La derogación del matrimonio homosexual debería respetar los derechos adquiridos (cómo no) |
Mientras oíamos en la radio una
noticia del Orgullo gay, un amigo me ha preguntado, medio en serio, medio en
broma, qué haría yo, si estuviera en el poder, con el matrimonio homosexual. Que
si derogaría la ley que lo ampara.
Soy consciente de que ni uno solo de los actuales partidos políticos, por muy conservador que se considere, se atrevería a dejar sin efecto el “marimonio”. Hasta los besacirios de Vox dicen que solo es un problema “semántico” y que están a favor de regularizar estas uniones pero llamándolas de otra manera. Qué asco.
Pero yo a mi amigo le he respondido que sí, que conmigo se acabaría toda posibilidad de que esta gente se casara.
— ¿Y con los que ya están casados que harías?
— Pues hombre, una derogación con efectos retroactivos sería una medida demasiado abrupta. Después de todo, no soy fascista.
Pero al cabo de un rato de reflexión, he pensado que me estoy ablandando más de la cuenta, y que lo mejor sería una solución intermedia, es decir no llegar al extremo de aplicar la nueva ley retroactivamente pero sí arbitrar un procedimiento sencillo, ágil y gratuito (sin necesidad de abogado ni nada) para anular el vínculo de aquellas parejas homosexuales que lo desearan. Y a la vez, por supuesto, incentivar de algún modo efectivo estas anulaciones simplificadas. Se me ocurre, por ejemplo, que estaría bien otorgar algún beneficio fiscal a los que se animaran, facilitarles el acceso a ciertas ayudas o a la vivienda, o, qué sé yo, exigir como requisito para ejercer la enseñanza, acceder a un puesto en la Administración o a un cargo público no estar casado en virtud de la deleznable ley de Zapatero...
Pero siempre respetando la libertad, ¿eh? Y sin aberraciones jurídicas ni retroactividades. Los maricas que quieran seguir casados, adelante.
Soy consciente de que ni uno solo de los actuales partidos políticos, por muy conservador que se considere, se atrevería a dejar sin efecto el “marimonio”. Hasta los besacirios de Vox dicen que solo es un problema “semántico” y que están a favor de regularizar estas uniones pero llamándolas de otra manera. Qué asco.
Pero yo a mi amigo le he respondido que sí, que conmigo se acabaría toda posibilidad de que esta gente se casara.
— ¿Y con los que ya están casados que harías?
— Pues hombre, una derogación con efectos retroactivos sería una medida demasiado abrupta. Después de todo, no soy fascista.
Pero al cabo de un rato de reflexión, he pensado que me estoy ablandando más de la cuenta, y que lo mejor sería una solución intermedia, es decir no llegar al extremo de aplicar la nueva ley retroactivamente pero sí arbitrar un procedimiento sencillo, ágil y gratuito (sin necesidad de abogado ni nada) para anular el vínculo de aquellas parejas homosexuales que lo desearan. Y a la vez, por supuesto, incentivar de algún modo efectivo estas anulaciones simplificadas. Se me ocurre, por ejemplo, que estaría bien otorgar algún beneficio fiscal a los que se animaran, facilitarles el acceso a ciertas ayudas o a la vivienda, o, qué sé yo, exigir como requisito para ejercer la enseñanza, acceder a un puesto en la Administración o a un cargo público no estar casado en virtud de la deleznable ley de Zapatero...
Pero siempre respetando la libertad, ¿eh? Y sin aberraciones jurídicas ni retroactividades. Los maricas que quieran seguir casados, adelante.