martes, 31 de marzo de 2009

FLOÏD

Descubrí la loción de afeitado Floïd gracias a un regalo que, años ha, me hicieron mi abuela y su hermana. En mi familia, salvo contadas excepciones, suelen ser muy poco originales a la hora de hacer regalos y, por ello, acumulo en mi casa numerosos frascos con colonias y after-shaves, algunos de los cuales nunca usaré. Por lo visto, las dos venerables señoras preguntaron al dependiente de la perfumería cuál sería la loción más adecuada para un veinteañero y, éste, seguramente de coña pues muy pocos comparten mis gustos estéticos, les empaquetó un masaje de afeitado creado hace 75 años. Y, afortunadamente, acertaron de pleno pues, con su fortaleza vasodiladora y su serio, varonil y clásico aroma mentolado -sólo comparable con el casi iniguable Varón Dandy-, es el masaje de afeitado ideal para aquel hombre que se encuentre radicalmente alejado de la imagen del metrosexual que bimensualmente nos vende ese publirreportaje que en Antena 3 llaman noticiario.

Al contrario que los hombres «fashion» que se disputan el cuarto de baño y los cosméticos con su señora, soy un acérrimo defensor del hom
bre tradicional que guarda en su balda del lavabo apenas un cepillo de dientes, el dentrífrico, un peine, una cuchilla y gel de afeitar -he de confesar que aún no me atrevo a afeitarme con navaja-, y unos sencillos y varoniles desodorantes, colutorios, colonias y lociones de afeitado. Éstos últimos productos con el aroma más alejado posible de esos bálsamos para después del afeitado con agentes hidratantes de aloe vera y esencia de petunias usados por los seguidores de esos petronios zeroleros de la ideología de género que chillan como locazas cuando, tras el afeitado semanal -nunca entenderé esa moda de llevar una descuidada barba de cinco días-, se enfrentan a un producto que contenga más de un cinco por ciento de alcohol.

Pues parece que, para los modernos defensores del metrosexual, no usar pendientes de brillantes a lo Beckam o gastarse las perras en marigaydades como cremas antiarrugas para ¿hombres? , camisetas rosas o chorradas por el estilo, automáticamente te convierte en el paradigma de macho ibérico de dientes amarillos a juego con la camiseta de tirantes, boina a rosca y olor a tomillo. Y mientras muchos ilusos corren a la perfumería a comprarse cremas exfoliantes o incluso maquillajes -parece mentira pero ahora deben existir quiceañeros que se maquillan- aterrorizados ante la idea de convertirse en hombres de verdad, los manipuladores de la moda y de la estética se llenan los bolsillos.

El modificar los cánones estéticos de la sociedad implica un cambio sustancial de ésta pues, al final, aquéllos suelen ser reflejo activo o pasivo de la personalidad de un individuo. Valga como ejemplo el siguiente enlace que he encontrado buscando imágenes para este post: genuino ejemplo de la condición intelectual de un individuo que ni siquiera sabe colocar las tildes.

Me gustaría que los lectores, además, comentaran qué tipo de lociones y fragancias les gustan (en las mujertes, por ejemplo), usan o detestan para sí mismos y para los demás, qué les evocan...

sábado, 28 de marzo de 2009

A LAS BARRICADAS



Entre las canciones guerreras que vibraron en el pecho de miles de soldados entre 1936 y 1939, una de las más bellas y emocionantes es, sin duda, A las barricadas, el himno de la CNT, ya popularizado en los años de la República por
su mensaje sencillo, profundamente revolucionario y lleno de fuerza. Los acordes solemnes y un poco tristes, y la letra violenta y poética de esta vieja melodía polaca del siglo XIX calaron hondo en el pueblo obrero y campesino, sometido a un yugo de siglos, en una España de caciques malvados y abusos sin fin, especialmente en Extremadura, Andalucía y Cataluña.

Tras el primer año de guerra, esta canción era la más famosa en el Frente de Aragón y su homenaje a la lucha contra la injusticia había sensibilizado a muchísimos españoles de ideologías contrarias, hasta el punto de ser cantada con entusiasmo por los falangistas, que sustituían únicamente el verso “por el triunfo de la Confederación” por “por el triunfo de Falange de las J.O.N.S.”

En la llamada Transición, A las barricadas se convirtió en canción bandera de la izquierda y fue versionada por diferentes artistas, destacando Ana Belén y Víctor Manuel y el grupo Los Muertos de Cristo, que modificó levemente algunos versos anticuados de la letra (la traducción original es de 1933), con tanto éxito que esta última variante es hoy en día la más conocida y la que entonan los propios anarcosindicalistas.

El tema musical fue retocado para la banda sonora de Libertarias (1996), con un resultado novedoso y, para mí, extraordinario.

Pongo la letra más conocida de la versión de Los Muertos de Cristo. El vídeo que encabeza esta entrada es en cambio la versión original.

Negras tormentas agitan los aires,
nubes oscuras nos impiden ver;
aunque nos espere el dolor y la muerte,
contra el enemigo nos llama el deber.
El bien más preciado es la libertad,
luchemos por ella con fe y con valor.
Alza la bandera revolucionaria,
que llevará al pueblo a la emancipación.
Alza la bandera revolucionaria,
que llevará al pueblo a la emancipación.
¡En pie pueblo obrero, a la batalla!
¡Hay que derrocar a la reacción!
¡A las barricadas! ¡A las barricadas!
¡Por el triunfo de la Confederación!
¡A las barricadas! ¡A las barricadas!
¡Por el triunfo de la Confederación!

viernes, 27 de marzo de 2009

RELEYENDO "EL PADRINO" (2): LIBRE COMPETENCIA

(Genco Abbandando y Vito Corleone, fundadores de la Genco Pura Oil Company)


Don Corleone y yo estamos de acuerdo en que la libre competencia económica es muy perniciosa. Una de las cosas que más me gusta de El Padrino es su crítica descarada al liberalismo. El mensaje de fondo parece ser: La democracia y el libre mercado sólo generan mafia y corrupción.

"Finalmente decidió dedicarse al negocio de la importación de aceite de oliva italiano, en asociación con su amigo de la infancia Genco Abbandando. Genco, que tenía experiencia en el asunto, cuidaría del negocio, efectuaría las compras y se encargaría de almacenar el aceite en el local de su padre. Clemenza y Tessio serían los vendedores, irían a todas las tiendas italianas de Manhattan, Brooklyn y el Bronx para convencer a los comerciantes de que compraran aceite de oliva marca Genco Pura. (Con su típica modestia, Vito Corleone se había negado a que el aceite llevara su nombre.) Vito, naturalmente, sería el jefe de la empresa —era quien había puesto la mayor parte del capital—y también intervendría en los asuntos especiales, por ejemplo cuando los comerciantes se resistieran a dejarse convencer por Clemenza y Tessio. En tales casos, Vito Corleone debería emplear sus formidables dotes persuasivas.

Desde entonces, y durante unos cuantos años, Vito Corleone vivió como cualquier pequeño hombre de negocios. Sólo se ocupaba de hacer prosperar su empresa, en aquel país de economía dinámica y en expansión. Era un buen padre y esposo, pero le quedaba poco tiempo para su familia. El aceite Genco Pura se convirtió en el más vendido de los que se importaban de Italia, y el negocio creció rápidamente. Como cualquier buen comerciante, Vito no tardó en comprender las ventajas de vender a precio más bajo que la competencia, con lo que logró que los detallistas compraran más el aceite Genco Pura que cualquier otro. Y al igual que cualquier buen comerciante, empezó a soñar con formar un monopolio y obligar a sus rivales a retirarse del negocio o forzarlos a unirse a él. Sin embargo, dado que había empezado con muy poco capital, que no creía en la publicidad y que, a decir verdad, su aceite no era mejor que el de sus competidores, no podía emplear los recursos corrientes en el mundo de los negocios. Tenía que apoyarse en la fuerza de su propia personalidad y en su reputación de ´hombre de respeto`.

Ya desde muy joven Vito Corleone era tenido por «hombre razonable». De su boca nunca salía una amenaza. Siempre empleaba la lógica, una lógica, por otra parte, irresistible. Siempre se aseguraba de que el otro obtuviera su parte de beneficio. Con él, nadie perdía. ¿Cómo lo conseguía? De forma muy sencilla. Como todos los hombres de negocios verdaderamente listos, sabía que la libre competencia era perniciosa, mientras que el monopolio, en cambio, era beneficioso. Así pues, procuraba conseguir el monopolio. Había algunos mayoristas en Brooklyn, hombres de genio y testarudos que no se avenían a razones, que se negaban a ver, a reconocer el punto de vista de Vito Corleone, aun después de que éste les explicara, detalladamente y con enorme paciencia, sus razones. Con estos hombres, Vito Corleone siempre terminaba haciendo un gesto de desesperación. Luego, Clemenza y Tessio se encargaban de resolver el problema: pegaban fuego a los almacenes o volcaban los camiones cargados de latas de aceite. Un milanés loco y arrogante, con más fe en la policía que un santo en Jesucristo, fue a las autoridades para presentar una queja contra sus compatriotas, infringiendo la milenaria ley de la ´omertà`. Pues bien, antes de que las cosas pasaran a mayores, el mayorista milanés desapareció, sin que nunca volviera a verle nadie, dejando esposa y tres hijos, gracias a Dios ya mayores. Ellos pudieron continuar el negocio de su padre, previo acuerdo con la Genco Pura Oil Company"

miércoles, 25 de marzo de 2009

¿TIENES 29? ¡JA! Y YO 15


En ocasiones, cuando estoy trabajando en mi casa, por las tardes realizo un breve descanso que suelo utilizar para intentar relajarme, iluso de mí, viendo la tele. Cuando en La Secta no emiten la serie JAG (cada día me gusta más Catherine Bell) o están realizando algún corte publicitario, me he encontrado Ven a cenar conmigo, un programa de Antena 3 tan cutre como la emisora en cuestión desde que perdió a Silvia Jato (a veces me sorprende lo que pueden llegar a gustarme mujeres unos cuantos años mayores cuando siempre me han atraído más jóvenes).

Aparte de lo malo que es el programa, llama la atención como algunos de los participantes mienten de forma descarada en su edad. En una presentación previa es normal ver a Marujita Fernández, de profesión peluquera, afirmar sin parpadear, y confirmándolo con un pequeño rótulo, que tiene 29 años cuando, a simple vista, ya está cerca de cumplir los 40 si no los ha superado.

Bien es cierto que, a ciertas edades, es difícil calcular la de una persona, sobre todo en las mujeres, y que, a veces, te sorprende lo jóvenes que aparentan algunos -conozco a un chico al que, hasta los 30 años, le pedían el carné para entrar en las discotecas- o lo cascados que se encuentran otros. Pero no es menos verdad que la condición imprescindible para que una mentira sea tal es su credibilidad; si no, es un burdo disparate y hay embustes que, incluso para un pésimo fisonomista como yo, resultan groseros.


Nunca entenderé el afán de ciertas personas -en su mayoría féminas- por quitarse años. Parece que se intentaran convencer a sí mismas de que, negando su verdadera edad, el tiempo se apiadará de ellas y no sufrirán sus estragos. Quizás sea porque así, en su mentira, se sientan superiores a sus ingenuos iguales capaces de creerse mentiras tan simples. ¿Acaso no han pensado que, diciendo tener menos años, los demás pensarán lo mal que se conservan y que, sin embargo, si invierten la mentira, todo el mundo se verá sorprendido por lo bien que lo hacen?

Creo que, para todo, es importante ser, ante todo, coherente y sincero consigo mismo. Y no intentar aparentar y, lo que más importante, vivir como si se tuviera una edad diferente a la real, ni mayor ni menor: sirva el caso de ésas a las que Pantera Rosa llama «barbies de pueblo».

domingo, 22 de marzo de 2009

CON MAMÁ Y PAPÁ

Vaya por delante que las relaciones entre padres e hijos me parecen complicadas. Un sabio refrán castellano dice “entre padres, hijos y hermanos, que nadie meta las manos”, por lo que prefiero opinar sobre estos temas con precaución y dejando claro, antes de nada, que no es posible hacerlo con un mínimo de rigor sin estar a cada caso y conocer las circunstancias que rodean a cada familia.

Lo que quería comentar es un tema que se ha tocado por encima en las últimas entradas y comentarios: la edad tardía con la que muchos hijos abandonan el hogar familiar para vivir solos, casarse o “vivir en pareja” (utilicemos por una vez este eufemismo tan políticamente correcto).

Evidentemente, cada uno puede permanecer en el hogar paterno hasta la edad que le dé la gana siempre que a sus papis no les parezca mal. Otra cosa es que esto sea beneficioso para los padres y –sobre todo- para los hijos, o que sea honesto en determinadas condiciones. Ya digo que habría que ver cada caso.

Oteando la realidad circundante, y a riesgo de simplificar un poquito, voy a atreverme a trazar cinco grandes prototipos de personas de cierta edad (digamos entre 30 y 40 años) que permanecen en la casa-cuna. Os invito a comentar estas situaciones y a proponer casos distintos.


Caso 1.- Personas sin pareja, con plena independencia económica, que tienen muy claro por diversos motivos que no abandonarán la casa de sus padres mientras no conozcan a alguien y se casen o se “vayan a vivir” con él. La principal razón que alegan para no emanciparse es no soportar la soledad y, por lo tanto, preferir vivir con su familia que solos.

Caso 2.- Persona ennoviada y con dinero que permanece con su familia en tanto le entregan el piso, deja transcurrir un período razonable de noviazgo u organiza su boda o su casa. Esta situación puede alargarse engañosa y peligrosamente para transformarse en el Caso 5, sobre todo cuando les han dado el piso.

Caso 3.- Personas con o sin pareja que estarían encantadas de independizarse, pero carecen de independencia económica y no pueden hacerlo. En este saco hay casi siempre individuos muy particulares, ya que a ciertas edades carecer del mínimo poder adquisitivo para meterse en un alquiler modesto suele ser síntoma de muchas cosas y casi nunca buenas. Suele tratarse de sujetos resentidos y acomplejados que se llevan fatal con sus progenitores, normalmente ya mayores, tratándoles con despotismo y muy poco cariño, y desahogando con ellos sus frustraciones más íntimas. Pisan poco o nada en casa y no hacen vida en familia.

Caso 4.- Divorciados que tras la ruptura han tenido que volver al nido paterno por falta de liquidez para emprender una nueva vida. En estas situaciones, la frustración y el resentimiento descritos en el Caso 3 pueden llegar a multiplicarse por 4 o por 5.

Caso 5.- Personas con pareja y sueldo importante que no se casan ni se arrejuntan ni locos simple y llanamente porque están muy cómodos en su situación. Frecuentemente ganan más que sus padres; tienen piso propio; viven con su familia de lunes a viernes, pisando en casa sólo para comer, cenar y acostarse, y los fines de semana se van con su pareja al pisito para hacer vida marital. En el mismo caso, podemos encuadrar al típico listo que vive la ficción de estar independizado en su piso, pero come y cena diariamente en casa de mamá (o se lleva a su casa la comida en tapperware) y le lavan y planchan la ropa.

No voy a pronunciarme sobre qué casos me parecen razonables, cuáles de ser una persona con algo de jeta y cuáles de ser un mierda y un mezquino, por mucho que sus padres se lo consientan. Porque lo malo es que a veces son los padres, que tanto presumen de desear lo mejor para sus retoños, los que favorecen, por egoísmo, por comodidad, por miedo o por pena, que sus hijos treintañeros acaben convertidos en personas aprovechadas, superprotegidas e inválidas para tener una vida propia o para convivir con alguien.

Y para terminar, yo sólo tengo clara una cosa: mientras no te vas de casa de tus padres, sea cual sea la razón, nunca dejas de ser un niño de alguna manera. Los padres siempre verán a sus hijos como a críos, pero imagínate si viven con ellos hasta los 40…

EL COMENTARIO DE LA SEMANA (30): LES DIJE QUE ODIABA LAS SECTAS

El mejor comentario de la semana ha sido:

"(...) Un día paseando
por el centro, mi mujer quiso entrar a ver unas tiendas de ropa de un centro comercial. Como a mí, eso me aburre soberanamente, la esperé sentado en nuestra moto. Al poco de haberse ido se me acercaron dos mujeres de aspecto "rarito" con "Atalayas" y "Despertad" en las manos y se pararon donde yo estaba. Empezaron a hablarme preguntandome si les conocía, si sabía quien era Jehová etc.

Tengo que decir que no suelo actuar así normalmente, pero ese día estaba ´facilón`, no hacia falta mucho para que yo entrara al trapo y entré, vaya que si entré. Le dije que yo creia en la superioridad de la raza aria, era seguidor del III Reich y que odiaba las sectas como la suya, la de los Testigos de Jehová, todo esto con un gesto serio, sin guiñar un ojo, y voz firme y decidida.

Las dos sectarias se alejaron de mí
casi corriendo, sus caras eran un poema, yo no deje de mirarlas mientra se iban, ellas volvieron la cabeza y al verme la giraron rápidamente (...)"

Autor:
Hispanicus

viernes, 20 de marzo de 2009

"TESTIGAS" DE JEHOVÁ

Alguna que otra vez he tratado de forma accidental con miembros de esa secta apocalíptica llamada Testigos de Jehová. Quizás fuera por insana curiosidad, por morbo o para hacer un paréntesis en mis «actividades extraescolares» juveniles.

Siempre me han parecido personas extremadamente simples. Amarradas a su Biblia de traducción libre, repiten como papagayos cuatro ideas absurdas, escabulléndose aterrorizados cuando un apenas veinteañero les rebate sus estrafalarios argumentos en el Paseo del Espolón de Burgos. Aún recuerdo cómo volvió la señora unos minutos más tarde para arrojarme una octavilla mientras me lanzaba una especie de maldición gitana a lo cutre, amenzándome con el infierno o no sé bien qué gaitas mientras volvía a huir despavorida.

Comprendiendo que era inútil discutir con esta gente (han predicho, y fallado, el final del mundo en tres ocasiones) y que, en lugar de argumentos o clases de Teología elemental, verdaderamente necesitaban una terapia contra lavados de cerebro, nunca he vuelto a darles la oportunidad de entablar la más mínima discusión. Dependiendo de mi estado de ánimo, siempre les he respondido un simple «no me interesa», un «soy católico» o algo más humorístico como «no creo en la libertad de culto» o «mire usted, soy un gran admirador de la Inquisición y de las Cruzadas».

Eso sí, mi imagen ha cambiado cuando el otro día llamaron a mi puerta dos testigos femeninos (vale, señorita Aido, testigas) verdaderamente cañó
n: una rubia de peluquería y una morena con rizos, ambas veinteañeras y perfectas candidatas para trabajar en una agencia de azafatas. Mosqueado y boquiabierto, las despaché con el argumento típico, pues lo primero que me vino a la cabeza, recordando a la marujilla de Burgos, es que, de seguro, se trataría de unas ladronas de pisos o de unas estafadoras, para nada afiliadas a una secta tan hortera, que utilizarían sus encantos con el objetivo de dejarme sólo con lo puesto. Para gran desgracia mía porque esas dos, en cinco minutos, podrían haberme robado lo que les hubiera apetecido.


Hablando en serio, me pregunto qué sucede en España para que sectas cochambrosas y personajillos ridículos (Carlos Jesús, Paco Porras, Rappel...) logren obtener seguidores tan fieles y, ante todo, tan abnegados, con lo difícil que es encontrar voluntarios para realizar cualquier esfuerzo en cualquier ámbito de la vida. Porque lo encuentro más o menos comprensible en gente con poca cultura y que se haya movido en ambientes marginales; pero qué tienen estas sectas que son capaces de captar en un clima de indiferencia, cuando no inquina, hacia todo lo religioso, a chavalinas veinteañeras de buen ver. Lo mismo me pregunté cuando hace años, junto a algunos conocidos, acudimos a ridiculizar a un conferenciante de una secta gnóstica que hablaba en la Biblioteca Pública sobre la reencarnación y no sé qué chuflas sin pies ni cabeza. El pobre hombre no sabía por dónde salir en el turno de preguntas. Eso sí, la sala estaba aborratada y a la salida oí decir a dos quinceañeras: «Pues creo que me ha convencido».




martes, 17 de marzo de 2009

TARADOS: UNA OCURRENCIA POLÉMICA

Desde hace algunos años mantengo una tesis muy polémica que ha servido para entablar larguísimas conversaciones y rifirrafes con muchos amigos y conocidos. Aunque he ido perfeccionando los argumentos y el modelo en que me baso, fundamentalmente viene a decir que, superada cierta edad que yo sitúo de los 29 a los 31 ó 32 años, si una persona no tiene pareja se debe a que padece algún tipo de tara importante ya sea ésta física y/o psicológica.

No es algo que sostenga alegremente y sin meditar. No me refiero a las personas que, tras un noviazgo estable, han llegado a una ruptura, pues éstas, casi siempre después de un corto periodo que no suele superar los diez meses, vuelven a emparejarse con otra que suele haber vivido una situación similar. En realidad, me centro en aquellos con dificultades casi históricas para encontrar un amor medianamente fructífero, serio o estable. Es decir, esos individuos, incapaces de mantener un noviazgo, o como se quiera llamar, de una duración, estabilidad y profundidad que lo hagan parecer mínimamente serio.


Seguro que alguno está pensando que cualquiera tiene taras, siendo imposible encontrar a alguien que no se vea aquejado por una; o que lo importante es que la suma de las virtudes contrarreste el conjunto de los vicios y defectos o cosas similares. O, incluso, que todos conocemos a personas total y absolutamente taradas felizmente casadas desde hace años -así de golpe, se me ocurre pensar en el presidente del (des)Gobierno-. Empezando por el final, diré que mi tesis supone una condición necesaria pero no suficiente, es decir, que el tener el cartel de libre a cierta edad implica cierta tara pero no al revés. Y para rematar el principio expondré ciertos puntos que espero algún lector sepa desmontar:

  • Es cierto que todo el mundo tiene algún defecto y que por eso no se le debe considerar un tarado sin más. Pero creo que también lo es que si alguien, tras alcanzar el periodo de madurez, es repetidamente incapaz de desarrollar un aspecto de la personalidad tan importante como el afectivo tiene que ser debido a un problema grave independientemente de que la persona busque excusas como la suerte o similares.
  • Parto de que a esta edad ya se debería haber alcanzado la madurez y una cierta estabilidad económica y personal por pequeña que fuera: si no es así, la tara es grave y evidente. De hecho, si la persona todavía vive con sus padres, de seguro se verá aquejada por lastres de sobreprotección que le harán muy complicado mantener cualquier idilio amoroso con proyecciones de futuro: incapacidad para afrontar las tareas domésticas y ciertas responsabilidades propias de la independencia o, incluso, la creencia de que el mundo debe comportarse con él o con ella de la misma forma que lo hace su madre.
  • Si a esta edad la persona ya lleva una temporada alejada del domicilio familiar, se encuentra comenzando una etapa de vida solitaria que, de no finalizarse en un tiempo razonable, generará las manías, el egoísmo y la intolerancia que la falta de convivencia doméstica diaria implican.
  • A estas edades cada vez quedan menos personas con el letrero de libre y, aunque suene muy duro decirlo, sucede que llegadas ciertas fechas sólo quedan los saldos. O lo que es peor, la mercancía averiada o devuelta.
  • Una simple cuestión matemática: supongamos una chica medianamente agraciada y simpática. Si lleva saliendo una vez a la semana desde los veinte años, conociendo lo babosos que somos los tíos, de media le habrán atacado unos 3 ó 4 por noche. Esto es, si de un total de unos 1500 hombres ninguno le ha servido suficientemente (eso sin contar las oportunidades que le hayan surgido en los estudios, en el trabajo o, incluso, en la parada del autobús), tenemos un elemento de peso para considerar que existe algún problema subyacente. En el caso contrario, un hombre que, cuando había muchas mujeres libres de su edad, no consiguió congeniar largamente con ninguna tiene alguna o varias taras importantes: ¿no hay ninguna suficientemente buena o él no es suficientemente bueno para ninguna?
  • No se puede mantener que mucha gente de estas edades y, aún mayores, son capaces de ligar bestialmente. En primer lugar porque no estoy hablando de ligoteos o de rolletes sino de algo estable y adecuado, no de juegos de quinceañeros: «Señora, que no tiene usted ya edad.» Eso por no hablar de esos sórdidos pubs donde acuden los hambrientos, pasadas las tantas de la mañana, y se reúne la más variada fauna desde los veinticinco hasta los sesenta años: desesperados, divorciados y todo tipo de saldos, mercancía devuelta y averiada en busca de la primera pieza descuidada y bebida que se cruce en su camino: el cazador cazado.
Un dato más: tengo 31 años.

domingo, 15 de marzo de 2009

VISTO EL CHACHO, VISTA LA CHACHA

Dicen que en el amor siempre hay un roto para un descosido, aunque yo creo más bien que encontrar pareja se parece demasiado a un mercadillo cruel, donde cada cual luce sus méritos, sus inteligencias, sus bellezas, sus estudios y sus dineros y acaba “canjeado” por un “producto” equivalente, salvo honrosísimas excepciones. Ya lo decía un compañero mío de mili, de un pueblo de Tierra de Campos: “Visto el chacho, vista la chacha”.

Me ha venido esto a la mente al darme cuenta de que, de un tiempo a esta parte, no dejo de encontrarme en la calle cierto tipo de parejita con un perfil inconfundible, agarrados como lapas y haciéndose continuos arrumacos.

En todos los casos él es el clásico saldo de rebaja en el mercado del amor; yo diría más bien que un artículo descatalogado. Hay muchas variantes, pero al final siempre es lo mismo: un sesentón con mala pinta, un chaval joven muy gordo y con gafas de culo de vaso o el típico tío cutre de mediana edad que podríamos apostar el sueldo de un año a que su profesión es, en el mejor de los casos, el pastoreo de ovejas en alguna diminuta localidad del Valle del Esgueva.

Pero las características de ella resultan, si cabe, más predecibles, pues sin excepción alguna se trata de una inmigrante joven de origen hispanoamericano y extracción social humildísima, con un brillo picarón en la mirada, voz dulce y actitud empalagosa (“Ay, guapote, dale un beso a tu negra”). Aun así, el físico de la muchacha varía enormemente, yo presumo que en función de los millones de las antiguas pesetas que le haya asegurado tener en Caja España su acompañante. De este modo, si observas que el galán es un viudo roñoso (hasta ahora) o un paleto joven de los de “la mejor lotería, el ahorro y la economía”, con tierras y tal, lo más seguro es que la novieta sea una jamelgona de cuidado, con un tipo aceptable y pechuga prominente, que cada vez que le meta un meneo al “afortunado”, éste se frotará las manos calculando lo que se ahorra en visitas al puticlub del cruce. Por el contrario, cuando el colega es un pringado sin más, un estudiante universitario que no se ha comido un rosco en su vida o una persona con trazas de pobretón, la amorosa peruana, hondureña o colombiana resulta bajita, gorda y con acusados rasgos raciales.

A veces me sorprendo sintiendo pena por estas parejas, pero en seguida me digo que soy un canalla y que fijo que los dos son muy felices por haber encontrado cada uno lo que buscaba: ellas, dinero, seguridad y la posibilidad de quedarse en España; y ellos… bueno… ellos, lo que no habrían conseguido ni locos en otras circunstancias, es decir, ligar (y menos "gratis") y con una mujer joven. Otras veces me pregunto si no seré demasiado cabroncete y mal pensado, y si no podrá haber parejas de español e inmigrante (¿o inmigranta?) que no se expliquen por el interés, por el dinero o por la soledad. Y lo más chungo es que en ocasiones contadas me da por hacerme esta misma pregunta con las parejas “normales” entre españoles o entre personas sin estas necesidades tan manifiestas.

sábado, 14 de marzo de 2009

EL COMENTARIO DE LA SEMANA (29): FEALDAD, DEBILIDAD Y TEOLOGÍA

Los mejores comentarios de las tres últimas semanas han sido:

I- "(...) eso de que solo importa el interior, para mí es una tontería...¿alguien puede estar con un feo por muy buena persona que sea? (...)"

Autora: Aprendiz
Entrada: ¿Qué tendrá Cayetana?

II- "(...) El carácter fuerte no está reñido con mostrar la propia flaqueza, el dolor o la debilidad y es precisamente en el ámbito de confianza, intimidad y apoyo recíproco que se da en una relación de amistad dónde se pueden y se deben mostrar. Lo contrario sería una relación cuasimercantil".

Autor
: Álvaro
Entrada: Amistad y admiración.

III- "(...) Ya lo decía Juan Donoso Cortés que lo sacó de Proudhon: "toda gran cuestión política va envuelta siempre una gran cuestión teológica". Y así se puede reducir en militar en las dos banderas de las que habla San Ignacio: la del Non servian, encabezada por el Diablo y la de Servian por Cristo (...)"

Auto
r: Villeguillo

miércoles, 11 de marzo de 2009

AVENTURA EN EL POLO NORTE

Hoy voy a recomendar una novela que acabo de terminar y me ha encantado. Me la pedí para Reyes porque el tema me parecía muy sugerente para pasar un rato, pero jamás imaginé que me iba a impactar así. Sin duda es de los mejores libros que he leído últimamente.

Se trata de El Terror (2008), de Dan Simmons, un extenso y minucioso relato de aventuras basado en hechos reales que incorpora elementos de la novela de terror. El punto de partida es la expedición de dos buques británicos – el HMS Erebus y el HMS Terror- que a mediados del XIX y bajo el mando del aristocrático Sir John Franklin y del humilde irlandés Francis Crozier, navegaron por el Ártico en busca del Paso del Noroeste. Encallados en la banquisa durante dos años sin deshielo, con inviernos de 65ºC por debajo de cero, ambas tripulaciones padecen congelamientos, hambre, escorbuto y, lo peor de todo, la depredación constante de una gigantesca bestia blanca que nadie sabe a ciencia cierta si es un gran oso polar o una criatura homínida desconocida para la ciencia. Tras estos dos años resistiendo en los barcos inmovilizados, los capitanes apuestan el todo por el todo intentando alcanzar el continente a pie para navegar en botes por un río hasta la civilización. El viaje será épico y dramático y sacará a la luz lo mejor y lo peor de los marineros y sus oficiales: la justicia, el afán de superación, el valor, la traición, el amor, la evolución en la actitud hacia los indígenas y un instinto de supervivencia que sobrepasa todos los límites humanos y morales, alcanzando incluso el canibalismo.

Para mí, lo mejor de la novela no es tanto la historia, con ser emocionantísima, sino los detalles y las descripciones de los paisajes y el frío polar, los conocimientos técnicos que demuestra Dan Simmons en materia de barcos, navegación e historia –he tenido que recurrir mucho al diccionario y he aprendido bastantes cosas curiosas- y especialmente los magníficos personajes. La historia está narrada de modo muy original, desde el punto de vista de los diferentes protagonistas, destacando los miedos, las contradicciones y las heroicidades de cada uno; los mejores para mí son el complejísimo Capitán Crozier y el aparentemente débil, pero siempre humano y valeroso cirujano Goodsir.

Por favor, no os la perdáis. Impresionante desde todos los puntos de vista. Uno acaba teniendo una auténtica sensación de angustia con las escalofriantes descripciones de los efectos de las temperaturas (los hombres no pueden tocar nada de metal ni siquiera con guantes gruesos) y con el pánico de los marineros al ataque de la bestia peluda con olor a carne podrida. Además es imposible no quedar maravillado con la joven esquimal Lady Silenciosa y sus misteriosos secretos que se revelan poco a poco teniéndonos en vilo toda la lectura.

lunes, 9 de marzo de 2009

YA NO SE HACEN PELÍCULAS ASÍ (1): "MURIERON CON LAS BOTAS PUESTAS"


Puede que se trate de una mitificación de la historia. Puede que el héroe del relato no fuera tal. Incluso puede que, en la realidad, se comportara como un loco, un villano o un genocida desde el punto de vista de los revisionistas bien pensantes nacidos ciento cincuenta años después. Pero me daría lo mismo que el personaje en cuestión hubiera existido alguna vez. Sólo me importa la historia y los ideales que encarna.

Descubrí Murieron con las botas puestas gracias al programa que Garci dirigía en La 2 hace algunos años y, aun no siendo un cinéfilo, creí sufrir algo parecido a un flechazo. Es cierto que, quizás por romanticismo o por nostalgia de un tiempo no vivido pero que se me antoja mejor, siento una gran predilección por el cine en blanco y negro. Y también es cierto que los personajes que interpreta Errol Flynn siempre me han parecido fascinantes aunque algunos los consideren simples o cursis, por no entrar a hablar sobre la más que crapulosa vida de este actor.

La película idealiza la vida del Teniente Coronel del Séptimo de Caballería George Armstrong Custer desde su ingreso en West Point hasta su muerte heroica en la batalla de Little Big Horn junto a los seiscientos hombres de su Séptimo de Caballería frente a los seis mil sioux de Caballo Loco. En la cinta, se nos presenta a un Custer inocentemente pendenciero y loco pero revestido con todas las virtudes del héroe (honor, valor y arrojo, fidelidad y tesón), del jefe excepcional ejemplar y ejemplarizante, y del esposo. Un hombre cuyo corazón precisa quemarse en el servicio a grandes hazañas y que se consume y arruina en la molicie. Un hombre cuyo heroísmo logra que hasta los malvados, deslumbrados, se arrepientan y mueran dando lo mejor de sí mismos. El paradigma del oficial de Caballería.

Garry Owen, el himno del Séptimo de Caballería, sirve de marco inolvidable a muchas escenas y, junto al fino y desternillante sentido del humor, surge, especialmente bella y encantadora, una Olivia de Havilland contrapunto intimista de las escenas guerreras, en su papel de esposa fiel que hace suyos los grandes ideales de su esposo. Convirtiéndose ella en la auténtica heroína de una película maravillosa como ya no se hacen.

domingo, 8 de marzo de 2009

EL ORIGEN DE LAS IDEAS


A menudo le he dado vueltas al porqué de las ideas políticas de la gente. ¿Qué nos hace tener una determinada ideología o simpatía por unas determinadas soluciones o partidos políticos y no por otros?; ¿qué factores culturales, económicos u otros influyen para que una persona llegue a ser de derechas o de izquierdas? (y permitidme la utilización, para entendernos, de estas etiquetas facilonas). Todos nacemos sin ideas políticas y nos pasamos la infancia sin ellas; sin embargo, cuando apunta la adolescencia o incluso después casi siempre terminamos desarrollando fobias o filias ideológicas, que pueden ir desde un tímido e instintivo apoyo a una de las grandes alternativas políticas hasta un fanatismo e ideologización visceral, pasando por la afiliación a un partido, el odio a determinadas doctrinas, etc.

De mis reflexiones he concluido que hay unos cuantos factores que pueden influir mucho, aunque me descoloca que a menudo en idénticas circunstancias puedan desarrollarse ideas radicalmente opuestas. Resumiendo, yo creo que pueden repercutir en nuestras posiciones políticas cuestiones como:

- Situación social y económica de nuestra familia. (Aunque aquí ya digo que no siempre salen las cuentas lógicas, pues de familias muy burguesas o aristócratas a veces han salido revolucionarios, mientras que familias obreras y humildes han dado derechones casi feudales).

- Otras circunstancias familiares. Por ejemplo, admirar a ciertos antepasados nuestros con determinada filiación ideológica puede determinar la nuestra y al revés: una relación tormentosa con un padre con cierta mentalidad puede acabar llevando al hijo a posiciones opuestas. Igualmente acontecimientos pasados, como los fusilamientos de familiares nuestros en la Guerra Civil, pueden llegar a definir nuestros odios y afinidades.

- Amistades o relaciones con personas de una determinada ideología que nos inspiran gran admiración personal.

- Postura personal o de la familia de origen hacia la cuestión religiosa (la vinculación secular de los conservadores españoles con la Iglesia y de los liberales con el anticlericalismo determina que según se sea más creyente o escéptico, se termine aterrizando casi inconscientemente en una u otra acera política). Este factor lo considero mucho más clave de lo que parece.

- Lecturas o inquietud política personal o heredada. (Yo reconozco que mis lecturas de historia de las ideas y mi ávida curiosidad han sido la clave de mi actual mentalidad en cuestiones políticas y económicas)

- Mimetismo, ya que el maniqueísmo y la exaltación propios de las campañas electorales a veces nos inclinan a tomar postura por uno de los dos grandes partidos, incluso sin conocer a fondo sus propuestas)

- El interés personal. (Sin duda hay personas que sin ser entusiastas de una idea concreta se afilian a un partido por el interés personal que ello puede reportarles en ciertos ámbitos profesionales. En la misma categoría metería a aquéllos que votan sólo en función de si las medidas de un partido benefician o perjudican sus intereses: ejemplo, voto al partido que subvencionará más las pymes porque yo tengo una o al que subirá las pensiones porque yo soy jubilado)

- Análisis racional y comparativo entre las diferentes opciones para poder escoger la que nos parece más justa o menos mala (yo dudo que ésta tenga demasiado peso pues lo normal es que leamos las ideas ajenas con fuertes prejuicios y que nos terminemos decantando por lo que ya sabíamos de antemano que nos ibamos a decantar por la influencia del resto de factores que he citado)

Seguro que me dejo muchos factores en el tintero.

¿Y vosotros? Sinceramente, ¿por qué motivo pensáis que tenéis vuestras ideas y no otras?

martes, 3 de marzo de 2009

RELEYENDO "EL PADRINO" (1): SUTILEZA SICILIANA

Llevo mucho tiempo deseando escribir una entrada concienzuda sobre lo que significa para mí la novela de Mario Puzo El Padrino, pero como es un proyecto delicado y que me ilusiona mucho, nunca encuentro el tiempo ni la inspiración suficiente. Prometo hacerlo algún día, pero hasta entonces he decidido crear una nueva sección: “Releyendo El Padrino”, en la que, de vez en cuando, transcribiré un pasaje de esta obra maestra que, para mí, contiene altas dosis de filosofía, una profunda reflexión sobre el poder y sobre las virtudes y miserias humanas, un entrañable homenaje a los valores familiares y una visión más que inquietante de la historia y la política de los Estados Unidos en la primera mitad del siglo XX.

 Cada trocito de la novela irá casi siempre acompañado de una breve reflexión personal.

 Hoy toca un fragmento algo largo de la tercera parte de la novela (sin duda la mejor), que nos invita a reflexionar sobre cómo hay hombres que se resignan y bajan la cabeza ante los abusos y la injusticia, mientras que a otros su carácter, su valentía o su fiereza no les deja aceptar ser dominados.


 “En 1939, Don Corleone decidió llevar a su familia a vivir fuera de la ciudad. Como cualquier otro padre, quería que sus hijos asistieran a las mejores escuelas y se relacionaran con compañeros de clases altas. Además, por razones personales deseaba el anonimato que podía procurarle la vida en el extrarradio, donde su reputación no era conocida. Adquirió la propiedad de Long Beach, que tenía entonces cuatro casas de nueva planta y terreno suficiente para construir otras varias. Sonny estaba formalmente comprometido con Sandra y no tardarían en casarse, con lo que una de las casas sería para ellos. Otra, para el Don. La tercera sería para Genco Abbandando y su familia, mientras que la última permanecería, por el momento, desocupada.

Una semana después de que las tres casas fueran ocupadas, llegó un camión con tres hombres que dijeron ser inspectores municipales y que debían comprobar el estado del sistema de calefacción. Uno de los jóvenes guardaespaldas del Don los dejó pasar y los acompañó hasta el sótano donde se encontraba la caldera. El Don, su esposa y Sonny estaban en el jardín, descansando y disfrutando de la brisa marina.

Cuando el guardaespaldas lo llamó, Don Corleone hizo un gesto de disgusto. Los tres individuos, todos muy corpulentos, estaban alrededor de la caldera. La habían desmontado, y las piezas se hallaban esparcidas por el suelo. El jefe de los «inspectores», un sujeto muy autoritario, dijo al Don:

—Esta caldera está en muy mal estado. Si quiere que se la arreglemos y volvamos a montársela, le costará ciento cincuenta dólares. Sólo entonces podremos dar el visto bueno a su sistema de calefacción.

Sacó del bolsillo un papel rojo y añadió:

—Ponemos un sello en esta hoja y usted ya no tiene por qué preocuparse. El ayuntamiento no volverá a molestarlo.

El Don encontraba aquello muy divertido. Desde hacía unos días se sentía aburrido, ya que a causa de la mudanza no había podido ocuparse de sus negocios. En un inglés con más acento italiano de lo que era corriente en él, preguntó:


—Y si no pago ¿qué ocurrirá con mi calefacción?

—Se la dejaremos como está: desmontada —repuso el jefe, señalando las piezas desperdigadas.

—Aguarden, ahora les voy a pagar —dijo el Don, humildemente. Salió al jardín y dijo a Sonny—:

—Escucha, hay tres hombres trabajando en la caldera de la calefacción. No sé qué es lo que realmente quieren. Encárgate del asunto.

No era una simple broma. Tenía la intención de convertir a su hijo en su lugarteniente, y ésa era una de las pruebas por las que tendría que pasar antes de recibir el nombramiento.

La solución que dio Sonny al asunto no gustó a su padre. Fue demasiado directa, es decir, carente de la sutileza siciliana. En cuanto hubo oído la petición del «inspector jefe», sacó la pistola e hizo que los tres hombres pusieran las manos en alto. Luego ordenó a algunos de los guardaespaldas de su padre que les dieran de bastonazos, y a continuación los obligó a montar de nuevo la caldera y limpiar el sótano.

Finalmente los interrogó, y cuando se hubo enterado de que trabajaban en una lampistería de Suffolk County, les pidió el nombre de su patrón y antes de dejarlos marchar les espetó en tono amenazador:

—Y que no vuelva a veros por Long Beach, si no queréis pasarlo mal.

Aquello de extender su protección a la comunidad en que vivía sería un rasgo típico del joven Santino hasta que se hiciera mayor y más cruel. Sonny llamó al lampista para decirle que se abstuviera de mandar «inspectores» a la zona de Long Beach, y se preocupó de que, tan pronto como la familia Corleone hubo entablado «amistad» con la policía local, le fueran comunicados los numerosos delitos de todo tipo que se cometían en la zona. Al cabo de un año, Long Beach se había convertido en la ciudad más segura de Estados Unidos”.

domingo, 1 de marzo de 2009

MI VISIÓN DEL OPUS DEI (por Aprendiz)

No entiendo el trato despectivo que recibe la Obra por parte de los cristianos. Hay que tener claro que el Opus Dei, es una Obra de Dios, reconocida por la Iglesia como tal y por lo tanto pertenece a ella. Partiendo de esto saber que hay que tratarle con respeto y que atacarle es atacar a la Iglesia.

Hay tantas congregaciones dentro de la Iglesia y somos tan diferentes unos de otros, que unas se adecuarán mejor a nuestra forma de ser y otras peor. No se trata de criticar a las que se alejen de nuestras ideas, sino de buscar las que más se asemejen a nosotros, la Iglesia es grande y todos tenemos cabida.

Dicho esto pregunto, ¿por qué tanto criticar a la Obra? ¿Por sus ideas en sí o por la forma particular de actuar de sus miembros? Yo la defiendo porque comparto sus ideas, no trato de convencer a nadie para que la vea como yo, sino que la gente entienda que existen otras formas de pensar que pueden ser totalmente contrarias a las nuestras pero que merecen respeto, y que el Opus no trata de hacer mal a nadie, al contrario, trata de ayudar a la gente a acercarse a Dios. ¿Qué mal hay en ello?

Me gustaría referirme a todas las acusaciones que se le hacen constantemente, pero me falta tiempo, ganas, formación, espacio… Por lo que os dejo el enlace de
un blog en el que hay muchas preguntas con sus respuestas.

Pero resumo lo que observo del Opus Dei, sabiendo que no formo parte de él, ni acudo a medios de formación, pero que tengo y he tenido contacto a diario con sus miembros; familiares, amigas; que he estudiado 15 años en un colegio del Opus y he participado en muchas actividades organizadas por el club… (Con esto solo digo que no hablo de oídas):

No veo la maldad de los numerarios, que ofrecen su vida para servir a Dios y seguirlo, para dedicarse plenamente a Él y al apostolado, rezando a diario, estudiando constantemente para tener la adecuada formación…

Ni la crítica a los supernumerarios que solo intentan acercarse a Dios, conocerle, que dedican parte de su valioso tiempo para formarse y poder crear una familia con unos valores y unida a Dios.

Claro que tiene fallos, porque somos personas, pero no encuentro el problema de una organización que incita a sus miembros a santificarse a través de las pequeñas dificultades diarias. Pero pasa que la Obra recuerda a los cristianos que no vale decir, “yo soy cristiano a mí manera”, que no es suficiente con ir a misa los domingos y que se puede hacer más por Dios.

Y aquél cuya visión de la Obra esté influida por la actuación de alguno de sus miembros, que la cambie por la de su fundador, que al fin de cuentas él es el santo, los demás solo lo intentan.

Aprendiz