No me
entusiasman especialmente los animales. Carezco de esa «sensibilidad» que
parecen poseer algunas personas para tolerar cualquier bichejo, deleitándose
acariciando animalillos malolientes. Pero no se me entienda mal: tampoco odio
cualquier espécimen del reino animal, faltaría más. Disfruto contemplando el enfrentamiento entre un caballo, el noble bruto, y un
toro bravo. Y, aunque me parece que los documentales sobre fauna africana
fueron inventados para ayudar a conciliar el sueño durante la sobremesa,
reconozco que me sobrecogen los grandes felinos de los zoológicos y que me
encanta el vuelo de un milano en un día frío y despejado.
Me gustan los
espectáculos taurinos siempre que no consistan en un grupo de gañanes apaleando
a un animal que demuestra ser más civilizado que algunos mastuerzos. Y siento
cierta lástima, que no compasión, cuando medito sobre la legitimidad de tener
encerrado a un animal de naturaleza salvaje para el simple deleite de niños
curiosos.
Opino que Walt Disney ha sido uno de los personajes más
nefastos del siglo XX, fomentando un tipo de mentalidad infantiloide y
pseudoecológica en la que los animales, capaces de hablar, razonar y sentir,
adquieren una categoría humana y compasiva. Las ocas ya no son un producto
comestible sino alegres amiguitos. Los perritos son tiernos e inocentes seres
capaces de enamorarse y de optar, libremente, por sacrificarse heroicamente. Los gatos, nobles prusianos decimonónicos. Y
cualquier gallináceo se puede convertir en el más noble aliado de una
bella princesa desvalida.
Al final,
observo con frecuencia que muchas personas adquieren una mascota y, por simple
buenismo disneyniano, comenten un acto de crueldad tratándolas como personas y no como a seres de
la especie correspondiente. Una situación que suele
darse con los propietarios de esos perritos amariconados y de mala leche: auténtica aberración desarrollada contra la naturaleza por un hombre
que, mediante una rudimentaria ingeniería genética, ha creado razas
involutivas y perjudiciales para la especie solo para satisfacer un cursi
deseo. Porque no es natural que un perro sea poco mayor que una rata; ni que
viva dócilmente en un apartamento; ni que se alimente de latillas gourmet; ni que precise de vestiditos
contra el frío; ni que duerma en ñoñas cestitas o, peor aún, en las camas de
los dueños; ni que bese la boca de sus amos; ni que suponga gastos
estratosféricos en intervenciones quirúrgicas que no están al alcance de muchos
niños...
Y me enerva
compartir la ciudad con unos seres que van sembrando las aceras de cagadas más
grandes que los propios cagantes. Y siento un deseo difícilmente
reprimible de asestar un certero puntapié al perrito que me amenaza en cuanto me ve a
lo lejos o me huele tras la puerta un piso del que es auténtico dueño. Y, a veces me regodeo, de una manera casi psicopática, en la idea de agarrar al típico perrito que me ladra, al cruzar un
puente o en un paseo marítimo, y lanzarlo al agua delante de su propietario.
Pues, esos monstruitos y yo nos profesamos un odio mutuo y visceral; no menor que la aversión que me producen esos dueños afeminados que, creyendo
poseer un bebé y no un animal, son en realidad más bestias que sus alimañas.
Y eso por no
hablar de los gatitos que, para más inri, me producen una alergia mortal.
A mí me gustan mucho los animales, más los gatos que los perros, pero se ve que no lo suficiente como tenerlos en casa. Me resultaría incómodo, me obligaría a sacarlos a pasear o a hacer sus necesidades a horas intempestivas y me fastidiaría las vacaciones.
ResponderEliminarEstoy muy de acuerdo con usted en que es ridículo humanizar a las mascotas, sobre todo con conductas como las que ha descrito en la entrada. Pero tenga en cuenta que a estos bichejos se los coge mucho cariño, más del que podemos imaginar los que no tenemos uno. Además antes los animales se tenían con alguna finalidad concreta (cazar, defender la casa, tenerla limpia de ratones, etc), pero ahora solo se tienen para hacernos compañía y por lo tanto es lógico que se les mime.
También estoy muy de acuerdo en lo que dice de ciertas razas pequeñas de perros, que son engendros contra natura, verdaderos monstruitos, creados en el laboratorio para uso y disfrute estético de los humanos.
Pues yo echo mucho de menos a mis perros: Tizón 40 kilos de perro negro con el que iba yo más chula que un ocho todos los días a darme una buena caminata al pinar y Tessa de tan solo 30 kilos que cuando me comenzó esta "perro-gatuna" alergia tuve que ceder a un grupo de rescate de montaña. Comprobará que no son precisamente perros patada, además vivo en un pueblo en una casa con un estupendo patio con lo que mis animales eran afortunados en cuanto a alojamiento.
ResponderEliminarYo lo que odio son esos "animales" que meten perros enormes en balcones diminutos y se quedan tan anchos, les encerraba yo a ellos en un armario.
De acuerdo en el mal que ha hecho Disney en la percepción de tantas y tantas cosas, y en la aberración de humanizar a las mascotas, pero desde luego por tus comentarios no debes haber vivido lo que es convivir con un animal, por lo que no sabes lo que supone tenerlo, y te aseguro pueden dar más amor que cualquier humano, y aportar incluso mucho más que muchas personas.
ResponderEliminarLa patada por las caquitas, creo que debías dársela mejor al dueño irresponsable, que el animal no ha hecho nada más que una necesidad básica, como supongo que harás tú y ojalá diariamente.
Sobre los toros mejor no me pronuncio, que entonces acabaremos como el perro y el gato.
Mira que me gusta leerte, y creo que es la primera vez que comento, y me estreno de traca, jajaja. Supongo que me has tocado la fibra sensible. No hay más que mirar mi foto de perfil ;-)
Creo que en este tema el señor Subdirector y yo no estamos nada de acuerdo. Lo hemos hablado ya muchas veces, y estoy completamente convencida de que esos pequeños animalitos pueden profesar mucho más amor, y dar mucho más cariño que cualquier ser humano. Lo veo por mi gatita, la que lleva conmigo muchos años, y por la que estoy dispuesta a invertir cualquier suma económica para salvarle la vida.
ResponderEliminarSubdire, le veo dejándose medio sueldo en antihistamínicos.
ResponderEliminarSoy un auténtico enamorado de los perros. Pero esos animales tan pequeños no los concibo como tales, sino como especies raras para humanos aun más raros, o seres imaginarios testigos de escenas como la del armario de Ricky Martin y la niña con la mermelada.
ResponderEliminar¡Qué tema el de las mascotas! Pensar que hay gente que se ata por 20 años a un perro o gato, al que atiende como a un hijo. Yo jamás podría hacerme cargo de un ser que permanece de por vida como en la tierna infancia. Un niño crece, aprende, evoluciona. Un perro pasado el año es un ancla. Y jamás pude entender el "cariño" que brindan las mascotas. ¿Qué cariño le dan sus gatos a mi madre? Pues que no lo veo, hombre.
ResponderEliminarUn abrazo
Al Neri, Marian y Carlos T.. A pesar de lo que pueda parecer, no odio a todos los animales. Es más, si viviera de forma estable en una casa real -no un piso- y en las afueras de una ciudad, me gustaría tener un gran, noble e inteligente perro, léase un mastín, un pastor alemán, pastor belga,... Pero en un lugar amplio donde no se torturase al animal ni a los vecinos. Las ciudades no son lugares para tener animales diferentes a los canarios o los periquitos.
ResponderEliminarRita. Estoy totalmente en contra de la mentalidad animalista de Disney. De esas corrientes de opinión (¿?) para las que un animal tiene la misma categoría y derechos que un ser humano. En contra de esos antitaurinos que se manifiestan como kaleborrokas ante las plazas de toros y desean que el toro mate al torero.
Por cierto, no se enfade, pero su foto de perfil da miedo.
En cuanto al comentario de mi prometida y el núcleo del comentario de Al Neri, decir varias cosas:
-Es normal encariñarse con objetos no humanos. Yo también me encariño con las cosas cuando las identifico con situaciones y momentos importantes de mi vida. Tengo cariño a mi coche (últimamente conduzco casi 4000 km mensuales) pero no lo amo locamente; me dolería perderlo pero no lloraría no lo besaría. Les puede parece una barbaridad pero también hay gente que ama a su moto como si fuera una mascota. En todos los casos supone lo mismo: asignar cualidades humanas a seres que no las pueden compartir.
Amar y dar cariño es una cualidad humana. Una gatita no da cariño; se limita a responder a ciertos estímulos que le resultan agradables o a comportarse de una cierta manera a cambio de obtener una recompensa. No se engañen. Cuando un perrito nos saluda o un gato retoza junto a nosotros es buscando calor o alimento, de la misma forma que un perro de presa ataca a un niño creyendo que así obtendrá el favor de su amo en forma de comida, calor, caricias...
Por cierto. Odio a la mencionada gatita. Me parece un ser repugnante a la que no me acercaría ni aunque me hubiera tomado un millón de antihistamínicos.
Ufff Subdire, que mal pinta lo de la gatita ehh..;-) Bueno, lo primero enhorabuena por tu compromiso, y enhorabuena a la afortunada, que poco a poco la iremos conociendo.
ResponderEliminarA mí, como animales, me encantan los gatos y felinos en general, los caballos, los toros y quizá los monillos como el de Marco... pero en una casa odio a cualquier bicho.
Con los perros patada esos me pasó un día que iba por la calle con una amiga y vi uno de éstos, enano enanísimo, una verdadera rata, con mi impulsiva sinceridad (y no con intención de despreciar) le comenté a mi amiga que ese perro parecía una rata. Momento en el que me di cuenta que el perro era del novio de mi amigo (sí, todas tenemos un amigo gay) y acto seguido me deshice en alabanzas a la monada de perrito.