Posiblemente será uno de los peores defectos, si se puede llamar así a tal dejadez, con los que uno se puede encontrar. Y si a esto le sumas que estás comiendo, la situación pasa a ser totalmente nauseabunda. ¿Cómo es posible que a estas alturas de la historia, cuando prácticamente todo el mundo posee los medios para solucionarlo y la presión cultural y social es tan fuerte sobre este tipo de individuos, todavía existan personas que puedan despedir tufos similares? Seres que, además de cochinos, sean tan desconsiderados como para entrar en un bar de tapas y poner a punto del vómito a todos los presentes.
Porque no era el pestillo propio de personas con problemas de sudoración o halitosis que, a pesar de poner todos los medios a su alcance, siguen emanando ligeros hedores. Ni el de aquellos maduritos que, tras reventarse a correr durante el partido del domingo, tienen la genial idea de asaltar el bar con la camiseta chorreando un sudor espeso y blanquecino con mayor proporción de sebo y colesterol que de agua y sal.
Ni siquiera era el olorcillo propio de personas ancianas que no son capaces de controlar totalmente sus esfínteres. Ni el tufo agrio y pastoso del que parece problemas digestivos o sufre de estreñimiento o intolerancia a la lactosa o al ajo.
No. Era un olor a juego con la pelambrera que asomaba por las orejas patateras de este individuo. Una peste que combinaba a la perfección con su pelo grasiento y mal cortado; con su obesidad mórbida y sus inexistentes modales y avasalladores modos a la hora de acercarse a la barra, objetivo que alcanzaba fácilmente gracias a sus repugnantes efluvios. Se trataba de la hediondez propia de aquellos que no se acercan al jabón en meses. En este caso me atrevería a decir que en años.
Era digno de contemplar como el resto de clientes, al instante, dejó de paladear las tapas antes deliciosas y ahora putrefactas; introduciendo la nariz, aquel que tenía la suerte de disponer de uno de ellos, en su vaso de tubo. Otros, se giraban hacia la puerta con la esperanza de que alguna pequeña brisa les salvara de la asfixia. Gracias a Dios, estuvimos lo suficientemente espabilados para tomar al asalto la única mesa del bar que quedó libre en la esquina más distante de este espécimen, único rincón relativamente a salvo de sus miasmas.
Ya más alejado, pude observar, sin embargo, que no vestía ropa andrajosa ni excesivamente sucia. Incluso llevaba una camisa bastante planchada. Además, el pestoso en cuestión, se tomó su tapa, su coñac y su buen vaso de café con leche, depositando sin problema un billete de veinte euros sobre la barra. De ahí, se concluye que no fuera un indigente o una persona que viviera sola. Probablemente, existía una mujer que cuidaba de él y le lavaba la ropa mientras sufría, resignada, a un guarro cuyas costumbres higiénicas serían paupérrimas en comparación con las de un animal de bellota. Quizás por eso se sintiera tan a gusto en un bar llamado La Pocilga.
La descripción genial Subdirector pero ¡qué asco me ha dado! Comparto lo que usted dice, hoy no hay excusa para nadie para ir sucio y apestoso. Tal vez fuera alguien con una enfermedad mental.
ResponderEliminar¿De verdad el Bar se llamaba La Pocilga? entonces es que usted frecuenta unos lugares no muy recomendables pero bueno, disfrute hombre, que hoy con este post tan bien escrito ¡y mira que el tema es escabroso! se lo ha ganado, tómese algo a mi salud y cuando vaya por Valladolid yo encantada le abono el importe ¡no se me pase como Rajoy el otro día que entonces le dejo tirao!
Un saludo afectuoso
Asun
Jajajaja, qué asco, se me han quitao las ganas de cenar.
ResponderEliminaraaagggggggggghhh... a mí tambien!!!
ResponderEliminarEs muy desagradable alguien así, ¿pero realmente no se puede deber a una enfermedad?
ResponderEliminarYo tuve un profesor que apestaba, pero yo conocía a su hija y era una familia normal, de clase media alta, de colegio de pijos... en fin, que dudo que el tipo no se duchara... pero hay gente muy rara la verdad.
Me he partido con sus descripciones tan... escatológicas. Los hábitos higiénicos se han revolucionado en las últimas décadas, pero, al igual que la implantación de las TIC´s, en este tema también hay una brecha generacional. Los mayores de ciertas edades a veces tienen más alergia de lo debido a la ducha diaria.
ResponderEliminar¡Repugnantemente gráfico, sr. Subdirector! :-)
ResponderEliminarAsí por la descripción diría que se trata de un tipo que yo conozco, aunque no se me ocurre qué diantres podría estar haciendo en Castilla.
Casualmente también sufrí a un profesor en segundo de carrera, de Arquitectura de ordenadores, que apestaba. Tenía una barba negra y espesa y grasienta. Y solose cambiaba de ropa cada tres meses (no exagero). Para buscar su despacho nos guiábamos por el olor y, claro está, antes de entrar tomábamos aire y dejábamos la puerta abierta. Y claro, solo permanecíabamos lo imprescindible. Incluso nuestra ropa terminaba oliendo mal.
ResponderEliminarPeor lo del tipo de la entrada era muchísimo peor.
Hace tiempo me contaron un caso curioso que sucedió donde trabajo.
ResponderEliminarEn un departamento había una mujer de mediana edad que apestaba. Por lo visto era algo llamativo y nauseabundo. Ella iba aparentemente aseada y bien arreglada (no parecía dejada), pero el caso es que olía a chotuno que tiraba para atrás, a una mezcla de sobaco recauchutado y chirla poco fresca. Como quiera que compartía despacho con otros compañeros y que era necesario celebrar reuniones frecuentes con la señora en cuestión, la gente se terminó quejando al jefe del departamento.
Las quejas al jefe fueron creciendo en tono y frecuencia, aunque nadie osaba hablar directamente con la interesada; ni siquiera, por vergüenza, hacerle la más mínima insinuación.
Hubo quien sugirió dejarle una nota anónima, pero al final se rechazó la idea por cruel.
De modo que el jefe, un tipo afabilísimo y con mucha mano izquierda, después de considerar el problema, del que era víctima también, decidió llamarla un día a su despacho y comentarle lo que había de la manera más delicada y humanitaria posible, para ver si se podía poner remedio.
Lo que no tuvo en cuenta el buen señor es que es imposible quedar bien diciéndole a alguien que huele a mierda. Se lo digas como se lo digas.
Así que la llamó y con cien mil circunloquios y polvos de talco, sacó el tema. Que si eres muy querida por los compañeros, que si yo estoy contentísimo contigo, que si hay una tontería que he creído conveniente comentarte, que si seguro que no es culpa tuya, que te lo decimos con cariño y por tu bien, que si no pongas esa cara que ya te digo que es una bobada...
Cuando el jefe terminó, ella salió de su despacho sin decir ni pío. No volvió a dirigir la palabra a ninguno de sus compañeros. En cuanto tuvo oportunidad (que fue rápidamente) pidió un traslado a una unidad lejana.
Impresionante narrativa y perfecta descripción de este tipo de seres que nos encontramos todos muy de vez en cuando (gracias a Dios)en lugares, normalmente de difícil aireación. Un abrazo y otro dia, ponte junto a la puerta. Un abrazo
ResponderEliminar¡Hola Al y Subdirector!: Hoy en mi blog, publico la convocatoria de la manifestación de reafirmación española que tendrá lugar en Barcelona próximamente.
ResponderEliminarEstoy difundiéndola por algún blog amigo como este vuestro y os pedimos que si no tenéis inconveniente me permitáis copiar aquí la dirección para darle la mayor difusión posible.
¡ojalá seamos muchos y salga la verdad de Cataluña a relucir!Es importantísimo para los catalanes que somos españoles orgullosamente y se nos silencia de la manera más vil.
¡Un millón de gracias por vuestra ayuda!!!
http://asunbalonga.blogspot.com.es/2012/09/arde-madrid-y-espana-entera.html
Con lo agustito y fresquito que se encuentra uno oliendo a "Moussel de Legraine"; a menta fresquita en lo más íntimo de su ser y a efluvios de Aire de Loewe y Mimosín en la ropa, qué aggco pordios... solo le ha faltao la foto de Torrente al lado de la mofetilla.
ResponderEliminarBuen finde a todo el mundo!!!
P.D se puede hacer publicidad? :S
Sr. Subdirector le leerle he pensado en J.B. Grenouille... Descripciones dignas del mismo Patrick Suskind...
ResponderEliminarPor cierto, buenas de nuevo.