Preguntaros un momento cuántas
veces a la semana escribís algo de vuestro puño y letra, con boli y papel, y si
con todo el texto que escribís así de lunes a domingo podría llenarse al menos media
cara de cuartilla. Seguro que la respuesta de muchos es negativa.
Es una realidad indiscutible que la escritura manual ha quedado completamente arrinconada en nuestras vidas cotidianas. A excepción de los escolares (y casi ni eso) ya nadie escribe así. Los universitarios ya no manuscriben sus apuntes; van a clase con el portátil o la tablet. Los médicos ya no hacen sus recetas de forma manual. Ya nadie escribe cartas en un folio. Pocos profesionales siguen utilizando una agenda física. Ni siquiera la lista de la compra la escriben ya las amas (o amos) de casa en la clásica octavilla cutre, pues utilizan el ColorNote del móvil o una aplicación similar. Los ordenadores, Internet, el correo electrónico y los smartphones han dado la puntilla al viejo rito cotidiano del lápiz, la pluma, el cuaderno y la caligrafía.
Yo mismo, un fanático de la escritura a mano, tengo ahora un trabajo en el que casi no necesito llevar agenda, así que puede decirse que los únicos trazos que dirigen mis dedos en toda la semana son para firmar documentación o tomar rápidas notas en reuniones. Muy poco, vamos, y aun así me da que soy de los que más manuscriben en mi entorno.
La consecuencia de todo ello ha sido para mí que he perdido destreza en este hace no mucho ordinario ritual. Nunca he tenido muy buena letra, pero en los tiempos en que redactaba a diario páginas y páginas de apuntes o esquemas, o, ya trabajando, manejaba una Moleskine abigarrada o componía yo mismo, en mis papelillos, las resoluciones o informes antes de pasarlos a Word, me manejaba con soltura y los caracteres me salían ágiles y fluidos, resultando un texto legible y con cierto estilo. Sin embargo, ahora, cuando tengo que escribir a pluma más de cuatro líneas seguidas, aparte de sentir bastante pereza y una especie de ansia por usar un teclado, me salen unas letrajas oxidadas, horribles, como las de un párvulo haciendo sus primeros ejercicios. Siento la mano agarrotada y tengo que concentrarme para que lo que transcribo pueda leerse bien después. Sobre todo me noto desmañado para trazar las eles, las tes y otras letras altas.
Menos mal que si, por lo que sea, tengo que volver a escribir en papel una temporada, noto cómo recupero poco a poco la habilidad.
Ya dicen que órgano que no se utiliza, se atrofia, y yo creo que pasa así, en cierto modo, con los dedos, nervios y músculos implicados en la sujeción del bolígrafo y en la escritura. Por eso veo muy posible que dentro de unos años, y sobre todo la última generación, nos olvidemos de cómo se escribe sin ordenador o sin móvil, y que las hojas de libreta manchadas de letritas de tinta azul terminen en los museos para que los niños, al verlas, se asombren de las “habilidades” de sus mayores más o menos como ahora nos sorprendemos admirando los jeroglíficos egipcios.
Es una realidad indiscutible que la escritura manual ha quedado completamente arrinconada en nuestras vidas cotidianas. A excepción de los escolares (y casi ni eso) ya nadie escribe así. Los universitarios ya no manuscriben sus apuntes; van a clase con el portátil o la tablet. Los médicos ya no hacen sus recetas de forma manual. Ya nadie escribe cartas en un folio. Pocos profesionales siguen utilizando una agenda física. Ni siquiera la lista de la compra la escriben ya las amas (o amos) de casa en la clásica octavilla cutre, pues utilizan el ColorNote del móvil o una aplicación similar. Los ordenadores, Internet, el correo electrónico y los smartphones han dado la puntilla al viejo rito cotidiano del lápiz, la pluma, el cuaderno y la caligrafía.
Yo mismo, un fanático de la escritura a mano, tengo ahora un trabajo en el que casi no necesito llevar agenda, así que puede decirse que los únicos trazos que dirigen mis dedos en toda la semana son para firmar documentación o tomar rápidas notas en reuniones. Muy poco, vamos, y aun así me da que soy de los que más manuscriben en mi entorno.
La consecuencia de todo ello ha sido para mí que he perdido destreza en este hace no mucho ordinario ritual. Nunca he tenido muy buena letra, pero en los tiempos en que redactaba a diario páginas y páginas de apuntes o esquemas, o, ya trabajando, manejaba una Moleskine abigarrada o componía yo mismo, en mis papelillos, las resoluciones o informes antes de pasarlos a Word, me manejaba con soltura y los caracteres me salían ágiles y fluidos, resultando un texto legible y con cierto estilo. Sin embargo, ahora, cuando tengo que escribir a pluma más de cuatro líneas seguidas, aparte de sentir bastante pereza y una especie de ansia por usar un teclado, me salen unas letrajas oxidadas, horribles, como las de un párvulo haciendo sus primeros ejercicios. Siento la mano agarrotada y tengo que concentrarme para que lo que transcribo pueda leerse bien después. Sobre todo me noto desmañado para trazar las eles, las tes y otras letras altas.
Menos mal que si, por lo que sea, tengo que volver a escribir en papel una temporada, noto cómo recupero poco a poco la habilidad.
Ya dicen que órgano que no se utiliza, se atrofia, y yo creo que pasa así, en cierto modo, con los dedos, nervios y músculos implicados en la sujeción del bolígrafo y en la escritura. Por eso veo muy posible que dentro de unos años, y sobre todo la última generación, nos olvidemos de cómo se escribe sin ordenador o sin móvil, y que las hojas de libreta manchadas de letritas de tinta azul terminen en los museos para que los niños, al verlas, se asombren de las “habilidades” de sus mayores más o menos como ahora nos sorprendemos admirando los jeroglíficos egipcios.
Totalmente cierto, si es que no escribimos nada y eso que cuando me acerco a una librería, siempre miro las agendas para escribir a mano y luego dices...para qué? si tenemos tanta tecnología...con tu entrada me ha entrada nostalgia...
ResponderEliminarUn abrazo y Feliz Domingo!!!
http://quedateenminube.blogspot.com.es/
Excelente el símil de los jeroglíficos, jajaja. Creo que ya hablamos usted y yo de este tema una vez y coincidimos esencialmente en lo mismo. Aunque mi caligrafía es visualmente nada estética, no puedo evitar sentir debilidad por los manuscritos, sobre todo a la hora de enviar cartas por correo postal, otra bonita costumbre a punto de extinguirse.
ResponderEliminarSiempre he creído que la caligrafía expresa mucho de uno mismo e infunde al texto una vida y movimiento de los que el impersonal Times New Roman carece por completo. Leer una carta escrita a mano le hace sentirse al destinatario mucho más cerca del remitente, y por eso pienso que es el medio de comunicación ideal entre dos buenos amigos a los que separa el tiempo o la distancia.
Yo escribo muchísimo en el ordenador, pero como el placer de destapar el boli y línea tras línea en el papel... Hay muy poco, señor Neri.
ResponderEliminarLas entradas en el blog, de hecho, primero las aboceto en papel, y luego les termino de dar forma en el ordenador.
Y un beso y buen domingo :*
Tendremos que volver a los cuadernillos Rubio...
ResponderEliminarña ñe ñi ño ñu
ma me mi mo mu
el niño ñoño come piña
mi mamá me mima
Qué letra más bonita tenían nuestras abuelas...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarUn poquito exagerado sí que te ha quedado hombre...
ResponderEliminarYo sí que escribo a diario bastante a mano, el movil lo único que ha hecho es que pueda tomar notas que se me ocurren cuando no tengo papel a mano.
Tampoco creo que antes estuvieran todo el rato escribiendo, y eso con suerte los que sabían escribir, porque la mayoría de las personas mayores saben escribir con bastante mala caligrafía. Quizás la generación que mejor escribe a nivel general es la de mis padres; en torno a los 55 años.
Las siguientes generaciones escriben bastante mejor que sus abuelos,y seguramente escriban mucho más de lo que lo hacían ellos que muchos no han ido ni al cole. De hecho creo que antes sabían escribir lo justo para defenderse.
Últimamente hay un montón de profes que exigen que los trabajos escolares se escriban a mano (para evitar el corta-pega de la wiki o del rincón del vago) A los chicos les parece que la exigencia equivale a ir a cazar su propio ánade para hacerse un cálamo con sus plumas, pero ¡vuelven a pillarlo enseguida! Es como montar en bici: sólo hay que recuperar el estilo.
ResponderEliminarEstoy con aprendiz , el post me parece un poco exagerado.
ResponderEliminarEn mi entorno de trabajo, la enseñanza, se escribe muchísimo, y no sólo los alumnos, como cabría esperar, también los profesores.
Antes de que la burbuja inmobiliaria explotara y me dejara ejercer un poquito la carrera tengo el recuerdo de que, también en el estudio de arquitectura, escribíamos muchísimo.
Me sucede a menudo cuando corrijo exámenes que debo apartar alguno de ellos porque no entiendo la letra. A la semana siguiente cito al alumno para que me lea lo que escribió (en general son hombres los que peor escriben).
ResponderEliminarMe pregunto cuál es la función de la maestra del primer grado si no es lograr que los crios aprendan a escribir legíblemente. Es que es en la escuela donde hay que machacar con ello.
Ah, y la falta de tildes en las monografías en español en la uni debería ser inaceptable. "Que mi ordenador está configurado en inglés..." (¡Pues vaya a estudiar a Gales señor!) Porque el tema me molesta mucho, suelo aclarar que solo respondo correos SIN faltas ortográficas (y si me pongo estricta solo debería responder el 30%).
Un abrazo
Ana María, ni una sola frase de este blog ha sido escrita en papel. Antes llevaba una lista escrita a mano de temas de posts, pero ahora lo gestiono en el móvil.
ResponderEliminarYo no lo veo exagerado. En mi caso de verdad ha sido así. Quizá he dado la impresión de que cuando ahora agarro la pluma parezco un discapacitado manual, pero bueno, tampoco es eso, simplemente quiero decir que he perdido destreza.
Yo sí noto que la mayoría de la gente necesita escribir a mano muchísimo menos que antes. Quizá el ámbito escolar es una excepción por razones comprensibles.
Nagore, tengo un cuaderno donde mi abuelo copiaba las recetas de cocina que mi abuela le dictaba y es una caligrafía preciosa, con un estilo y un esmero que da gusto. Ahora desgraciadamente no hay tiempo ni ganas para nada.
Brisa, a lo mejor le parece muy fuerte, pero yo siempre digo que el que no sepa escribir sin faltas (unos mínimos razonables) mejor que no escriba nada que vayan a leer terceros. Así de claro. Por ejemplo yo no entiendo cómo hay gente que no se le cae la cara de vergüenza escribiendo mensajes llenos de faltas en grupos de Facebook de mil personas. Y nadie decimos nada. Luego dicen que no hay caridad... Joder con la democracia.
Muy interesante. La calculadora se llevó las divisiones de dos dígitos y ahora peligra la caligrafía. Lo de la ortografía, directamente, es una batalla perdida.
ResponderEliminarMe pasa lo mismo al comenzar a escribir a mano. Necesito un tiempo para hacerlo de modo legible.