Una de las comedias que más me
entusiasmaron en mi preadolescencia fue la primera entrega de Cocodrilo Dundee
(1986), que narraba, con ingredientes humorísticos, románticos y hasta ecologistas, las aventuras en Nueva York de un exótico y rústico cazador
de cocodrilos australiano. Su éxito comercial se debió al actor
protagonista (el showman televisivo Paul Hogan), a su ingenioso guión (candidato
al Oscar) y a esa pegadiza melodía del compositor australiano Peter Best que a mí
me sigue evocando canguros, reptiles gigantescos y naturaleza en estado puro.
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