Decía Ortega y Gasset, y estoy más que de acuerdo, que, en la elección de la amada, realiza el hombre la más sincera confesión de sí mismo. Aunque conocer fielmente el corazón de un ser humano es una tarea reservada en exclusiva a Dios, sí podría ser cierto que, a través del tipo de mujer que enamora a un hombre, podríamos intentar vislumbrar en la penumbra qué anida realmente en lo más hondo de su espíritu. Sin embargo, considero que conocer, aunque fuera remotamente, a una mujer es una tarea sustancialmente imposible.
Las épocas más gloriosas y fecundas que este cochino mundo ha conocido, nos han llegado a través de las historias y hazañas de hombres extraordinarios o, mejor dicho, de hombres que, a pesar de sus muchas debilidades o incluso bajezas, aspiraban a ser excepcionales. Y es imposible comprender la posibilidad de sus hazañas sin escarbar en su intrahistoria y en las mujeres que amaron.
Helenna de Troya, Cleopatra o Leonor de Aquitania quizás puedan disputar la fama pero no la virtud ni la belleza a Isabel de Portugal, única esposa del César Carlos V.
Isabel, tres años más joven que Carlos, había nacido en Lisboa en 1503. Fruto de la política matrimonial de los Reyes Católicos, cuyo objetivo principal era aislar a Francia, era hija de María de Aragón y del rey de Portugal Manuel el Afortunado. Como la mayoría de las mujeres descendientes de los Trastámara, era alta, esbelta, de cabellos rubios y ojos azules o grises, sin duda herencia de su antepasada Catalina de Lancaster.
Mujeres extraordinarias todas las de esta familia, recordando de forma somera a la sin par Isabel la Católica, a doña Juana la Loca, a Catalina de Aragón, a las hermanas del emperador y a sus hijas y nietas. Sensacionales, algunas veces, hasta la locura.
Desde los 14 años, y tras el fallecimiento de su madre, se hace cargo de la educación de sus muchos hermanos. Su padre, de nuevo, contrajo matrimonio, en este caso con Leonor de Austria, que además de hermana del futuro emperador fue la principal artífice del enlace de su hijastra y a la vez prima.
El 11 de mayo de 1526, se produjo su matrimonio en Sevilla. Es curioso que, entonces, Carlos ya contaba con cuatro hijas bastardas, siendo la primera, Isabel, fruto de sus relaciones con su abuelastra, Germana de Foix, viuda de su abuelo Fernando el Católico, y trece años mayor que Carlos. Éste, además, previamente había estado prometido con su también prima, y aun niña, María Tudor, futura reina de Inglaterra que casaría con un hijo de Carlos: Felipe II.
Locamente enamorados y tras una romántica estancia en Granada, Isabel dará a luz en Valladolid al futuro rey Felipe. Se dice que la fuerza y el sentido de la compostura de esta mujer era tal que durante el parto aseguró que sería capaz de morir antes que de gritar. En total, daría a luz a seis hijos, y Carlos, que al igual que sus antepasados había sido aficionado a las veleidades amorosas, no volvería engendrar un bastardo hasta que quedase viudo.
Se dice que si no hubiera llevado consigo su propio catre, Carlos habría dormido en más de 3000 camas diferentes con motivo de sus viajes a la hora de acudir a batallas, dietas y entrevistas. Tal era la confianza del emperador en su esposa que ésta quedó como regente suya en España durante cinco ocasiones, todas ellas con tal acierto que se convirtió en una de las reinas más queridas por el pueblo. Se rodeó en su corte toledana de poetas como Garcilaso de la Vega y Francisco de Borja que sentía una admiración ciega por Isabel.
Dando a luz a un nuevo hijo, Juan, en 1539, morirá en Toledo. El emperador, desesperado, es incapaz de encabezar la comitiva del entierro y prefiere dejarlo en manos de Felipe y de Francisco de Borja que se ocuparán de conducir el cadáver hasta Granada. Éste, al abrir el ataúd para dar fe a los monjes encargados del sepelio de que efectivamente entregaban el cuerpo de la emperatriz, contempló que la descomposición y los gusanos habían devorado horriblemente el hermoso cuerpo de la mujer a la que adoró. Se dice que, entonces, pronunció aquellas palabras que rimase, creo recordar, el Duque de Rivas:
«No más abrasar los ojos
en sol que apagarse pueda.
en sol que apagarse pueda.
No más servir a señores
que en gusanos se conviertan».
Tiempo después, tras enviudar, alcanzaría el generalato de la Compañía de Jesús y la santidad. Por su parte, el emperador, encargaría a Tiziano, para que le acompañara el resto de su vida, un retrato que pudiera considerar digno de ella .
Bonita serie de artículos sobre mujeres importantes de la historia de España. De este me quedo con su reflexión de que lo importante no es ser perfecto, sino arrepentirse de las propias faltas y tener deseos de mejorar, no como en estos tiempos en los que tanta gente se enorgullece de sus miserias y sus pecados.
ResponderEliminarDefinitivamente Sálvame Deluxe es un complemento imprescindible para estudiar la historia de España.
ResponderEliminarJoer lo de vacunar a la abuelastra tiene su miga.
Estos reyes eran unos fenómenos no?.
Que forma de follar, que campeones.No respetaban ni canas, ni parentesco, ni precepto.
Brujo, vaya usted a saber, igual el abuelo se había casado con una treinta años menor que él y bien maciza... El Subdirector nos sabrá decir...
ResponderEliminarEn todo caso hay que respetar a la mujer de un abuelo, Neri.
ResponderEliminarNo has visto a Enrique Iglesias como no osa enchufarsela a ninguna de las ex-mujeres o ex-amantes de Papuchi.
Un poquito de porfavor.
Luego dicen de la inmoralidad de la sociedad actual.
Los monarcas de la época no hacían prisioneros,-prisioneras en este caso.
En todo caso, vaya par de wevos tenía Catalina de Aragón y la hija.
Me estoy arrepintiendo de haber dejao "Los Tudor", a medias.
Para gallo, Enrique Octavo, vaya chivador.
A mi me pasa como al Subdirector: sufro los rigores de una época,(y de una posición) que no se corresponde con mi espíritu.
ESTA SOCIEDAD NO ENTIENDE MIS NECESIDADES Y ANHELOS.QUIERO SER REY, EN EL SIGLO XVI, en vez de bufón en el siglo XXI.
Precioso Subdire. Creí que me perdía también en la abuelastra, pero me reencontré imaginando a Enrique Iglesias cortejando a la viuda de su abuelo antes de conocer a la Kournikova..
ResponderEliminar¿Qué hay detrás de un gran hombre?
Una mujer sorprendida..
Aprendiz, acabo de ver su comentario después de enviar el mío..ja, ja! A los dos nos ha venido Henry Churches a la imaginación! No sé, la viuda oficial de papuchi no es mucho más mayor que el nieto..(10-15 años más..?)
ResponderEliminarAviso, para los amigos que siguen los Tudor, recientemente se ha descubierto que Enrique VIII era positivo en Kell y tenía el "Síndrome de McLeod", enfermedad que hacía casi inviable que tuviera hijos varones.
La culpa de los males del cosmos en general no siempre es de las mujeres..
Si ahora disponer de un Ferrari, una cuenta saneada y una vivienda impresionante acrecientan notablemente las probabilidades de que la elección de la amada llegue a buen fin, en aquella época el tener una testa coronada auguraba el éxito en un 99,99%.
ResponderEliminarY de eso hemos tenido un ejemplo no hace muchos años.
Germana de Foix era apenas 13 años mayor que Carlos. Fernando el Católico tenía unos 40 años más que ella cuando se casaron.
ResponderEliminarFernando el Catolico también era un Trastámara y los varones de esa familia fueron bastante fogosos. De hecho, el primer rey Trastamara de Castilla fue Enrique II, hijo bastardo de Alfonso XI, que accedió al trono tras matar a su hermano Pedro I el Cruel en su misma tienda en, creo recordar, la batalla de Nájera. Curiosamente, el bastardo entro en la tienda de Pedro llamando a gritos a "ese hideputa".
ResponderEliminarVamos, que en la familia Trastámara las mujeres eran unas santas pero ellos tenían "sus peculiaridades".
Elena Nito. Muy interesante su comentario. No sabía ni siquiera en qué consistían esas enfermedades.
ResponderEliminarPor cierto, de los Tudos, la tercera temporada ha sido genial. No tanto la cuarta y última donde, de repente, todo termina de forma muy apresurada.
Habría sido interesante ver cómo enfocaban los últimos días de Enrique VIII: 160 kilos, 150 centímetros de cintura,... su ataud se partió por el peso. Pero nada de eso aparece.
Oiga Sra Nito le ruego que a mi no me llame de usted, si no es mucho pedir.Que soy un chavalote.
ResponderEliminarPapuchi era grande.Mucho más que sus descendientes.
Pues sí, parece que el nacimiento de la Iglesia angilicana fue fruto del desorden mental de una persona muy enferma, y no del capricho aleatorio del Rey por la Bolena. Por un lado una pena el empecinamiento de Tomás Moro en hacerle entrar en razón (empresa ya imposible para entonces, y que le costó el pescuezo), por otro limpia un poco la memoria de Catalina, repudiada sin causa por su parte.
ResponderEliminarNo sigo la serie, pero una amiga y su consuerte sí, y me preguntaron muy intrigados que por favor, que a ver qué le estaba pasando a Henry..Quizá los guionistas no quisieron recrearse en la debacle final del monarca (o no les dejaron..), por no avergonzar al personal, aunque yo creo que la corona de Inglaterra lo resiste todo.
De acuerdo Sr. Aprendiz, hoy que Rubalcaba ha exigido a un periodista que le llame "Señor" Rubalcaba (hay muchos a los que también les gustaría ser Reyes del XVI y no bufones del XXI), vamos a tutearnos..
Belleza sin igual la de la Emperatriz Isabel. Y amor sin igual el que mi señor el César Carlos, que Dios guarde, le profesa.
ResponderEliminarLarga vida al Emperador.
Elena Nito, me parece muy bien que Rubalcaba haya exigido el "señor". Yo habría hecho lo mismo. Hoy hay mucho gañán suelto y entre los periodistas ni le cuento.
ResponderEliminarSr. Neri, no se preocupe, que a vd le seguiré tratando de vd, como siempre..que eso de chavalote no le pega nada..
ResponderEliminarA Rubalcaba sí le pega mucho la canción de Julito.."Y-es-que-yo...soy un truhán soy un Señor.."
El periodista iba con segundas porque se dirigió a él como Rubalcaba, y no como Alfredo, como él exige desde que es candidato.. A mí me sonó a la mili: !Señor, Sí Señor..! Y encima no le contestó a la pregunta.
Y en esos "encuentros" con las familias, con los jóvenes (con aroma de plagio a JMJ, cuyo éxito parece querer emular con estos formatos), ¿también hay que llamarle Señor, Amo, Don Alfredo, o Excelencia?
El respeto hay que ganárselo Sr. Neri.