sábado, 30 de enero de 2010

BORRANDO DEL MÓVIL


Creo que conviene, por salud mental y física, alejar de nuestra memoria hechos o situaciones cuyo recuerdo sólo supone una espina en nuestro espíritu. Y aún así, a pesar de nuestro esfuerzo, siempre parece que nos empeñamos en encontrar escenas o lugares que revientan la caja fuerte donde hemos encerrado el fracaso o el aciago recuerdo: ese bar, aquella canción, una foto con la que tropezamos en el interior de un libro, un sabor, un perfume... Detalles sin importancia que a veces golpean y otras, sencillamente, pellizcan un resorte que, aunque oxidado tiempo atrás, todavía conserva cierta potencia.

Desde hace años, tengo por costumbre, cuando deseo olvidar a alguien, quien sea, eliminar su número del móvil. En ocasiones se siente una liberación inmediata y, en otras, me cuesta horrores contestar afirmativamente a la advertencia de confirmación. Incluso, en algunos momentos, me he arrepentido de haber eliminado el contacto -una denominación muy afortunada en este caso- de ciertas personas. Pero, al final, vuelvo a pensar que tomé la decisión correcta.


Parece una simpleza pero es un acto simbólico, casi alegórico: cuando en la antigüedad, ascendía al poder un nuevo monarca o emperador enemigo del anterior, o era defenestrado un tirano, la primera medida consistía en derribar sus estatuas y borrar su nombre de los libros y de las piedras donde estuviera grabado.

miércoles, 27 de enero de 2010

CADENA POCO PERPETUA

Parece que con las últimas fechorías de ese angelito llamado Rafita se ha reabierto el demagógico debate sobre la llamada “cadena perpetua”. Y digo que es demagógico porque está manipulado de raíz. Para empezar casi nadie sabe en qué consiste la "cadena perpetua" y además se olvida que en España es imposible aplicarla en puridad mientras siga vigente la Constitución. Quisiera hacer algunos comentarios a vuelapluma sobre el asunto:

- La “cadena perpetua” no existe como tal pena en casi ningún país. En los pocos en los que se recoge con este nombre en el Código Penal consiste en una privación de libertad de más de 20 años, es decir no con carácter indefinido aunque se use el adjetivo de “perpetua”. En poquísimos países, entre los que cabe destacar Perú, esta pena sí es indefinida, si bien a partir de los 35 años de duración debe ser revisada con carácter anual.

En España, el nombrecito en cuestión no se utiliza, pero el límite máximo de cumplimiento (excepcionalmente) es de 40 años.

- En prácticamente todos los sistemas penitenciarios del mundo rige el cumplimiento por grados de las penas de prisión, incluso cuando se trata de la “cadena perpetua”. Esto significa que en una condena "perpetua" de 35 años, casi con toda probabilidad un tercio se cumplirá en régimen de libertad condicional, o sea en la calle. Recordemos en este sentido el emotivo filme de Frank Darabon.

Por ello resultan inviables las manidas reivindicaciones de “cumplimiento íntegro de las condenas” para los delincuentes más peligrosos.

- La “cadena perpetua” entendida como una reclusión para siempre es incompatible de todo punto con la vigente Constitución, pues esta pena no estaría “orientada hacia la reeducación o reinserción social”. Según el espíritu de la Constitución, el período de internamiento en la cárcel en las penas de privación de libertad debe estar siempre sometido a revisión según evolucione o se “reinserte” el reo.

Aunque conceptos como "rehabilitación" y "reinserción" deberían ser el punto de partida de una política criminal cristiana, que conciba al delincuente como una persona libre, capaz de cambiar, arrepentirse y mejorar, siempre deberían equilibrarse ponderadamente con otros valores en juego, como la seguridad de los ciudadanos y el orden social. Teóricamente todo criminal puede llegar a arrepentirse y a integrarse de nuevo en su comunidad, pero admitamos que en algunos casos, cuando se trata de ciertos delitos inhumanos y patológicos, casi es mejor que esta supuesta redención quede entre Dios y el sujeto encarcelado, y que la sociedad no haga experimentos con gaseosa poniendo en peligro a familias honradas e inocentes. Vamos, que se quede enjaulado hasta el día que palme.

- Los que van pidiendo firmas a favor del “cumplimiento íntegro de las penas” o de la “cadena perpétua” son unos sietemesinos, pues la iniciativa popular legislativa (llevar una proposición de reforma de una Ley a las Cortes avalada por 500.000 firmas) no está permitida respecto a las leyes que regulan derechos funamentales (entre ellos la libertad).

- Para que pudiera contemplarse una “cadena perpetua” de verdad, y no lo que nos intentan vender como tal en los debates idiotas de la tele y en los discursitos de Esperanza Aguirre (“cadena perpetua revisable”) sería precisa, como mínimo, una matización importante del núcleo duro de la Constitución, que exigiría una utópica mayoría de dos tercios en cada Cámara. Además, el resultado iría probablemente contra la Declaración Universal de los Derechos Humanos y contra las directrices de la Unión Europea.

- Sabemos que una parte muy significativa de la sociedad española defiende la privación de libertad indefinida para ciertos delincuentes irrecuperables, pero a pesar de ello esta medida jamás se adoptará en el marco de nuestro actual sistema jurídico.

- Si salieran adelante las iniciativas propuestas por el siempre engañoso Partido Popular, corremos el riesgo de que las cosas queden peor de lo que estaban:

Probablemente se presentaría al Congreso una mera reforma del Código Penal, incrementando en cinco años el máximo de cumplimiento y llamando "cadena perpetua" a las penas de reclusión superiores a los 20 ó 25 años. Adicionalmente se introduciría la revisión de condena a partir de ese período de cumplimiento, con lo cual a partir de los 20 años, el Juez de Vigilancia podría reducir la pena a quien le diera la gana, basándose en los subjetivos informes de la Junta de Tratamiento o del psicólogo cantamañanas de turno. Y me refiero -insisto- a los 20 años de condena, no de permanencia en chirona, pues a esas alturas la mayor parte de los reos estarían en régimen abierto de todas formas y la revisión-reducción de la pena sería un gesto casi simbólico (no tener que pasarse a "fichar" cada dos semanas).

lunes, 25 de enero de 2010

RESACA


Me despierto por la mañana sin cardenales ni dolores de huesos pero me siento como si me hubieran dado una paliza. Me hallo mucho más cansado que cuando me acosté; prácticamente como si hubiera escalado una montaña. A veces he bebido poco y me encuentro como si hubiera atacado las reservas de Bacardí de Las Bahamas: «¡Vaya por Dios, otra vez que me han dado garrafonazo venenoso! Y yo que creía que a estas alturas lo distinguía simplemente con olerlo.»

Si me duele el estómago, siempre me digo que nunca más volveré a beber ron. Si me duele la cabeza me prometo, sabiendo que no lo cumpliré, que no volveré a probar la ginebra (Sr. Neri, creí que podría pasar sin Bombay Saphire pero usted me descubrió el Tanqueray). Y, si me duele todo, hasta el alma, y no soy capaz, no sólo de desayunar, sino que hasta el agua me da asco a pesar de tener una sed de moribundo, me propongo que nunca más volveré a mezclar, que no merece la pena. Y ni yo mismo me lo creo pues, de antemano, sé que no suelo aprender aunque haya tropezado mil veces en la misma piedra si no me he roto nada serio.

Ya está. Resacón... Toda la mañana perdida y sin dar pie con bola. Ni duchas de agua fría, ni cafés bien cargados que aún me fastidien más el estómago; sólo funciona sudar. Pero hay que ser muy valiente y voluntarioso para calzarse las zapatillas si no has adquirido antes un compromiso previo. Porque en un día de resaca sólo la palabra otorgada y el deber imperioso son capaces de vencer al burgués y decadente romano.


sábado, 23 de enero de 2010

RELEYENDO "EL PADRINO" (11): LA CONFIANZA

Do you think the little farce you played with my sister could fool a Corleone?
Si hay una palabra que defina mejor que ninguna la gran historia de la novela El Padrino es "traición". Y si hay una característica que defina a la perfección la forma de traicionar de la Mafia es su impecable habilidad para ganarse la confianza de la víctima antes de asesinarla. A Paulie Gatto lo mató Clemenza mientras le encomendaba buscar un piso para los soldati; a Sollozzo se lo cepilló Michael durante una entrevista inocua en un restaurante; Apollonia murió a manos de uno de sus guardaespaldas de confianza; Tattaglia y Barzini (y Stracci y Cuneo en la película) cayeron tras una reunión para firmar la paz con los Corleone... Como bien decía el Don: "Un hombre no puede ser confiado; las mujeres y los chicos pueden permitírselo, pero un hombre, no".

Pero para mí el engaño más brillante para tranquilizar al condenado es el que lleva a cabo Michael con su cuñado Carlo Rizzi, que había vendido a Santino Coleone a la familia Barzini. A la vez se trata de una de las escenas más dramáticas y mejor interpretadas de la primera película. Disfrutad del pasaje, aunque sea un pelín largo:


"Acababa de ponerse la camisa cuando llamaron a la puerta. Pensó que Mike seguramente le había telefoneado y al encontrar la línea ocupada había mandado a buscarlo. Carlo abrió, y sintió que las piernas se negaban a sostenerle. Frente a él tenía a Michael Corleone, y en su cara vio la muerte, aquella muerte que tantas veces había visto en sus sueños.

Detrás de Michael Corleone estaban Hagen y Rocco Lampone. Su aspecto era grave, como si fueran al funeral de un amigo. Los tres hombres entraron en la casa, y Carlo les condujo hasta la sala de estar. Repuesto del susto, pensó que se había dejado llevar por los nervios. Pero las palabras de Michael volvieron a intranquilizarlo aún más que antes.

—Tienes que pagar por lo de Santino —dijo su cuñado.

Carlo lo miró sin responder, como si no entendiese de qué le hablaba. Hagen y Lampone se habían situado de espaldas a una pared de la habitación, lejos de los otros dos, que quedaron frente a frente.

—Tú serviste en bandeja a Sonny a la gente de Barzini —continuó Michael, con voz carente de emoción—. ¿Es que Barzini te hizo creer que la comedia que interpretaste con mi hermana engañaría a un Corleone?

Carlo Rizzi, con voz temblorosa, sin dignidad y sin sombra de orgullo, gritó, más que dijo:

—Juro que soy inocente. Lo juro por mis hijos. No me hagas esto, Mike, por favor.

—Barzini ha muerto —prosiguió Mike, impasible—. Y también Phillip Tattaglia. Quiero saldar todas las cuentas de la Familia. Y quiero hacerlo esta misma noche. No me digas que eres inocente, porque sé que no lo eres. Sería mejor que admitieras tu culpa.

Hagen y Lampone miraron con asombro a Michael. Seguían pensando que no tenía la talla de su padre. ¿Por qué tratar de conseguir del traidor una confesión? Su culpabilidad estaba más que probada. La respuesta era obvia. Michael no acababa de confiar plenamente en sí mismo, todavía temía ser injusto, aún le preocupaba la posibilidad de equivocarse. Por ello, para tranquilizarse, necesitaba que Carlo Rizzi confesara.

Al no obtener respuesta, Michael añadió, en tono casi amable:

—No estés tan asustado. ¿Crees que voy a convertir en viuda a mi hermana? ¿Piensas que voy a dejar huérfanos a mis sobrinos? Después de todo, soy el padrino de uno de tus hijos, no lo olvides. No, tu castigo consistirá en que no volverás a trabajar con la Familia. Te irás a Las Vegas, con tu esposa y tus hijos, y quiero que permanezcas allí. Connie recibirá una asignación periódica. Eso es todo. Pero no insistas en que eres inocente, no insultes mi inteligencia. Ahora dime: ¿quién fue el que te hizo la proposición, Tattaglia o Barzini?

Carlo Rizzi, en su angustiosa esperanza de conservar la vida, y aliviado por saber que no lo matarían, murmuró:

—Barzini.

—Bien, bien —dijo Michael con voz apenas audible—. Ahora quiero que te marches. Hay un coche esperando para llevarte al aeropuerto.


Carlo salió el primero, seguido muy de cerca por los otros tres hombres. Ya era de noche, pero la finca estaba intensamente iluminada, como de costumbre. Un coche se acercaba, y Carlo se dio cuenta de que era el suyo. No pudo reconocer al conductor ni tampoco a la persona que estaba sentada en el asiento trasero. Lampone abrió la puerta delantera y con un gesto indicó a Carlo que entrara. —Llamaré a tu esposa y le diré que vas para allá —dijo Michael.

Carlo entró en el automóvil. Su camisa de seda estaba empapada de sudor. El coche se puso en marcha, dirigiéndose rápidamente hacia la entrada de la finca. Carlo empezó a volver la cabeza para ver si conocía al hombre que iba sentado detrás de él, pero en ese momento, Clemenza, con el mismo cuidado con que una niña pondría un lazo en la cabeza de una muñeca, pasó una cuerda alrededor del cuello de Carlo Rizzi y apretó con fuerza. La cuerda mordía la piel del poderoso cuello de Rizzi, que buscaba desesperadamente un poco de aire. De pronto, el interior del coche se llenó de un desagradable olor. La proximidad de la muerte hizo que Carlo perdiera el control de los esfínteres. Clemenza siguió apretando durante unos minutos más, y luego, cuando estuvo seguro de que el trabajo estaba hecho, se metió la cuerda en el bolsillo. Se arrellanó en su asiento, mirando el cuerpo sin vida de Carlo, que había caído contra la puerta. Después de unos momentos, Clemenza bajó el cristal de la ventanilla para que entrara un poco de aire fresco y puro".

martes, 19 de enero de 2010

CON PLUMA, POR FAVOR

Es cierto que cada día hay menos necesidad de escribir a mano, pero no puedo entender cómo alguien que lo hace a menudo (tomando apuntes, firmando mucho, etc) puede preferir el bolígrafo a una buena pluma estilográfica.

A pesar de los avances tecnológicos de los bolis, escribir con pluma sigue siendo un placer que dignifica la escritura, la hace rápida y cómoda, y embellece y personaliza los trazos como nunca podría hacerlo un Pilot de última generación.

Siempre he escrito con estilográfica. Durante los cinco años de Facultad utilicé una Parker granate que acabó casi deshecha en el último curso. ¡Anda que no manchó folios y folios! Ahora en mi trabajo redacto muchas cosas a mano y rubrico muchos papeles, así que tengo siempre en el bolsillo a mi amiga plateada, que me hace un poco más agradable y más especial mi cometido.

Además el ritual de las plumas me encanta. Llenarlas con el cargador de émbolo (los cartuchos son una plebeyez) y utilizar un tintero bonito y hasta un color de tinta personalizado da un toque especial a la rutinaria tarea de manuscribir. También tienen su gracia los inconvenientes puntuales de este sistema: manchurrones, aire en el depósito, que se corra o se traspase lo escrito y su mayor fragilidad, que te obliga a mimar tu pluma casi como a una mujer.

Y tienen otras semejanzas con las mujeres. Cuando estrenas una pluma es como cuando empiezas a tratar o a convivir con una chica. Al principio no fluye a tu voluntad, hay algún “roce”, no sale la escritura redonda… Pero al cabo de un tiempo, una mano delicada y constante siempre termina domando a su pluma, hasta el punto de hacerla parecer un dedo más. Con las tías, igual: hay que domesticarlas con suavidad para no cargarte el punto, pero con constancia y firmeza para que surjan trazos fuertes.

El otro día estaba yo en una reunión muy solemne, en la que predicaba un super-mega-giga-jefe. Yo tomaba notas en mi agenda cuando me susurra el compañero de al lado:

- ¿Me dejas un segundín el boli, por favor?

Le enseñé el punto y le contesté muy bajito y muy serio:

- Coche, pluma y mujer jamás debes prestar, que te los pueden joder.

Menudo careto puso.

sábado, 16 de enero de 2010

EL COMENTARIO DE LA SEMANA (45): UN DILEMA IMPORTANTE

Los mejores comentarios de las dos últimas semanas han sido:

I- (...) No sé por qué, pero cuando un amigo mío está a punto de tener un niño, en vez de preguntarle alguna memez del estilo: ¿Te gustaría que fuese un brillante científico o un ilustrado filósofo?, le preguntamos algo mucho más peliagudo: ¿Qué prefieres, que tu hijo sea maricón o que se case con una gitana? El 100% coincidimos en que preferimos verlo encamado con Zerolo antes que con la hija de Pedro Jiménez Heredia. Hombre, si se casa con la hija de los Jiménez, las Noche Viejas con la familia política (cabra incluida, por supuesto) podrían ser memorables, dignas de ser contadas, pero no. Todos sin excepción preferimos verlos agarrados de la mano de un Carolina cualquiera".

Autor
: Clebarr


II- "Neri, no vale decir que suicidio. En su caso qué prefiere, ¿ver a una hija casada con un Heredia o que sea una respetable lesbiana?. ¿Qué prefiere, la cabra en nochevieja, compartiendo mesa y mantel con un consuegro que lleve cuatro anillos en cada mano o cantar a coro Mujer contra mujer en los postres, con su nuera. ¿Qué preferiría, que se presentara en su lugar de trabajo su yerna , con bandera arcoiris en la pechera o que la visitante fuera su consuegra Loli en chanclas, de negro, a pedirle que si puede hacer algo por la ayuda de su sobrina. Para mi no hay color, honestamente".

Autor: Aprendiz de brujo
Entrada
: Una anécdota de maricones


Señores, vayan respondiendo
todos ustedes mientras nosotros nos lo pensamos...

jueves, 14 de enero de 2010

UNA ANÉCDOTA DE MARICONES


Hoy voy a contar una anécdota simpática de mis tiempos de la cruz y la espada. Aclaro antes que nada que modificaré levemente algunos detalles y circunstancias de la historia para evitar posibles problemas y no herir susceptibilidades.

En la primavera de 2000 una conocida asociación de “gays y lesbianas” de mi ciudad emprendió una sonada campaña reivindicativa de determinados derechos del colectivo, en especial el "matrimonio" y el acceso regular a la pensión de viudedad. La campaña consistió en un amplio despliegue de cartelería, organización de fiestas en bares de copas y aparición en varios medios de comunicación.

El presidente de esta asociación tenía un apellido muy gracioso, ya que coincide con un nombre femenino. Digamos que se llamaba Fernando Carolina.

Un grupo de jóvenes a los que no nos hacía ni pizca de gracia semejante proselitismo organizamos una contracampaña y varias acciones de boicot. Nuestras actividades fueron mucho más modestas y limitadas, aunque nuestra falta de medios fue ampliamente compensada por nuestro fervor e inflexibilidad. Ni que decir tiene que varias de estas iniciativas no respetaron la Constitución vigente ni se enmarcaron en las reglas del juego del estado de derecho. Una pena.

En septiembre del mismo año la céntrica sede de la asociación de mariquitas sufrió un asalto y varios destrozos, tanto en la fachada como en puertas, ventanas y otros elementos. Yo no tuve nada que ver y tampoco conozco a los autores de semejante heroicidad, pero el caso es que la Brigada de Información de la Policía Nacional me relacionó con el asunto (basándose en la denuncia de los invertidos), me localizó y me hizo declarar durante varias horas.

El interrogatorio fue bastante desagradable. Los muy desconfiados no se creían que no pudiera facilitarles ni una pequeña pista y me dieron bastante la brasa. Como nota de humor recuerdo el cabreo que se agarró uno de los inspectores cuando cogí y me puse a leer la denuncia que él mismo había dejado olvidada en su mesa al salir a hacer un recado. En el encabezado venían los datos y el domicilio del denunciante, Fernando Carolina, y el poli debió de pensar que íbamos a vengarnos o algo así. Me arrancó el folio de las manos todo alterado.

Al final los muy capullos me empapelaron y tuve un juicio del que guardo terribles recuerdos, no tanto por lo ingrato de la situación y por el lógico temor a que me empuraran, sino porque tuve que sentarme en el banquillo entre dos maricones confesos y convictos, uno de ellos el amigo Carolina, que no tenía nada de pluma y vestía en plan pijete, y el otro un maromo de los llamados ositos con aspecto de ir poniendo varas sin preguntar. También estaba como testigo de la acusación una locaza estridente que por lo visto se encontraba en el local asaltado la noche de autos.

La farsa duró muy poco y tengo que reconocer que gracias a la llamativa maricona, que después de mi intervención negándolo todo, reconoció ante el juez y la fiscal que no era yo quien había trepado por la ventana y que no me reconocía en absoluto. Estuve a punto de matarlos a todos por hacerme perder el tiempo en semejantes idioteces que estaban claras desde el principio, y también me faltó poco para declarar que ni borracho habría trepado a oscuras por la fachada de un antro de bujarrones, pues al hacerlo mis cuartos traseros habrían quedado desprotegidos al menos unos instantes.

Pero lo más curioso fue que pocas horas después del juicio recibí una llamada al móvil de Fernando Carolina en persona. Aquello me pareció bastante patético, pues para empezar me comentó que le había sorprendido mi aspecto de “gente normal”. Supongo que esperaba encontrarse en la sala con un skin-head. Por educación me callé que siendo él presidente de una organización de sodomitas militantes, también a mí me había chocado su aspecto de persona ordenada y alejada de todo vicio. Luego, tras anunciarme que había remitido al Defensor del Pueblo varios elementos de nuestra contracampaña, me soltó una charleta sobre el drama de la marginación de los homosexuales y me invitó a profundizar sobre el tema tomando un café. Rehusé amablemente con la lógica inquietud ante la posibilidad de haberle gustado. Por último me manifestó sus temores ante posibles nuevos atentados de la extrema derecha contra su sede, lo que me dejó, como es natural, completamente consternado.

Desde ese día, y como mi ciudad es pequeña, me he encontrado en numerosas ocasiones con Fernando: en la cola del autobús, en el Carrefour, en el cine, cruzándose conmigo por la calle… y siempre me saluda muy atento y afable. En justa correspondencia yo siempre le dedico una sonrisa y voceo a pleno pulmón: “¡Hasta luego, Carolina!”. Uno, que es educado.

martes, 12 de enero de 2010

¡HOMICIDIO EN PRIMER GRADO!

Los que hemos estudiado Derecho o utilizamos las normas jurídicas como instrumento habitual de trabajo a veces tenemos el defecto de descojonarnos cruelmente de los errores que comenten los profanos en la materia (periodistas incluidos) al manejar nuestra terminología. Estos gazapos son muy frecuentes, ya que el derecho no es como la física cuántica, que solo hablan de ella los iniciados, sino que representa una faceta fundamental de la actualidad y de las relaciones sociales, por lo que normalmente charlan sobre juicios o sobre impugnaciones desde los magistrados del Supremo hasta la dependienta del Mercadona. Y claro, te partes el eje (para tus adentros, porque una cosa es ser un cabrón y otra un estúpido pedante que va dando por ahí lecciones a quien no tiene por qué aprenderlas).

Una de las típicas y más divertidas inexactitudes que se cometen es la confusión entre los términos “demanda”, “denuncia” y “querella”. A la peña le da lo mismo demandar a quien le roba a punta de navaja que denunciar al que no le paga el alquiler de la plaza de garaje o querellarse contra la empresa que le ha despedido de forma improcedente. Pero no es el único patinazo jurídico. Los hay mucho más sonados y cómicos, como por ejemplo el del gitano de un famoso clan de narcotraficantes de Castilla y León que preguntado por la juez de lo Penal si tenía algo que añadir, respondió sin pestañear: “Sí, señoría: ¡me acojo a la Quinta Enmienda!”. A la Quinta Enmienda de la Constitución de Estados Unidos. Con dos cojones. Y es que el cine procesal americano ha contribuido mucho a distorsionar la imagen popular de la justicia.

Hasta aquí todo correcto: tíos que no entienden ni papa de derecho o que, como en el caso de los gitanos, no saben hacer la “o” con un canuto, dicen una burrada cuando hablan de leyes. Pero lo que me parece vergonzoso es que personas que sí deberían conocer estas cuestiones o al menos documentarse como es debido metan la pata hasta el fondo y encima ante el gran público. Me estoy refiriendo a Celda 211, la última película de Daniel Monzón.

Lo peor del cine europeo en general y del español en particular es que es asquerosamente pretencioso para las mierdas que suelen rodarse. En el caso de Celda 211, un film que decepciona mucho, no podía ser de otra manera. Durante la hora y media larga que dura la historia se intenta dar una imagen realista y cruda del mundo carcelario: el FIES, los funcionarios, el trapicheo con drogas, las relaciones entre presos, la violencia… Vamos, que parece un publi-reportaje de Instituciones Penitenciarias, una continuación de El coro de la cárcel de La Primera. Pero de repente, el kie de la prisión de Zamora, apodado Malamadre e interpretado por el genial (no en esta ocasión) Luis Tosar le pregunta al joven protagonista, un Ayudante de Prisiones que se hace pasar por preso:

- ¿Y tú por qué estás aquí?

- ¿Yo? Por homicidio en primer grado.

¡Homicidio en primer grado! Igual que el gitano de la Quinta Enmienda, lo mismo. Yo creo que el gilipollas del guionista, para inspirarse, se ha visto simplemente una sesión de cine carcelario y de thrillers judiciales de Hollywood. Unas horitas repasando Cadena perpétua, La fuga de Alcatraz y Tiempo de matar, y hala… a escribir diálogos para Celda 211, sin que ni el director, ni el equipo, ni los supuestos asesores que siempre contratan se percaten en ningún momento de que eso del homicidio en primer grado no existe en España, donde lo más parecido se llama asesinato, y de que van a hacer el ridículo ante miles de espectadores que no es que esperen encontrarse con un documental sobre derecho, pero sí les gustaría, ya que se intenta reflejar una realidad social, que hubiera un mínimo de rigor y se cuidaran estos detalles tan elementales. Insisto en que la torpeza es especialmente grave en tanto que el personaje que pronuncia la frase no es un macarrilla analfabeto que pulula por el patio, sino un tipo que se acaba de sacar unas oposiciones con temas de derecho penal.

Los detalles pueden carecer de importancia, pero son una buena pista del cariño y el interés que se ha puesto al realizar cualquier tarea, ya sea profesional o de cualquier tipo. En este caso, Daniel Monzón ha demostrado no estar a la altura, y no solo por esta minucia, sino por toda la peli en su conjunto, que resulta floja, antinatural y pésimamente interpretada, sobre todo en el caso de Tosar y de Resines, un gran actor completamente abrasado por la serie humorística
Los Serrano.

domingo, 10 de enero de 2010

LIGAR POR INTERNET

Ligar por Internet es uno de sus fines más frecuentes desde que comenzó a generalizarse su uso. Y debo reconocer que, a simple vista, parece tener muchísimas ventajas: te permite entablar largas conversaciones con chicas a las que nunca habrías prestado atención o viceversa; evita la incomodidad del cara a cara; puedes pensar lo que vas a decir y no cagarla soltando alguna gilipollez; incluso te deja parecer un tipo sensible, tolerante, guay y molón de la muerte. Vamos que casi es tan útil como los mensajes de móvil para evitar embarazosos rechazos. Tan útil y tan falso.

Recuerdo cómo hace doce o trece años, cuando casi nadie disponía de una conexión a Internet en casa, los más frikis y babosos de la Universidad -casi siempre tipejos con más taras que una escopeta de feria- se pasaban el día, en las pocas aulas de informática, buscando pornografía y mariposeando
en los chats del IRC a la caza de jovencitas a las que «entrar» a saco. Sé de malvados que se dedicaban a hacerse pasar por tiernas incautas con el objetivo de cachondearse de lo lindo de algún baboso o, incluso, gastarle bromas pesadas. Todo tan divertido como patético.

Después llegó el Messenger que aún hoy sirve para conocer más a fondo, aunque no realmente, a futuribles objetivos sin la posiblidad de cotillear y espiar a la víctima que ofrece el condenado y aburrido Facebook.


Y lo que ahora prolifera cómo rosquillas son esas páginas de ligoteo, cutre actualización de las antiguas agencias matrimoniales, que se anuncian a diestra y siniestra mostrando fotos falsas de espléndidas hembras que, de seguro, se tienen que quitar a los tíos de encima a bastonazos desde el momento mismo que salen a la calle. Porque seamos sinceros, ligar por Internet es un método para fracasados de la vida, babosos desesperados, tarados y busconas caribeñas de enormes posaderas que intentan conseguir algún pardillo al que desplumar y que, de paso, les proporcione el permiso de residencia. Porque a las buenorras de verdad, siempre les sobrarán hombres donde elegir.




Eso sí, me mosquea mucho que, pudiéndose dar cuenta cualquiera del fraude, estas patrañas triunfen cada vez más en estos tiempos de liberación sexual y de antirrepresión. Y debe ser muy rentable a la vista de que estas chuflas se anuncian masivamente en cualquier portal de Internet, habiendo desplazado a casinos virtuales y vicios similares, e, incluso, en televisión. Parece mentira que ligar o, mejor dicho, encontrar pareja (hombre con mujer y viceversa, claro está) sea más difícil que nunca en la Historia.

jueves, 7 de enero de 2010

SEXOLONAS

No recuerdo a partir de qué momento los machos de la manada de mi grupo de amigos empezamos a utilizar el apelativo “sexolona”. Creo recordar que el procaz primo de un colega llamaba “sexualonas” (aumentativo doméstico de sexual) a cierto tipo de mujeres y que nosotros, por un error de oído, fuimos diciendo sexolona por aquí y sexolona por allá, hasta que la palabra se quedo así, en un proceso casi idéntico al del latín clásico, que después fue latín vulgar y luego lenguas romances.

El caso es que es uno de los términos más recurrentes en las conversaciones pícaras que mantenemos cuando no hay señoritas ni señoras delante, en las que nos permitimos –como es lógico- toda clase de chirigotas y excesos sobre nuestras conocidas, amigas, compañeras de trabajo y demás ejemplares femeninos del entorno.

Entre todas las variedades de mujeres están las sexolonas. Últimamente especulamos bastante sobre qué características tiene que tener una tía sexolona, y, aunque somos incapaces de dar una definición exacta por ser un concepto indeterminado e intuitivo, todos coincidimos matemáticamente en cuáles son sexolonas y cuáles no.

- Oye, tú, la cajera esta del Alimerka es muy sexolona, ¿no?

- Sí, muchísimo, muchísimo. La que más.

Para que nuestros lectores masculinos se aclaren, voy a intentar esbozar una definición describiendo varias características. Las lectoras, que ni se esfuercen. Hay que ser macho para captar estos matices tan finos, para desarrollar un olfato que permita identificar a una sexolona auténtica.

- En primer lugar se trata de mujeres un poquito entradas en carnes. No gordas, no, sino lozanas. Son esas a las que no llamarías focas pero tampoco sílfides. Se trata de hembras con buenas carrilleras, cara de sanotas, cadera poderosa y piernas que no son palillos, pero en absoluto columnas dóricas. Vamos, que hay donde agarrar. Ya lo decía un amigo mío: en una mujer hay que valorar tres cosas: cara bonita, vida sin mancha y cadera ancha. Pues eso.


- Suelen tener en el 98% de los casos un melocotonar muy respetable, aunque no es requisito imprescindible. En cualquier caso, son amigas de escotes, faldas de pico y otras audacias similares.

- Son chicas de las que tampoco podría decirse que son guapas, guapas. Es rarísimo que un bellezón sea sexolona, vamos imposible. Son más bien agradables, a veces resultonas, pero casi siempre muy normales. En su normalidad, que no vulgaridad, está el morbo precisamente.

- Son muy extrovertidas y hacen gala de una extraordinaria simpatía. Es imposible ser tímida o insociable y sexolona al mismo tiempo. Para mí por ejemplo, el mayor atractivo de una mujer es su simpatía.

- Y la característica más importante de todas: son unas cachondas de cuidado. Tienen una actitud totalmente distinta cuando hablan con una mujer o con un hombre, ya sea soltero, casado o hasta cura. Les gustan más los pantalones que a un tonto una tiza. Cuando hablan con un chico sonríen continuamente, se contonean, echan el cuello hacia atrás, se tocan el pelo y le miran fija, muy fijamente a los ojos, haciendo ruborizar al Tenorio más experimentado.

Son muy expresivas con los varones: les encanta tocarte el hombro, agarrarte el brazo fugazmente, cogerte la mano por cualquier nadería. Es como si necesitaran el contacto masculino más que el comer.

- Enlazando con la anterior característica, debe destacarse que son chicas muy abiertas de mente, de palabra y en mi grupo de amigos sospechamos que también de piernas. En sus conversaciones con hombres dejan caer picardías y frases de doble sentido sin parar, hacen alusiones sexuales más o menos directas, y su humor se basa fundamentalmente en el ñaca-ñaca.

Las sexolonas son un verdadero fenómeno de la naturaleza. Recuerdo hace unos años en una boda, que estábamos en una mesa grande de solteros. Nos colocaron a un grupo de amigas muy monas casi todas, delgaditas y tal… y a una sexolona de vestido morado chillón que era hasta fea de cara. Pues fue increíble, porque en el baile ya tenía cuatro o cinco moscones que no se le separaban ni dejaban de hacerle gracietas. Y me jugaría el cuello a que terminó la noche con el modelito más que arrugado. Yo reconozco que influyó mucho su escote abrumador, pero la clave estuvo sin duda en que esta mujer era una calentona o una frescachona (si no es contradictorio) y eso lo huelen rápido los sementales del clan, no me digas por qué.

El frecuente éxito de las sexolonas es una prueba más de que el físico y los convencionalismos estéticos no son, ni mucho menos, el único pilar de la atracción, o bien de que los hombres somos más primarios y más tontos que mear en una garrafa.

miércoles, 6 de enero de 2010

MIS REGALOS DE REYES

Hoy vamos a hacer como los niños y a contar qué nos han traído los Reyes Magos.

Empiezo yo:

1- Una pequeña tetera de acero inoxidable para hacerme mi té todas las noches.


2- Una cazadora verde muy chula (aunque como es de entretiempo, tendré que esperar para estrenarla).

3- Una parca negra muy práctica, que me servirá para cuando llueve y para cuando no llueve, y para llevar con americanas o de sport.

4- Una agenda de anillas de bolsillo, de esas con recambios anuales, para “hacer frente” a las nuevas tecnologías y organizarme mejor que en 2009.

5- Un libro de Lamet titulado El retrato, sobre el Jesucristo histórico.

6- Una bolsa de deporte para el gimnasio.

7- Un pequeño tiovivo de lata, tipo juguete antiguo, que va a cuerda.

8- Un abrelatas dorado muy original con forma de txapela.

9- Un mini-llavero con una linterna halógena.

10- Chocolatinas varias y una gran bolsa de caramelos.

11- Una plancha eléctrica de cocina, a ver si me animo a llevar una dieta un poco más sana.

lunes, 4 de enero de 2010

SOY UN INCOHERENTE

Echando la vista atrás, revisando mi catálogo de valores y punteando mis viejos sueños, solo puedo decir que me siento bastante incoherente.

Incoherente porque he marginado en un oscuro rincón principios y pautas que antaño consideré esenciales en mi vida.

Incoherente porque mi vida ha tomado y sigue tomando derroteros bien distintos a los que proyecté cuando era más soñador, más generoso y más honrado.

Incoherente porque soy un mal católico y lo peor de todo es que mis debilidades y defectos ya parecen consustanciales a mi forma de ser.

Siempre tuve la impresión de que nací en una época equivocada y de que la sociedad en la que me había tocado desenvolverme no estaba hecha para mí, que era imposible que me adaptara. Pero en un momento dado de mi vida, que no fue un día ni una hora concreta, pero sí un proceso más o menos rápido, tuve que decidirme.

Decidirme entre la fidelidad absoluta a mis principios o la aceptación de tantas cosas que odio a cambio de vivir en paz con los demás y conmigo mismo.

Decidirme entre el cumplimiento riguroso de todo lo que creo o la posibilidad de una vida afectiva y social más rica y satisfactoria.

Decidirme entre mi solitaria urna de cristal, de razón indiscutible y de integridad, o la oportunidad de ser feliz, aunque fuera metido en la mierda hasta la cintura.

Decidirme entre un comportamiento intachable y una vida encorsetada con el corsé de la virtud, o abrir algunas ventanas para poder conservar algún dulce recuerdo de mis años jóvenes.

Decidirme entre seguir mi conciencia o cumplir la ley; entre ser irreductible o vender parte de mí a cambio del pan de cada día; entre estancarme con la Verdad a cuestas o avanzar por una ciénaga con la esperanza de llegar algún día a un sitio que se parezca al que yo sueño.

A veces me consuelo pensando que si yo he sido herido vistiendo la mejor coraza de acero, qué habrá sido de los que solo la tenían de cuero, o de lana o no llevaban protección alguna.

A veces pienso que no renuncié a tanto y que, aunque no lo sepa, sigo siendo un extraterrestre… Pero eso sí, un extraterrestre al que alguien quiere en este planeta.

viernes, 1 de enero de 2010

PERDONAR Y OLVIDAR


A uno siempre le han explicado que para los cristianos perdonar implica siempre olvidar. Y yo no sé si no lo comprendo bien, si soy un mal católico o un malvado rencoroso, pero creo que depende un poco de qué entendamos por olvidar.

Para mí perdonar a alguien que me ha hecho daño u ofendido, o con quien no me hablo (por ejemplo) significa dos cosas: superar mi sentimiento de rencor o de odio, y restaurar la relación que tuviera con esa persona (hablarle de nuevo).

Pero, ¿perdonar significa partir de cero en todo e incondicionalmente con esa persona?

Si yo he tenido una bronca tremenda con un amigo porque resulta que tiene un carácter incompatible de raíz con el mío, o está todo el día pinchándome, o es muy agresivo y salta en cuanto le llevas la contraria en cualquier chorrada, o tiene unas ideas en las antípodas de las mías en temas fundamentales, cuando este amigo se disculpa por haberse pasado tres pueblos, ¿debo volver a tener idéntico comportamiento con él que antes, la misma naturalidad, la misma confianza…?. ¿No es más lógico que, aun perdonándole y olvidando rencores, aprenda de lo sucedido y mantenga una prudente distancia en ciertos aspectos, o no le dé tanto la mano por si se toma el pie, o evite ciertos temas de conversación o incluso reduzca los encuentros o el trato con esta persona para evitar nuevos conflictos (al menos provisionalmente)?

Yo me atrevo a sugerir la diferencia entre el perdón y el olvido. No creo que un perdón con buena memoria sea menos auténtico si somos honestos y siempre dentro de ciertos límites. En teoría la gente puede cambiar y un cabroncete que te ha hecho la puñeta podría convertirse en un ser angelical, pero como también es cierto que el hombre es el único bicho que tropieza dos veces en la misma piedra, me parece muy legítimo protegerse de algún modo (guardando ciertas distancias) de futuras movidas y encontronazos en tanto se demuestra que este cambio de actitud se ha producido efectivamente.

Por supuesto todo esto debe apreciarse con honradez y no con cinismo, ya que esta actitud de autoprotección podría usarse como excusa hipócrita para no volver a mirar a alguien que te ha hecho cualquier faena.

Una prueba -para mí- de que el perdón puede ser genuino sin que se hayan olvidado las afrentas ni dejado de tomar las medidas oportunas puede verse en el ámbito de la pareja, por ejemplo en una ruptura de novios o en una separación conyugal.

Yo he visto a gente cortar con sus parejas porque eran unos infieles compulsivos, o unos tipos desastrosos incapaces de asumir ninguna responsabilidad o de vivir con alguien, o, en fin, por mil defectos que hacen la convivencia imposible. Aunque estas rupturas se han producido siempre en medio de grandes batallas verbales, cabreos y acusaciones mutuas, algunas veces he visto que al cabo de un tiempo los dos se han perdonado sinceramente e incluso guardan un buen recuerdo de la relación y se tienen mucho cariño. Eso sí, el que cortó, por mucho cariño que tenga a su ex, no volvería con él ni harto de vino, porque sabe que la convivencia sería un infierno. Sabe que los dos son muy buenos, pero no pueden estar juntos, igual que la paella y el chocolate, que por separado son una delicia, pero cualquiera los mezcla…

Pues eso: se han perdonado de sobra y hasta han vuelto a quererse, pero de forma voluntaria y premeditada se han negado a olvidar y han tomado la drástica medida de que nada vuelva a ser como antes. ¿Es esto perdonar de verdad? Se supone que según la teoría del perdón que todo lo olvida, deberían darse una oportunidad y reanudar su noviazgo o su convivencia marital, ¿no?

Sé que el ejemplo de las parejas puede ser un poco trampa porque presenta matices muy particulares, pero sí pienso que el perdón no puede ser un gesto irresponsable de reset total y a cualquier precio que te deje a merced de las arbitrariedades y abusos de quienes ya han demostrado que no se puede confiar en ellos plenamente. Dicho de otra forma: el perdón purifica tus sentimientos, pero no te devuelve la confianza como por arte de magia.

EL COMENTARIO DE LA SEMANA (44): FUERTES Y DÉBILES

El mejor comentario de la semana ha sido:

"(...) Respecto a la colonización, no es cuestión de crueldad, es el efecto rodillo de encontrarse los fuertes con los débiles. Un patio de colegio, una oficina, hasta un grupo de amigos o una familia funcionan de manera parecida. Ahora se nos vienen encima la media luna y lo vamos a entender todo mucho más claramente y sin tanto blando pesimismo victimista a lo Evo Morales. (...)"

Autor: A./
Entrada: Avatar: otra charleta anticolonización.