Cualquiera que haya entrado en un ministerio, en una consejería de una comunidad autónoma o en una cámara legislativa
nacional o autonómica se habrá sorprendido, y mucho, de las exhaustivas
medidas de seguridad implantadas en estos edificios oficiales: arcos detectores
de metales, cámaras de vídeo a tutiplén, control de DNI´s, entrega de tarjetas de
visitante, un segurata en cada pasillo, ascensor privado para los ministros…
También impresionan los miles de millones de euros que se destinan en este país
a la seguridad personal de los altos cargos, en especial en las provincias
vascongadas, donde actualmente 3.000 agentes policiales realizan labores de escolta a
políticos. Si ya hablamos de la seguridad privada contratada para custodiar sedes
de organismos públicos y velar por la integridad física de cientos de
mandatarios de las mil y una administraciones de este país, las cifras se
disparan hasta el infinito.
No me atrevo a afirmar que este despliegue de medios sea desproporcionado, pero lo que sí me parece rocambolesco es que, a pesar de todo el presupuesto invertido y de todos los medios técnicos y humanos implicados en proteger a nuestros representantes, un adolescente de 17 años, con una pinta de radical “antifascista” que asusta (estética redskin con cresta incluida), logre acercarse a Mariano Rajoy durante un paseo por las calles de Pontevedra en plena campaña electoral, y arrearle un puñetazo en la cara que ni John Wayne en una de vaqueros. Creo que el episodio es sencillamente increíble y que debería hacernos reflexionar sobre la eficacia de los planes de seguridad, los guardaespaldas y los vehículos blindados que tantísima pasta nos cuestan a todos.
No entiendo para qué sirven todas estas mandangas si después, durante las campañas electorales, las más elementales medidas de protección quedan subordinadas a los intereses electoralistas, hasta el punto de que cualquier ultra con cara de ultra y vestido de ultra pueda plantarse en público delante del Presidente del Gobierno y zurrarle a modo con toda tranquilidad. Menos mal que se contentó con ponerle la cara del revés y no le dio por meterle media docena de navajazos o por dispararle con una pistola, que podría haberlo hecho sin ningún problema. Sinceramente, viendo el vídeo da toda la impresión de que cargarse a Rajoy es más fácil que coser y cantar, y no creo que en estos tiempos de atentados yihadistas con autoinmolaciones incluidas convenga evidenciar estos agujeros insondables en las medidas de seguridad de nuestros gobernantes. No es por nada, vamos. Solo por no dar ideas.
No me atrevo a afirmar que este despliegue de medios sea desproporcionado, pero lo que sí me parece rocambolesco es que, a pesar de todo el presupuesto invertido y de todos los medios técnicos y humanos implicados en proteger a nuestros representantes, un adolescente de 17 años, con una pinta de radical “antifascista” que asusta (estética redskin con cresta incluida), logre acercarse a Mariano Rajoy durante un paseo por las calles de Pontevedra en plena campaña electoral, y arrearle un puñetazo en la cara que ni John Wayne en una de vaqueros. Creo que el episodio es sencillamente increíble y que debería hacernos reflexionar sobre la eficacia de los planes de seguridad, los guardaespaldas y los vehículos blindados que tantísima pasta nos cuestan a todos.
No entiendo para qué sirven todas estas mandangas si después, durante las campañas electorales, las más elementales medidas de protección quedan subordinadas a los intereses electoralistas, hasta el punto de que cualquier ultra con cara de ultra y vestido de ultra pueda plantarse en público delante del Presidente del Gobierno y zurrarle a modo con toda tranquilidad. Menos mal que se contentó con ponerle la cara del revés y no le dio por meterle media docena de navajazos o por dispararle con una pistola, que podría haberlo hecho sin ningún problema. Sinceramente, viendo el vídeo da toda la impresión de que cargarse a Rajoy es más fácil que coser y cantar, y no creo que en estos tiempos de atentados yihadistas con autoinmolaciones incluidas convenga evidenciar estos agujeros insondables en las medidas de seguridad de nuestros gobernantes. No es por nada, vamos. Solo por no dar ideas.
Más que de acuerdo. Los responsables de seguridad deben ser destituidos y un plan contra contingencias elaborado.
ResponderEliminarEs un hecho grave y lejos de quitarle relevancia, deberíamos estar preocupados.