Fritos nos tienen ya con el tema |
Hay unas cuantas cosas que no
entiendo sobre el fenómeno denominado “violencia de género” ni sobre su
tratamiento jurídico y mediático.
Para empezar no me trago que un
marido o novio se ponga a dar palizas a su pareja de un día para otro, sin una
previa, larga y progresiva escalada de agresividad iniciada seguramente por leves
vejaciones, seguida por gritos o insultos, y culminada por agarrones y
empujones que poco a poco vayan dando paso a los golpes a medida que se
envalentona el canalla. De hecho, estoy convencido de que en la mayoría de los
casos los síntomas de agresividad se manifiestan de un modo u otro desde las
primeras fases de la relación amorosa. Por eso no pillo por qué algunas mujeres
consienten desde el principio determinados comportamientos chulescos y
humillantes que, a todas luces, solo pueden desembocar en unos guantazos en el
mejor de los casos. Solo se me ocurren dos explicaciones: que a estas señoras
les pongan los macarrillas y les vaya la marcha, o bien que dependan económicamente
del maromo y prefieran los garbanzos seguros a su integridad personal, algo muy
difícil de comprender en plena era de la igualdad, de la emancipación de la
mujer y del feminismo despechugado al estilo Femen. Además, qué tonto soy, cómo
puedo decir lo de la independencia económica cuando las feministas ya nos han
demostrado científicamente que las profesionales con trabajo e ingresos
propios reciben tantas palizas como las amas de casa que viven del sueldo de su marido…
Tampoco entiendo por qué esta
lamentable lacra social ha sido regulada en nuestro país de un modo tan especial,
casuístico, discriminatorio e injusto, llegando a invertirse la carga de la
prueba en el proceso penal a favor de la mujer supuestamente agredida, de modo
que si esta afirma que su compañero la ha sacudido tendrá que ser él quien
demuestre lo contrario. Vamos, que si a tu señora se le cruzan los cables o
tiene una mala regla, y se presenta en comisaría inventándose que la has
arreado dos bofetones, no te libra de pasar la noche en el calabozo ni la
Virgen del Carmen. Además yo me pregunto por qué esta conducta, que se tipifica
como agravante del delito de lesiones, solo puede tener a la mujer como sujeto
pasivo, o sea que si es él quien recibe una agresión de su señora (que bien
podría suceder, que para eso ya somos iguales), a la violenta solo la pueden condenar
de seis meses a tres años de prisión en vez de los dos años a cinco que se
aplicarían si fuera al revés.
A estas un marido con mano dura les vendría como el comer |
Por último, escapan por completo a
mi intelecto los motivos de la reforma legislativa llevada a cabo en Inglaterra
para que todas las mujeres puedan acceder al historial de “violencia machista”
de sus parejas. Esta medida recién adoptada permite a las chicas británicas solicitar
a la policía un informe sobre los antecedentes de violencia de género de sus
nuevos novios para estar prevenidas y poder eludir episodios de maltrato. Me
parece que semejante ley entra en el terreno del más puro surrealismo por
contradecir de lleno la lógica natural del enamoramiento, que se basa en
la ilusión y la confianza, y resulta incompatible con esas actitudes de
espionaje precautorio que se pretenden fomentar. Ya estoy imaginándome
situaciones extravagantes, de locos, como que Jane se enamore de Peter en un
bar de copas un sábado por la noche y acuda el lunes a comisaría a preguntar si
maltrataba a sus ex novias, por si acaso, oiga, que más vale prevenir que
curar. También tengo curiosidad por saber si la poli exigirá a la interesada
alguna acreditación de la relación sentimental (que a saber cómo se demuestra)
o darán fotocopias de la ficha al buen tuntún, a cualquier vecina cotilla que
pueda interesarse por los intríngulis de la vida del sujeto. Y por último no he
visto que en ninguna noticia se especifique si los antecedentes a los que se
dará acceso serán los policiales o los penales, aunque todo apunta a que se
trate de los primeros teniendo en cuenta quién los suministra. ¡Viva la
presunción de inocencia!