domingo, 31 de agosto de 2014

¿MARIDO Y MUJER?



He observado que cada vez es más habitual que las personas que conviven sin estar casadas utilicen los términos “marido” y “mujer” para referirse en público a su pareja. Del mismo modo, los terceros también tienden a emplear esta nomenclatura, reservada en teoría a los matrimonios, cuando hablan de personas arrejuntadas. Esta curiosa actitud, mucho más frecuente cuando hay hijos, no solo no me gusta nada, sino que además no alcanzo a entenderla bien. Si un hombre y una mujer han decidido libre y voluntariamente cohabitar sin vínculo matrimonial, ni civil ni religioso, me parece absurdo que después pretendan pasar por casados ante la sociedad.

De todos modos no hace falta ser Einstein para intuir por dónde van los tiros.

Nos guste o no, en los últimos años el cambio cultural en esta materia ha sido radical. Si hace treinta años los amancebados eran una pequeña minoría de descreídos recalcitrantes que incluso hacían gala de su situación (que a menudo era una pose política o antirreligiosa), hoy en día se ha disparado el porcentaje de jóvenes que pasan de celebrar boda de ningún tipo incluso después de traer niños al mundo. Además las razones de ahora distan mucho de cualquier idealismo. La decisión de no casarse suele ser de lo más pragmática, sobre todo en estos tiempos de crisis: ahorrarse los gastos derivados del casorio; evitar los efectos jurídicos de los regímenes económicos matrimoniales; poder separarse en el futuro sin jueces ni costes; gozar de una mayor sensación de libertad atenuando las obligaciones, y, en muchísimos casos, no reincidir en la experiencia matrimonial que uno o los dos miembros de la pareja ya han sufrido de forma traumática.




El caso es que ahora ya son demasiadas las parejas que conviven sin más, llegándose a la situación de que a veces conocemos a una y no tenemos ni idea de si ha pasado o no por la vicaría y ni se nos ocurre preguntar, claro. En estos casos de duda, la prudencia aconseja manejar los conceptos sociales de “marido” y “mujer”, aún arraigados y mayoritarios, como una especie de comodín.

Pero la cosa no suele cambiar demasiado cuando sí se sabe a ciencia cierta que alguien no está casado con la persona con la que vive o tiene familia. El motivo es que en un país de fuertes raíces católicas como el nuestro, la terminología dedicada a las uniones de hecho es escasa y bastante estridente en los tiempos que corren, por lo que el personal suele cortarse antes de emplear sustantivos como “manceba”, “concubino” o “barragana”, que todo el mundo interpretaría como insultos dada la carga negativa que han tenido durante siglos. 

Por supuesto que existen en castellano varios eufemismos de nuevo cuño que sí se han manejado con soltura hasta hace poco, como “pareja”, “compañero/a”, “chico/a” o “novio/a”, pero reconozcamos que también chirrían socialmente lo suyo, sobre todo en ciertos contextos. Preguntarle por “su novio” o “su chico” a una tía de 40 tacos con dos churumbeles suena como mínimo ridículo. 

Lo de “pareja”, que a mí, dentro de lo malo, me parece el vocablo más acertado, cada vez está cayendo en mayor desuso frente al “marido” y “mujer”. ¿Por qué? Porque en una sociedad donde la mayoría todavía se casa, gracias a Dios, pero donde todos queremos ser los más progres (de boquilla), muchos no se atreven a utilizar esta palabra porque tienen la sensación de estar etiquetando a los aludidos al poner de manifiesto, sin que nadie haya preguntado, la irregularidad de su convivencia. Esta es la misma razón que alegan los propios afectados para emplear los términos tradicionales (e inadecuadísimos en su caso): no quieren dejar patente a cada momento, ante personas desconocidas, cuál es su modo de vida, su estado civil o su forma de entender la relación amorosa. Claro que yo me pregunto por qué no se han casado si tanto les preocupa parecer diferentes. 

Llamar esposo y esposa a quienes no lo son me parece una secuela perversa de la progresía que padecemos cada vez de forma más virulenta, por cuanto contribuye a trivializar y a deslegitimar socialmente el vínculo conyugal, que va perdiendo su identidad a pasos agigantados al confundirse continuamente, en lo terminológico y en lo demás, con todo tipo de uniones con fundamentos y efectos que nada tienen que ver.

Una sola cosa "en defensa" de quienes emplean mal estas palabras es que resulta incomodísimo estar utilizando denominaciones raras y alternativas con las parejas de hecho con las que tratamos todos los días, y que, al menos en apariencia, no se diferencian absolutamente en nada de la mayoría de las oficialmente casadas por la Santa Madre Iglesia, tal es el descafeinamiento de la institución más importante de nuestra sociedad.


Más sobre las parejas de hecho en La pluma viperina: Vivir arrimados

viernes, 29 de agosto de 2014

CIBERGENEROSIDAD


Tanto la generosidad como la mezquindad se notan en los mínimos detalles de cualquier comportamiento. Incluso en la forma de utilizar Internet hay personas que demuestran un gran altruismo y otras que se retratan como ruines y cicateras.

Algunos internautas manejan la red de redes bajo el lema "recíbelo todo sin dar nada a cambio". Descargan todo tipo de contenidos sin subir un solo mega. Acceden continuamente a los perfiles, datos y fotos de otros usuarios de redes sociales pero mantienen su propia cuenta cerrada a cal y canto. Avasallan con sus dudas en los foros buscando ansiosamente solucionar su problema y luego ni dan las gracias a quienes dedican su tiempo a responderles ni, por supuesto, publican jamás ninguna información útil. Pretenden que sus blogs se llenen de comentarios pero rara vez comentan en las bitácoras ajenas o, si lo hacen, se nota a la legua que solo quieren darse publicidad.

Son muy fácilmente identificables por su conducta: jamás publican ni una línea en Internet si no es para obtener un beneficio del tipo que sea.

Cuando empecé a manejarme en los cibermundos y no tenía ni idea, un amigo me instaló la famosa aplicación P2P Emule. Me enseñó a bajarme películas pero me advirtió: “Cuando te hayas descargado una, no la quites de la carpeta inmediatamente. Hay una regla ética no escrita de que debes compartirla al menos unos días, dejar que los demás se la bajen de tu pc”. Me pareció curioso el consejo, pero muy lógico.

Como dije el otro día, yo he aprendido mucho gracias a Internet, sobre todo informática, aunque también otras materias como cine, ornitología o historia, y ha sido casi siempre gracias a la labor desinteresada de unos cuantos cibernavegantes que comparten sus conocimientos y sus experiencias en los foros o en sus blogs. También en demasiadas ocasiones he podido hacer una buena compra o elegir bien un hotel gracias a que un experto, sin ganar nada a cambio, ha hecho una crítica del artículo que me interesaba, o a que un viajero se ha tomado la molestia de comentar en una web las ventajas y defectos de su alojamiento. Otras veces los foros me han enseñado a hacer alguna tarea (chapuzas domésticas, recetas, nudos de corbata, manejo de un programa…). Los tutoriales y los vídeos de Youtube pueden llegar a ser utilísimos.

Por eso pienso que es de sentido común y de una mínima moralidad aportar nuestro granito de arena para ayudar a otros en Internet. Aunque no nos demos cuenta, todos tenemos alguna habilidad o somos expertos en algo, ya sea en el campo profesional o del ocio, y en alguna medida podríamos poner en común lo que sabemos para que los demás lo aprovechen. Al menos, todos somos usuarios de servicios o consumidores de bienes, y no cuesta dejar nuestra opinión, en un par de minutos, sobre el viaje que hemos contratado, el restaurante donde hemos comido, la peli que acabamos de ver o el producto que hemos comprado en Amazon.

miércoles, 27 de agosto de 2014

ROSITA ENCARNADA


Ahí va un romance sobrecogedor sobre la violencia de género, que no se ha inventado ayer. Esta joya de la tradición oral, compuesta en 1861 y rescatada por Joaquín Díaz en su disco Romances de Ciego (1978), se popularizó gracias a la película La guerra de papá, basada en El príncipe destronado, de Miguel Delibes, y fue versionada con éxito por Diego El Cigala.

Quien quiera oír la emocionante versión de Joaquín, aquí en el minuto 29:38.



ROSITA ENCARNADA




Ya venimos de la Guerra de Africa,

porque todo lo trae la pasión, 

ya venimos de la Guerra de Africa, 

porque todo lo trae el amor. 

Al marcharme, Rosita Encarnada, 

me decías que tú me esperabas 

y ahora vengo a casarme contigo

y me encuentro que ya estás casada. 

Casadita, casada me encuentras 

porque así lo ha querido la ley; 

casadita, casada me encuentras 

con un hombre al que yo nunca amé. 

¿No te acuerdas del mantón de grana 

que de novios yo te regalé? 

Sí me acuerdo del mantón de grana 

y de varios regalos también. 

¿Te acuerdas del pañuelo de seda 

que de Africa yo te mandé? 

Si es verdad que tú me has olvidado, 

el pañuelo devuélvemele. 

Sí es verdad que yo a ti te he olvidado 

y mis padres la culpa han tenido 

pues trataron de darme la muerte 

si seguía yo hablando contigo. 

Si tus padres la culpa han tenido, 

si de muerte a ti te amenazaban, 

ellos van a pagar con la vida 

y también tú, Rosita Encarnada.

Como tienes puñal de dos filos, 

si mi pecho quieres traspasar 

matarás a una fiel criatura 

que en mi vientre inocente está. 

Yo no mato a una fiel criatura, 

que es un ángel que vive inocente; 

cuando nazca y en el mundo viva 

a ti sola te daré la muerte. 

Ya dio a luz la Rosita Encarnada

una niña más bella que el sol 

y Rosita le puso por nombre 

como así su padre la mandó. 

A los quince días se va a misa

y el Antonio al encuentro salió: 

Buenos días, Rosita Encarnada, 

ahora vengo a lograr mi intención. 

Si tú tienes puñal de dos filos 

y la muerte me vienes a dar, 

mira, mira, que te llevan preso 

con la Guardia Civil por detrás. 

No me importa que me lleven preso. 

Y el infame rápido sacó

un terrible puñal de dos filos 

que en su pecho mil veces clavó. 

Ya has pagado Rosita Encarnada

el estarme engañando dos años,

si tus padres la culpa han tenido 

tú solita por ello has pagado. 

Al oír este crimen tan grande 

su marido al encuentro salió: 

Dime, dime. Rosita Encarnada, 

dime, dime quién te asesinó.

Dime, dime, Rosita Encarnada,

dime, dime quién fue tu traidor.

martes, 26 de agosto de 2014

SI NO FUERA POR LOS PIRATAS...


Hace unas semanas leí en el periódico un reportaje muy bueno sobre la piratería de ebooks. Entre los muchos datos que ofrecía, había una especie de perfil del pirata prototípico: persona de entre 25 y 40 años, de clase media, con nivel sociocultural alto y lector de más de 20 libros al año. Pero lo más curioso es que estos infractores son también los principales compradores de libros en formato convencional. ¡Y muy por encima de la media!

Tiene mucha lógica. Hay muchos títulos que un lector habitual sí se baja por la patilla, pero otros los adquiere en la librería, bien por no estar disponibles en Internet o porque prefiere tenerlos físicamente. Por lo general unas lecturas llevan a otras; quien lee unas obras o a unos autores tiene curiosidad por profundizar en otros, no siempre editados en epub, lo que obliga a su compra. A su vez los amigos y familiares del pirata, conocedores de su voracidad lectora, le suelen obsequiar con libros en Navidad o por su cumpleaños, e incluso el propio transgresor suele ser aficionado a hacer este tipo de regalos a sus seres queridos que aún no usan e-reader. Un libro siempre es un regalo de lo más socorrido y más aún si tienes muchas ideas gracias a todo lo que has leído gratis.

En conclusión, si los editores siguen viviendo de su negocio es gracias ni más ni menos que a los piratas de ebooks, así que no deberían empeñarse en demonizarlos. Ya solo les falta darse cuenta de que, en plena sociedad de la información, tanto ellos como el resto de intermediarios (distribuidores, tiendas) imprescindibles hasta ahora, cada vez tienen menos sentido y es mejor que vayan inventándose otra fuente de ingresos.


Más sobre los ebooks en La pluma viperina:

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- Lo que dejan de ingresar
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domingo, 24 de agosto de 2014

FINGIR RESPETO



Pueden fingirse el amor y el odio, el dolor y el placer, la alegría y la tristeza. Se puede aparentar entusiasmo, amistad, enfado, frialdad o indiferencia sin sentirlos ni remotamente. Pero el respeto es imposible de simular; por mucho que nos esforcemos en demostrar consideración hacia quien despreciamos, jamás conseguiremos que salga bien la pantomima.

Posiblemente nuestra incapacidad de fingir respeto sea la causa principal del mal rollo que surge a veces en las relaciones sociales sin que sepamos explicar el porqué.

De vez en cuando nos asombramos de que nuestro trato con alguien resulta incómodo o poco fluido. Puede ser un coleguilla del grupo de cañas, un pariente político o un compañero de trabajo, con el que la relación es formalmente correcta pero algo nos dice que los engranajes chirrían: ninguno de los dos se siente a gusto en presencia del otro, hay demasiada tendencia al pique por tonterías aunque no se discuta frontalmente y no se termina de encajar. Estamos ante la consecuencia típica de nuestra imposibilidad de fingir respeto. El problema de fondo es que, por el motivo que sea, uno de los dos menosprecia al otro, se lo toma a chirigota y desdeña sus opiniones y comportamiento. Y, por muy educado que se sea, por mucho teatro que se haga, esa falta de consideración se manifiesta en mil detalles que a nadie, ni mucho menos al interesado, pasan desapercibidos. Generalmente esta actitud irrespetuosa suele plasmarse en el lenguaje no corporal (gestos involuntarios, caras de paciencia), en la resistencia a escuchar a esa persona (no mirarla cuando habla, no dejarla terminar de hablar), en la necesidad involuntaria de poner pegas a todas sus propuestas u opiniones, y a veces en ciertas conductas paternalistas o de excesiva cortesía, o en el marcaje de una excesiva distancia de seguridad.


“Pues yo no entiendo por qué Fulano está picado conmigo, la verdad. Yo siempre he sido correcto con él y nunca hemos tenido ni un roce”. Ya, eso es lo que tú te crees. Lo que pasa es que Fulano te parece un gilipollas y un arrastrado y se te nota a la legua. Te crees muy educadín por haberte contenido durante años y no haberle llamado pelele en la cara, por haberle tratado con esa cordialidad de plástico, pero al final, amigo, te delatan tus caras de grima, tus mini resoplidos y tu aire de suficiencia mal camuflada cuando le rebates sus opiniones, que te ponen negro. Igual que todo el mundo, no sabes simular respeto y ello hará siempre imposible que puedas llevarte bien con aquellos a los que subestimas.

viernes, 22 de agosto de 2014

SILENCIO EN LA NIEVE



Aunque parezca increíble, antes de Silencio en la nieve solo se habían rodado tres películas en España abordando, y casi siempre de pasada, el tema de la División Azul: La patrulla (1954), Embajadores en el Infierno (1956) e Ispansi (2011). Por lo que se ve, recordar este episodio de nuestra historia reciente ha resultado incómodo tanto al franquismo, empeñado en renegar de las potencias del Eje tras el desenlace de la Segunda Guerra Mundial, como a los cineastas de la democracia, a los que se les ponen los pelos de punta solo de oír hablar de nuestra gran gesta anticomunista. Por eso hay que agradecer a Gerardo Herrero su valentía de adaptar al cine una novela de Ignacio del Valle íntegramente ambientada en el Frente del Este y protagonizada por guripas. 

Silencio en la nieve (2011), que pude ver por fin ayer, es una película policíaca contextualizada en la 250ª División de Voluntarios Españoles. Una unidad de divisionarios descubre congelado en la nieve el cadáver de un compañero asesinado, con un enigmático mensaje escrito a navaja en el pecho: “Mira que te mira Dios”. El mando decide encomendar la investigación del crimen a un joven soldado inspector de policía en la vida civil y a un desencantado sargento. Cuanto más indaga esta pareja de improvisados sabuesos en el entorno de la víctima y en su correspondencia, peor color y olor va teniendo todo el asunto: comunistas y masones infiltrados en la División, un capellán que oculta algo, un fotógrafo incansable y unas partidas clandestinas de violeta (ruleta rusa).

Este filme, de obligado visionado para los entusiastas de la Galubaya Divisia, atesora grandes virtudes unidas a defectos insalvables. 

Lo más interesante es la ambientación (muy cuidada y con mínimos errores), la interpretación de los actores protagonistas Juan Diego Botto y Carmelo Gómez, y las diversas cuestiones históricas que se tocan de forma tangencial, como los infiltrados republicanos, la cara más siniestra de la masonería, las tensiones entre la Falange y el Ejército y la humanidad de los voluntarios españoles con la población civil.

Defectos muy graves de la cinta son su pésimo ritmo narrativo (que destroza todo el conjunto), el romance de fondo que no viene a cuento más que para aderezar la historia con unas escenitas picantes, la artificialidad de gran parte de los diálogos y la lamentable utilización de efectos digitales en la batalla final. Ya me ha pasado varias veces estarme gustando una serie o una película y, de repente, caérseme el alma a los pies por el empeño del director en meter un plano general de larga duración del campo de batalla utilizando recursos informáticos de forma decididamente cutre como es sin duda el caso de Silencio en la nieve. 

De todas formas no debemos olvidar que no se trata de una película sobre la División 250, sino de un simple relato policíaco con un importante esfuerzo de ambientación. Gerardo Herrero hace un trabajo solvente en lo formal pero se enreda con el guión y termina aburriendo un poco. Como director "de su tiempo", también "se ve obligado" a caer en ciertos clichés sobre la Segunda Guerra Mundial y el nazismo, pero es todo bastante soportable y la tropa de la División (otra cosa son los altos mandos) no sale mal parada en absoluto.

martes, 19 de agosto de 2014

GAFITAS DE INTELECTUAL




Hasta no hace mucho me ha pasado bastante desapercibida la función estética que cumplen las gafas en algunos sujetos, pero cada vez me encuentro con más ejemplos vivientes de que la misión de los anteojos va muchísimo más allá de corregir defectos visuales, hasta el punto de que algunas personas sin casi dioptrías optan por llevarlos simplemente para ofrecer una determinada apariencia.

Me dejaré de rodeos y abordaré la cuestión con la máxima crudeza. Hay determinados individuos cuyas facciones al natural son demasiado duras o poco refinadas. Más claro todavía: hay tipos con una cara de cabrero o de sicario siciliano que verdaderamente inquieta, llegando incluso a producir rechazo. Sin embargo, puedo atestiguar que unas gafas elegantes y modernas (por ejemplo sin montura) pueden obrar maravillas y otorgar a un rostro montaraz y palurdo el semblante de un intelectual de renombre. Unas antiparras bien escogidas son capaces de transformar milagrosamente los rasgos de un cuidador de explotación ovina de Tierra de Campos en los de un abogado del estado. 

No me atrevo a poner ejemplos concretos (muy notables) de mi círculo cotidiano, pero el fenómeno se aprecia con frecuencia en la clase política y en los participantes en espectáculos o tertulias televisivos. Imaginemos el careto de tonto del pueblo que tendría Pepiño Blanco sin gafas (bueno, lo tiene ya con ellas, pero aún sería peor) o valoremos honestamente el nuevo look del tal Kiko Matamoros, que antes, sin lupas, recordaba a un gorila de discoteca y ahora podría pasar por un escritor de ensayos sobre macroeconomía. 

Animaos y poned más ejemplos de caras de famosos que cambian (y mejoran) radicalmente con gafas.

sábado, 16 de agosto de 2014

OPERACIÓN B.S.O. (31): EL GRADUADO


La banda sonora de la oscarizada El graduado (1967) no puede parecerme más redonda, pues se compone de varios exitazos de Simon&Garfunkel , uno de mis dúos musicales favoritos. Entre las bellas canciones que integran la soundtrack destacan títulos hoy tan clásicos como The sounds of silence (¡la del Padre Nuestro!), Scarborough Fair y Mrs. Robinson, que fue compuesta expresamente para la película. Hoy parece imposible determinar si es más famoso el filme o esta última melodía, pues ambos forman ya parte inseparable de nuestra cultura y de nuestros recuerdos. 

El graduado levantó gran polémica en su momento por su escabrosa temática y por la morbosa escena de la seducción de Benjamin (Dustin Hoffman) por una estupenda señora Robinson (Anne Bancroft), madre de su novia. Como curiosidad decir que en el momento del rodaje la Bancroft  tenía 36 años, solo nueve más que Katharine Ross, que interpretaba a su hija.



miércoles, 13 de agosto de 2014

RELEYENDO "EL PADRINO" (27): LA VENGANZA DE BONASERA



Tanto la novela como la película comienzan presentándonos la historia de Amerigo Bonasera, un apocado empresario de pompas fúnebres casado con la madrina de la hija del Don y distanciado durante años de los Corleone porque “no quería problemas”. El día de la boda de Connie se ve obligado a implorar a Don Vito que vengue la paliza que dos macarras dieron a su hija adolescente tras intentar abusar de ella. El Padrino le reprocha su ingratitud en el pasado pero termina apiadándose de la muchacha agraviada: Bien, tendrás justicia. Algún día, un día que tal vez nunca llegue, te llamaré para pedirte algún pequeño servicio. Hasta entonces, considera esta justicia como un regalo de mi esposa, la madrina de tu hija”. 

Cuando Amerigo abandona el despacho, el Don le pide a Tom Hagen: “Encarga este asunto a Clemenza y dile que se asegure de emplear gente preparada, gente que no se emborrache con el olor de la sangre. Después de todo, y aunque este ayuda de cámara de cadáveres desee lo contrario, no somos asesinos”.

En la película solo vuelve a aparecer Bonasera cuando los Corleone le exigen la devolución del favor. Pero, ¿en qué consistió exactamente la venganza contra los dos golfos que agraviaron a la hija del funerario y luego salieron libres en el juicio?

El libro relata con detalle lo sucedido. El trabajo fue encomendado por Clemenza al después traidor Paulie Gatto:

“Clemenza le había entregado fotografías policiales de los dos muchachos, así como datos sobre los lugares que solían frecuentar en las noches que dedicaban a la caza de alguna camarera. Paulie había reclutado a dos de los hombres más fuertes de la Familia y les había dado las instrucciones pertinentes. Nada de golpes en la cabeza —en la cara, sí— , pues no interesaba que ocurriera algo irreparable. Por lo demás, tenían plena libertad de acción. Otra cosa les había advertido: si los muchachos salían del hospital antes de un mes, ellos tendrían que volver a su oficio de camioneros.”

Gatto y sus dos esbirros acudieron una noche al bar favorito de los pobres desgraciados y se los encontraron ligando con dos camareras, que les dieron calabazas. Para provocar la pelea, se burlaron de ellos: “¡Eh, Casanova! ¡Vaya éxito que habéis tenido con esas dos fulanas!”

“Mientras, Paulie Gatto se había colocado en la mano derecha un puño americano. Se encontraba en forma, pues acudía al gimnasio tres veces por semana. Estrelló el puño contra la nariz del golfo llamado Wagner. El hombre que lo agarraba lo levantó de modo que sus pies no tocaran el suelo, y entonces Paulie le golpeó fuertemente en la mandíbula. Wagner perdió el conocimiento, y el hombre lo dejó caer. Había sido cuestión de segundos.

Seguidamente, ambos dedicaron su atención a Kevin Moonan, que trató de gritar. El hombre de Paulie lo tenía inmovilizado con un solo brazo; con el otro le atenazaba la garganta, impidiéndole emitir sonido alguno. Paulie Gatto entró rápidamente en el automóvil y puso el motor en marcha. Los dos corpulentos hombres golpearon a Moonan con fuerza. Se recrearon en la paliza, como si dispusieran de mucho tiempo. No lanzaban sus golpes a tontas y a locas, sino que lo hacían despacio y aplicando en cada puñetazo todo el peso de sus cuerpos. Gatto echó una mirada al rostro de Moonan, totalmente irreconocible, al tiempo que los dos hombres lo dejaban tendido en el suelo, dispuestos a dedicar su atención a Wagner. Éste, que intentaba ponerse en pie, empezó a gritar. Alguien salió del bar y los dos hombres tuvieron que darse prisa. Hicieron arrodillar a Wagner, y uno de ellos le torció el brazo, para luego darle algunas patadas en la espalda. Debido al ruido de los golpes y a los gritos de agonía de Wagner, la gente se asomó a las ventanas, lo cual obligó a sus castigadores a acelerar su trabajo.

Mientras uno lo levantaba en vilo, aprisionándole la cabeza con las manos, el otro disparó su puño contra el inmóvil rostro de la víctima. Del bar había salido más gente, pero nadie trató de intervenir.”

La Familia lo arregló todo para que el Daily News publicara una foto de los apaleados “expertamente arreglada para que todo pareciera aún más horrible de lo que había sido en realidad. Los cuerpos de los dos muchachos semejaban sendas masas informes de carne. Milagrosamente, decía el News, habían salvado la vida, pero en el mejor de los casos tendrían que pasar varios meses en el hospital, eso sin contar con que la cirugía plástica tendría que obrar milagros en sus rostros”. 

Nada más leer la noticia, Bonasera telefoneó a Tom Hagen para expresar su gratitud por el favor recibido. “Quería que Hagen transmitiera al Don la seguridad de su amistad eterna. El Don no tenía más que llamarle. Él, Amerigo Bonasera, daría la vida, si preciso fuera, por el bendito Padrino”.

Para terminar, cito un detalle muy interesante de la entrevista entre el Don y Amerigo. En la novela, nada más ser recibido este, al ver a Sonny y a Hagen en la estancia, solicitó receloso hablar a solas con el Padrino, pero la respuesta fue: 

"— Tengo absoluta confianza en estos dos hombres —dijo Don Corleone, negando con la cabeza—.Ambos constituyen mi brazo derecho. No puedo insultarlos enviándolos fuera de esta habitación."

Esta petición y esta respuesta jamás fueron recogidas en el filme, pero sí en El Padrino II, en la escena de la visita del senador Pat Geary el día de la comunión de Anthony. El político corrupto deseaba una entrevista privada, pero Michael se negó a hacer salir a Al Neri y a Rocco Lampone con una frase idéntica a la del libro.

domingo, 10 de agosto de 2014

SER CULTO YA NO TIENE MÉRITO



Hablando ayer sobre blogs con un tipo muy instruido, aunque algo petulante, me venía a decir que ahora con Internet “ser culto no tiene mérito” porque hasta el más cateto puede acceder en pocos segundos a cualquier información y escribir luego un post con tal amplitud de detalles, datos técnicos y fechas que le hagan parecer muy cultivado aunque acabe de leerlos por primera vez. 

Esta afirmación tiene una parte muy cierta y otra perversa.

No niego que el acceso indiscriminado a la información sobre una materia, y su manejo e interpretación por profanos, puedan causar serios inconvenientes o, como mínimo, resultar patéticos. La Red está infestada de internautas que se ve a la legua que tratan de informarse pero que ni pueden ni saben asimilar lo que leen, ni mucho menos expresarlo adecuadamente en sus entradas o intervenciones en los foros virtuales.

Sin embargo, afirmar que “ser culto ya no tiene mérito” tiene unas connotaciones elitistas que no acaban de gustarme. La frase lleva implícita una cierta añoranza de los tiempos en que el acceso a la información y a la cultura estaba restringido a los pocos que ostentaban el poder o disponían de medios económicos. Es como quejarse de que ahora todo el mundo pueda enterarse de todo, conocer sus derechos, aprender cosas nuevas cada día o satisfacer sus inquietudes culturales con un simple click.

Está claro que Internet no va a convertir en doctores universitarios a los internautas, pero digo yo que será preferible que un señor conozca sobre la Primera Guerra Mundial las cuatro cosas que ha leído en tres minutos en Wikipedia a que siga el resto de su vida sin saber ni la fecha ni los países que se enfrentaron.

La grandeza de la Red es que, con todas sus limitaciones, nos ha ayudado a todos a resolver muchas dudas y problemas, ha avivado nuestra curiosidad por mil temas y nos ha hecho mucho más cultos. 

Aunque parece que a algunos les jode perder el monopolio del conocimiento...

jueves, 7 de agosto de 2014

NACIONALISMO CASTELLANO

Acto castellanista con pendones morados en vez de carmesís, que es como deberían ser


Aunque suene a cachondeo, existe el nacionalismo castellano. Cuatro o cinco partidos extraparlamentarios, cuyo espectro ideológico abarca desde el centro político al marxismo-leninismo, pasando por la social-democracia, exigen el reconocimiento de Castilla como nación y la recuperación de su unidad territorial, que consideran fragmentada en cinco comunidades autónomas.

Dentro del “castellanismo” encontramos varias corrientes según la intensidad de sus reivindicaciones. Mientras que determinados partidos no pretenden “la independencia de Castilla del Estado Español”, sino “obtener para el pueblo castellano las suficientes y necesarias cuotas de autogobierno” en el marco de un modelo federal, otras formaciones, identificadas con la extrema izquierda al estilo abertzale, sostienen un discurso abiertamente soberanista y separatista. Todos tienen en común, eso sí, una crítica furibunda al “centralismo español” y la reclamación de unas competencias y privilegios fiscales similares a los de las comunidades autónomas históricas.

La formación castellanista más conocida llegó a obtener en las elecciones de 1999 un procurador en las Cortes de Castilla y León y tres concejales en el Ayuntamiento de Burgos.

Sobre este pintoresco fenómeno político, que toma como presupuesto histórico-mitológico clave la Guerra de las Comunidades de Castilla, yo siempre me he hecho dos preguntas a las que aún no he logrado dar respuesta.

La primera de ellas es por qué estos partidos únicamente reivindican como territorio de la supuesta nación castellana el de las actuales comunidades autónomas de Castilla y León, Castilla-La Mancha, La Rioja, Cantabria y Madrid. Sinceramente no lo entiendo. Siendo castellano-leonesistas, lo lógico es que también incluyeran en su mapa nacional los más antiguos territorios del Reino de León (Galicia y Asturias) e incluso los conquistados a partir del siglo XI (Extremadura). Lo mismo me pregunto sobre otras zonas que pertenecieron históricamente al Reino o a la Corona de Castilla, como ciertas comarcas de la actual provincia de Valencia, el Reino de Murcia o, ya puestos a pedir, toda la comunidad andaluza. Y por otro lado, si se empeñan en restringir su "patriotismo" a la Castilla primitiva, ¿por qué no limitan sus pretensiones al viejo condado del siglo X?

Claro que para responder a esta cuestión habría que tener claro, antes que nada, qué es Castilla hoy en día, y lo más honesto sería concluir que hoy ya no existe como entidad propia, pues la generosa Castilla dio a luz a España hace cinco siglos y murió en el parto.

Mi segundo interrogante tiene mucho que ver con el anterior. ¿Por qué siendo nacionalista esta gente no se enorgullece y asume como propia la expansión territorial y/o cultural de su nación en el resto de la Península? ¿Por qué los nacionalistas castellanos renuncian al caudal humano, cultural y geográfico a que dieron lugar la unión con la Corona de Aragón y la conquista de Navarra? Para mí que son los únicos nacionalistas del mundo que reniegan de las políticas expansionistas de su nación, y de la propagación de sus valores, su lengua y su identidad más allá de sus fronteras iniciales. 

La cosa es que si aceptaran estos hechos como parte de la historia de su amada Castilla ya no podrían llamarse esa idiotez de nacionalistas castellanos y se convertirían sin más en patriotas españoles, que es lo que somos todos los que entendemos correctamente el papel de los diferentes reinos históricos peninsulares en la formación de un proyecto común y maravilloso llamado España.

martes, 5 de agosto de 2014

ABEJARUCOS


No me los encuentro mucho, pero sí al menos tres o cuatro veces cada verano, aunque nunca tan cerca como este domingo. Estaba en lo alto de un teso contemplando el paisaje periurbano que rodea Zaratán cuando escuché nítidamente su reclamo inconfundible de silbato soplado sin ganas. No estaba seguro de llegar a verlos, pues su canto puede oírse a grandes distancias y me sonaba lejano, pero a los pocos minutos atisbé en el cielo la peculiar silueta de un ejemplar, con esas alas tan afiladas, e inmediatamente una pareja adulta y dos juveniles descoloridos se posaron en una alambrada a diez metros de mí. Me oculté tras un arbusto y pude observarlos a placer con mis prismáticos, sin perderme un detalle de su plumaje, de su pico y de sus ojos rojo chillón. Son unos pájaros bellísimos.


Si queréis ver abejarucos, aprovechad ahora, pues se largarán a África dentro de dos semanas como mucho tras pasar con nosotros toda la primavera y el verano. Para casi todo el mundo son las aves más bonitas de Europa por su variado colorido de tonos azules en las partes ventrales y cálidos en el dorso. Suelen vivir en colonias y casi siempre vuelan en grupo cazando abejas (de ahí su nombre) y otros insectos similares, contra cuyo veneno están inmunizados.

Se trata de un ave relativamente abundante que no es difícil de avistar siempre que reconozcamos su canto (ver vídeo), principal pista para localizarlo. Otra forma de encontrar a este vistoso coraciiforme es acudir a zonas que encajen con su hábitat, que también es muy característico, ya que excava su nido en cortados, barrancos y otras paredes arenosas no necesariamente elevadas. Acudir a primera hora de cualquier día caluroso a una zona de pinar con desniveles o a una ribera flanqueada por taludes es casi garantía de toparse con este pájaro de colorines de casi 30 centímetros.


Más sobre aves en La pluma viperina:

domingo, 3 de agosto de 2014

¿CÓMO SE COME UNA HAMBURGUESA?




No sé por qué me empeño en comer las hamburguesas con cuchillo y tenedor. Bueno, la verdad es que solo lo hago cuando me ponen cubiertos, lo que solo sucede en establecimientos de un mínimo nivel. Sí, sí, fijaos los amantes de la fast food en qué sitios os ponen cubiertos con la hamburguesa y veréis que no es tan habitual. El caso es que, si los tengo delante, yo los utilizo por esa especie de instinto civilizado que debo de tener medio escondido, en especial si el emparedado de carne picada es XL y voy arreglado o con manga larga, pues ya se sabe que comiendo estas cosas con las manos te acabas pringando de grasa y ketchup hasta la ropa interior. 

Pero comer el burger a lo señorito tiene un inconveniente todavía peor: que no lo disfrutas. Al menos a mí me es imposible pinchar y cortar en pedazos sin que se desmoche todo el conjunto. El pan acaba divorciado del filete; los pepinillos, en la otra punta del plato; la rodaja de tomate, partida en dos y a un kilómetro de la cebolla, y la lechuga, si la hubiere, desparramada junto a las patatas fritas. Y todo ello por mucho que me esfuerce antes de empezar en prensar con fuerza los bollos (perdonad la expresión) para que quede todo compacto y no se despegue.  Creo que en toda mi vida he conseguido pinchar en mi tenedor ni un solo pedazo de hamburguesa con todos sus ingredientes más o menos integrados. 

El resultado es terrible, claro, porque este manjar estadounidense de origen alemán está concebido para degustar mezclados todos sus componentes y no cada uno por separado, que sabe totalmente distinto. De hecho algunos de  ellos (el tomate y la cebolla) a mí no me gustan solos, pero cada vez que pruebo a trinchar esta comida parece que me estoy comiendo una puta ensalada de carne, tomate, cebolla y salsas, que ahora pinchas un pedacito de esto y luego de lo otro. Un asco. Creo que me sabría mejor si me la comiera con cuchara. 

La única forma de gozar de una hamburguesa es cogiéndola con las dos manazas y emprendiéndola a mordiscos voraces de neandertal, aunque acabe uno con la cara más ribeteada que un bebé con su primera papilla y con un par de lamparones en la camiseta. Lo dicho: ¡nunca jamás el metal volverá a tocar mi sagrada hamburguesa!

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