marchas forzadas alemán. No tienen la menor intención de quedarse en un país que las va a valorar infinitamente menos que cualquier putilla de los programas de telebasura. ¿Le extraña que piensen en marcharse? A mi no.
Sr. Neri, ¿habla usted de patriotismo? Quizá en otros tiempos esa palabra expresara el sentir general; no hoy.
ResponderEliminarUn ciudadano estadounidense, un inglés, un alemán... Todos ellos, ante una coyuntura adversa, se preguntan qué pueden hacer por el Estado. El español, en cambio, piensa en qué puede hacer el Estado por él.
Hay barcos en los que da mala gana remar, y uno de ellos es éste. Hemos creado un Estado Social en el que todo el mundo se cree con derecho a que el Estado le provea de todo sin ofrecer nada a cambio: Sanidad, Educación, seguridad ciudadana, asignación económica...
Mientras todo iba bien y el barco avanzaba, merecía la pena seguir remando. Pero ahora es distinto: ahora nos hundimos y la disyuntiva es quedarse y hundirse con el barco o largarse y salvar a la familia.
Posiblemente esas personas cercanas de las que usted habla se hayan cansado de arrimar el hombro y achicar agua mientras unos cuantos están tomándose unos daiquiris en el bar del castillo de proa. Posiblemente estén más que hartas de que no se valore su derroche de esfuerzo y conocimientos por mantener el barco a flote.
Entonces, ¿por qué no enrolarse en la tripulación de otro navío? Quizá ahí sí sepan valorar su esfuerzo.
Posdata: como soy muy torpe poniendo enlaces, le remitiré a la vieja usanza al siguiente post.
http://unpararrayosenmisombrero.blogspot.com/2011/07/mi-ciudad-en-dias-oscuros.html
Lo que yo he visto a mi alrededor no es gente que dice "que se va a ir", sino gente que te dice "mañana me voy", o "dentro de una semana me voy".
ResponderEliminarY se van.
Lo otro es un desideratum, pero no se van ni a tiros.
Yo pienso que los españoles somos los que tenemos que sacar las castañas del fuego y dar un vuelco a la situación. Nadie, ni políticos ni extranjeros, van a solucionar nuestros problemas.
ResponderEliminarTengo a seis sobrinos trabajando fuera de España desde hace unos años. Los veo con cierta frecuencia (Navidades, bodas, entierros y esas cosas). Nunca les he oído la palabra «emigración». Ellos ya no lo viven así. Sencillamente viven a dos, tres o seis horas de un vuelo barato. Es decir, viven a menos tiempo del que pueda suponer desplazarse entre dos ciudades españolas mal comunicadas. Para mí es inconcebible, ellos, en cambio, no entienden siquiera dónde está el problema. Para mí sería un fracaso vital, para ellos mi vida arraigada sería una condena. Las cosas han cambiado. Respecto a la patria… La patria es la infancia, como dijeron los poetas. Aparte de esa verdad, ¿qué es la patria?
ResponderEliminarLa solución es hacer emigrar a otros, aunque sea a la fuerza.
ResponderEliminarJajajaja estoy con el Ultimo de Filipinas, un avioncito en la puerta del Congreso, otra en la del Senado.... sí otra en la Zarzuela y vengaaaa viajecito pagado a cualquier islote perdido y encima los dejamos allí en plan reality, con un par de sacos de arroz, una caña de pescar y unos banqueros controlando aquello.
ResponderEliminarEntendería el tema del patriotismo en un país que necesita trabajadores pero ... ¿en uno al que le sobran? Ir fuera a buscar dinero para gastar dentro no me parece perjudicial para el estado. En absoluto.
ResponderEliminarMe ha parecido muy acertado el comentario de Luxindex, tanto en los matices sobre la "emigración" actual como en la pregunta sobre la patria.
ResponderEliminarEs cierto que, de momento, la gente que se va a trabajar fuera de España lo hace porque quiere mantener un nivel de vida medio o alto. No conozco hasta ahora ningún caso cercano de gente que se esté marchando por auténtica necesidad y que se vaya a la aventura a trabajar de lo que sea.
Como dicen Zorro de Segovia y Luxindex, lo habitual es que estas personas que trabajan fuera sigan muy vinculadas con España, así que es posible que su contribución a la patria sea globalmente más positiva que negativa.
Saludos a todos.
Sr. Neri, no quisiera extenderme mucho:
ResponderEliminarTengo casi 22 años y la posibilidad de emigrar es una opción incluso antes de acabar mi formación. Me penaría por dos razones: una por el arraigo familiar y cultural que tengo a este país, a mi ciudad, a la sociedad en la que nací y crecí como persona; en segundo lugar, tomar un avión sin billete de vuelta sería una ingratitud con el país que ha invertido en mi formación, sanidad y bienestar, como en el de todos, mucho dinero y seguramente esfuerzo, además de cuanto en mi familia se ha hecho por mí.
Pero en este país de muchos lazarillos y pocos quijotes vemos los jóvenes un futuro poco agradecido. Quizá en otro sitio simplemente se valore más el esfuerzo, la preparación y la honestidad del trabajo.
Hola.
ResponderEliminarSoy nueva por estos lares.
Tengo una hermana que ha emigrado.
Es abogada y estudia Contabilidad y Finanzas, su marido era electricista en un pueblo pequeño que se vino a la capital en busca de un trabajo mejor pagado.
Compraron una vivienda, pagan 600 € de hipoteca. El se quedó en el paro hace más de un año, a ella la empresa le dijo que se iba a Castellón o al paro.
Se fueron a Castellón, el sin trabajo y ella cobrando cuando había dinero (con hipoteca y alquiler). Empezaron a conformarse cada vez con menos pero el banco no se conformaba con no cobrar sus 600 € mensuales y el casero del piso alquilado tampoco.
Mi cuñado encontró trabajo en Inglaterra y allí se fué, mi hermana aguantó cuanto pudo pero ya no se trataba de conformarse con poco sino de comer, tener un techo, agua y luz. Ahora los dos trabajan en Inglaterra y en la familia muchos nos planteamos seguirles.
Me gusta como escribe y me gusta su blog.
Un saludo.
¿Un acto de patriotismo? No gracias ... llevo 7 años trabajando en el extranjero porque esta harto de financiar con mis impuesto a la sarta de políticos corruptos, funcionarios vagos y trabajadores subsidiados de este país. ¿Patriotismo? Que los políticos dimitan, los funcionarios se bajen el sueldo un 30 ó 40% como en Grecia (tranquilos, que tocará) y que tantos y tantos trabajadores "trabajen" de verdad como su propio nombre indica ...
ResponderEliminar... y luego ya me pensaré yo si el poco patriota soy yo o ellos.
Porque, en este mundo uno es muy patriota cuando está chupando de la teta de la Patria (con lo que los más patriotas son los políticos, los funcionarios y los trabadores-subsidiados)