En la vida, uno tiene sus filias y sus fobias, algunas más o menos racionales y otras que nacen de las vísceras más profundas sin atenerse a razones coherentes. Mi odio a los bicicleteros, a los que me niego a llamar ciclistas porque me parecen todo menos deportistas (otro día hablo de los ciclistas y de mi pobre opinión sobre ellos), no sé si es fundado o visceral, pero el caso es que los tengo atravesadísimos.
Con bicicleteros me refiero naturalmente a los clásicos cretinos que se desplazan por la ciudad en bicicleta cuando es evidente que nuestras ciudades no están ni mucho menos acondicionadas para la circulación en este sano medio de transporte (ni yo quiero que lo estén). Los bicicleteros son personas normalmente jóvenes, muy frecuentemente (aunque no siempre) de mentalidad alternativa, que van al instituto, a la facultad, a trabajar y a todas partes montados en sus queridos biciclos, atravesando el centro de la ciudad y utilizando la calzada como si condujeran un coche.
En primer lugar, casi toda esta gente tiene la maldita costumbre de ir siempre por todo el medio de la calle, por lo que, debido a la escasa velocidad que alcanzan, terminan ralentizando y jodiendo a todos los automovilistas del carril, que no pueden aventurarse a adelantarlos sin poner en grave peligro la circulación.
En segundo lugar, conducen de una forma mezquina, haciendo lo que les sale del moño, apuntándose a todas las ventajas de conducir un coche (ir por el medio de la calzada), pero también a las propias de llevar un vehículo pequeño como el suyo, es decir zigzagueando entre los demás vehículos, saltándose los semáforos si ven que no viene nadie y conduciendo por las aceras, los muy cabrones, cuando se tercia.
Precisamente, que conduzcan por las aceras, a la velocidad que sea, es lo que más me cabrea de los bicicleteros. Y que conste que la culpa no la tienen sólo ellos, sino la policía municipal, que casi siempre hace la vista gorda. Si de mí dependiera, a cada uno que viera montado en la bici en una acera, se la quitaba durante un año sin contemplaciones.
Luego ya está el tema socio-político del carril-bici del demonio. En mi ciudad y en otras muchas de Castilla y León han hecho varios carriles-bici en los últimos años, sin que ello haya respondido a ninguna demanda social real. Basta que alguien lo pida para que nadie se atreva a negarlo, pues hacerlo sería muy políticamente incorrecto y muy poco ecológico, sostenible y esas mamarrachadas. El caso es que por ejemplo, el carril verde que en mi municipio une los principales centros universitarios, atravesando calles muy céntricas, no lo usa ni el Tato. Ves de vez en cuando, cada una o dos horas, a un bicicletero suelto. Y claro, como nunca se utiliza, al final los peatones lo invaden y es como si no existiera. En definitiva, un derroche y una sandez, además de algo que machaca la estética y la funcionalidad de los cascos históricos y de cualquier vía pública.
Lo que tenían que hacer los bicicleteros es irse a pedalear al campo o a su pueblo y dejar de tocarnos a todos la gaita.
Y luego, encima, hay una cosa secundaria (allá ellos), que a mí siempre me suscita mucha curiosidad: ¿cómo son capaces de ir a clase o a trabajar después de recorrer en bici varios kilómetros, cuando lo normal es que, sobre todo en verano, lleguen sudando como gorrinos? Cualquiera se sienta cerca de un bicicletero de estos…
Con bicicleteros me refiero naturalmente a los clásicos cretinos que se desplazan por la ciudad en bicicleta cuando es evidente que nuestras ciudades no están ni mucho menos acondicionadas para la circulación en este sano medio de transporte (ni yo quiero que lo estén). Los bicicleteros son personas normalmente jóvenes, muy frecuentemente (aunque no siempre) de mentalidad alternativa, que van al instituto, a la facultad, a trabajar y a todas partes montados en sus queridos biciclos, atravesando el centro de la ciudad y utilizando la calzada como si condujeran un coche.
En primer lugar, casi toda esta gente tiene la maldita costumbre de ir siempre por todo el medio de la calle, por lo que, debido a la escasa velocidad que alcanzan, terminan ralentizando y jodiendo a todos los automovilistas del carril, que no pueden aventurarse a adelantarlos sin poner en grave peligro la circulación.
En segundo lugar, conducen de una forma mezquina, haciendo lo que les sale del moño, apuntándose a todas las ventajas de conducir un coche (ir por el medio de la calzada), pero también a las propias de llevar un vehículo pequeño como el suyo, es decir zigzagueando entre los demás vehículos, saltándose los semáforos si ven que no viene nadie y conduciendo por las aceras, los muy cabrones, cuando se tercia.
Precisamente, que conduzcan por las aceras, a la velocidad que sea, es lo que más me cabrea de los bicicleteros. Y que conste que la culpa no la tienen sólo ellos, sino la policía municipal, que casi siempre hace la vista gorda. Si de mí dependiera, a cada uno que viera montado en la bici en una acera, se la quitaba durante un año sin contemplaciones.
Luego ya está el tema socio-político del carril-bici del demonio. En mi ciudad y en otras muchas de Castilla y León han hecho varios carriles-bici en los últimos años, sin que ello haya respondido a ninguna demanda social real. Basta que alguien lo pida para que nadie se atreva a negarlo, pues hacerlo sería muy políticamente incorrecto y muy poco ecológico, sostenible y esas mamarrachadas. El caso es que por ejemplo, el carril verde que en mi municipio une los principales centros universitarios, atravesando calles muy céntricas, no lo usa ni el Tato. Ves de vez en cuando, cada una o dos horas, a un bicicletero suelto. Y claro, como nunca se utiliza, al final los peatones lo invaden y es como si no existiera. En definitiva, un derroche y una sandez, además de algo que machaca la estética y la funcionalidad de los cascos históricos y de cualquier vía pública.
Lo que tenían que hacer los bicicleteros es irse a pedalear al campo o a su pueblo y dejar de tocarnos a todos la gaita.
Y luego, encima, hay una cosa secundaria (allá ellos), que a mí siempre me suscita mucha curiosidad: ¿cómo son capaces de ir a clase o a trabajar después de recorrer en bici varios kilómetros, cuando lo normal es que, sobre todo en verano, lleguen sudando como gorrinos? Cualquiera se sienta cerca de un bicicletero de estos…
Paso rápidamente por el blog, y me guardo la dirección para leerlo con más detenimiento.
ResponderEliminarSaludos y felices fiestas,
Sara.
Pues Neri, creo conocer la causa de tu aversión, y pienso que en el fondo dicha fobia, no es a los bicicliteros, sino que mas bien es al vehículo en sí. Este odio tan irracional te viene sin duda alguna desde un ostión memorable que sufriste en tus carnes manejando uno de estos biciclos en tu más tierna juventud cuando bajabas a toda leche por una cuesta interminable con tu bici de paseo, con el resultado de fisura de pulgar.
ResponderEliminarEn mi caso, últimamente (de dos o tres meses para acá) he descubierto que ir en bici por la ciudad, es cómodo, rápido (más que en coche) y lamentablemente poco seguro, lo que me ha llevado a utilizarla bastante menos de lo que me gustaría precisamente, por la ausencia de carriles bici.
Tengo que argumentar a favor de este medio de transporte, que es el medio más utilizado en ciudades mucho más avanzadas que las españolas en toda europa, y a diferencia de nuestro país, no es un medio de transporte politizado (en España parece ser exclusivo y acaparado por pensamientos de izquierda, pero al igual que otras cosas como la solidaridad, la tolerancia, simplemente por conveniencia electoral....) y se utiliza por todo tipo de personas, independientemente de ideas, edades, sexos y condiciones sociales.
De hecho en muchas ciudades españolas, los ayuntamientos han puesto en marcha acciones para que se utilice más la bici (alquileres gratuitos o muy baratos, puntos de entrega y recogida repartidos...) que han tenido un cierto éxito y que estoy convencido que, si las infraestructuras fueran las adecuadas, hubieran tenido muchísimo más acogimiento.
A sí que ¡CARRIL BICI YA!
Hubo un tiempo, hará unos 4 años, en que yo quise ser bicicletero; bueno, sólo lo justo para ir al curro y volver. Me duró la tontería una semana porque yo lo pasaba fatal entre las cuestas de subida (malas por el esfuerzo antihigiénico señalado por Neri y mi falta de fondo físico) y las de bajada (peores porque la bici se embalaba y el puto empedrado del suelo hacía que mi bici traqueteara como un demonio).
ResponderEliminarLa probé un día también en Pucela, mucho más llana en sus pendientes y asfaltados, pero pasé un miedo horrible yendo pegado a la acera y sintiendo los coches pasarme al lado a cierta velocidad y con escaso margen.
En una ciudad llana no se tiene por qué sudar más en bici que andando, pero salvo que tengas el carril bici justo al lado y llegue hasta tu destino, no es buen hábitat para el velocípedo. Al menos para los que tenemos más miedo que vergüenza.
Saludetes.
Yo creo que hay ciudades donde si se debe promover el uso de las bicis y acondicionar las ciudades, pero que no hagan el tonto en otras ciudades, como Jaén, a nadie se le ocurre ir en bici con la de cuestas que hay, vamos que no hay ninguna zona llana. Y encima hacen el idiota poniendo un carril bici de apenas unos kilómetros en una sola calle al lado de la universidad.
ResponderEliminarPero vamos, a mi me molestan mas los niños con los monopatines, bajando a toda velocidad esquivando a las personas...
Yo creo que el problema es que la mayoría de las ciudades españoles no están preparadas para circular en bicicleta y que la mayoría somos muy cómodos y preferimos ir en coche (que por tanto adquiere toda la prioridad), con lo cual es sumamente suicida aventurarse con la bici.
ResponderEliminarAdemás, como bien han comentado, parece que lo de poner un carril bicil muchas veces es sólo por figurar en los programas electorales sin fijarse en las necesidades reales a la hora de situarlos.
En Amsterdam en cambio, es sorprendente lo bien que está preparada la ciudad para que todos se muevan en bici. Hay aparcamientos específicos (incluso a las entradas de las estaciones) y todas las vías disponen de su carril para bici entre el de coches y la acera (y con sus correspondientes semáforos independientes). Allí aunque llueva, lleves al perro o al niño a la guardería, la gente se mueve en bici (que por cierto, están preparadas también con sus sillitas de niño, su plástico para la lluvia o su cestita para llevar la compra).
Todavía queda mucho por recorrer para que aquí cambie la mentalidad, pero desde luego sería una buena forma de que haya menos contaminación (tanto de humos como de ruidos) y solucionar problemas de aparcamiento.
Comparto totalmente la opinión del autor sobre los bicicleteros, especie urbana especialmente molesta sólo superada por sus cercanos parientes los ciclomoteros, que a las cualidades expuestas añaden la de ser una especie especialmente ruidosa y enervante. Ambas especies han usurpado un hábitat que no les corresponde y son generadoras constantes de situaciones de peligro.
ResponderEliminarHablando de peligro, hay una subespecie, el ciclista dominguero, que, además de molesta, es especialmente peligrosa por la ausencia total de materia gris en su primitivo cerebro.
Esta subespecie dañina, acostumbra a circular por vías interurbanas, preferiblemente por las de arcén más escaso o inexistente. Suelen aguparse en bandadas que gustan de situarse en paralelo en columnas de dos o más ejemplares, obligando a los conductores a peligrosas maniobras para esquivarlos. Actualmente están sobreprotegidos por la ley, que cae con su peso más avasallador sobre cualquier conductor que se lleve por delante algún ejemplar, aunque el atropello haya sido culpa exclusiva del animal pedaleante. Dada su superpoblación, soy partidario de que se levantase la veda sobre esta enojosa especie.
Hola a todos. Yo creo que una tontería mayor que ir en bici por una ciudad que no está acondicionada a tal efecto, es conectar una bicicleta a un árbol hortera para vendernos la moto de que con el pedaleo del velocípedo todos nos ahorramos una pasta en la luz de los adornos navideños.
ResponderEliminarMucha más tontería es cuando dicho árbol sólo está conectado a las bicis de forma anecdótica porque casi todo el día chupa corriente de la buena y de la que pagamos los pobres consumidores de nuestro bolsillo.
Pero, Malloladas aparte, si la ciudad es apta y hay carriles bici no veo ningún problema en ellas.
¡Un abrazo, don Al!
Suscribo lo que dice en este post yo no me he dado una leche montando en bicicleta pero algún cretieno que iba montado en ella casí me atropella,entre las macetas,coches y bicicletas el pobre peaton no puede ir por la cera.El ciclista como tú dice aprovecha las ventanas del coche y las del peaton,circulan en sentido contrario van por la cera y los carriles bicis siempre estan vacios y luego se quejan.
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