Los anuncios de juguetes de chicos son todos calcados, aparte de que al final hay pocas marcas y por lo tanto poca variedad de ideas. Invariablemente, cuando se publicitan coches, circuitos de carreras, robots de lucha o convertibles, juegos de aventura, figuras de animación, etc, siempre ponen una voz en off masculina, decidida, rotunda, hablando muy deprisa e incitando naturalmente a toda clase de prácticas ultrafascistas del estilo a “Vence a todos con tu pista Patatín” o “derrota a tus enemigos con las armas implacables de Super-Fulanín”, o “serás invencible con el robot de combate Mengano, que puede lanzar misiles”. Vamos, una cosa de tíos duros; una especie de escuela para darse de ostias en el futuro o competir a saco, sin miramientos y sin tomar en cuenta los valores propios de la “igualdad de oportunidades”.
Luego te fijas en los anuncios de niñas y es de traca. Lo primero te ponen una canción más dulzona que el algodón de azúcar, generalmente interpretada por un coro femenino o infantil, describiendo con ripios en qué consiste el juguete. Pongo algunos ejemplos semi-inventados: “En la casita de Blancanieves / los enanitos vienen de trabajar / y las mesita ya está dispuesta / para que se puedan sentar”, o peor aún: “Con la pastelería Patatín / podrás hacer pastelitos / para celebrar tu festín / e invitar a tus amiguitos / tralarí, tralarí”. Me da vergüenza ajena hasta escribirlo.
Además, los juguetes para niñas y sus mensajes comerciales, diga lo que diga Aído, siguen estando dirigidos con toda claridad a fomentar la coquetería, el instinto maternal y el aprendizaje de las tareas domésticas, que es lo que les gusta a ellas por naturaleza, coño, por mucho que vean a su papá acoquinado por la bruja de su mamá y obligado a poner lavadoras, a planchar o a tender… Todos estos anuncios son como gotas de agua. Cuando no son de la “Bebita enfermita”, son de “Beibi Ricitos”, para que peinen al muñeco de turno, o de la “Casita del Mundo Mágico” para que lo tengan todo ordenadito, o de la “Fábrica de Magdalenas Pichuli” para que aprendan a hacer postres desde la más tierna edad. Como Dios manda y como debe ser.
Los publicistas saben muy bien a quién dirigirse y cómo vender, y por eso no se andan con soplapolleces ni con politiqueos. Lo que me extraña, ya digo, es que los talibanes del feminismo consientan estas prácticas tan poco disimuladas.