Parece mentira pero ya han pasado diez años. Hace justo diez años me encontraba en esas fechas que, a todo estudiante que se precie de serlo, le suponen, año tras año y curso tras curso, la prueba de fuego que, de una u otra manera, le modela, forja y, en muchas ocasiones, revienta.
Días inacabables de madrugones, de horas interminables delante del ordenador finalizando las puñeteras prácticas: ésas que no servían para subir la nota pero imprescindibles para aprobar. Decenas de horas programando métodos de resolución de ecuaciones diferenciales, implantando tipos abstractos de datos y liado con un cúmulo de galimatías que, diez años después, de muy poco me han servido. Al menos directamente.
Jornadas maratonianas en la sala de estudio, preparando a contrarreloj los temas que no había tenido tiempo de llevar al día. ¡¡¡Puñeteras prácticas!!! Buscando un aula libre que dispusiera de alguna pizarra kilométrica en la que intentar entender, con otros trastornados, la demostración del teorema de la convergencia de las redes neuronales. Lo que inventan algunos cuando se aburren. O en la biblioteca, consultando libros de los que apenas podía aprovechar uno o dos temas. Cuanto ha cambiado la forma de estudio en tan poco tiempo gracias a Internet.
Cinco o seis cafés al día que, tarde o temprano, terminaban por destrozarte el estómago y los nervios. Pero algo había que hacer para soportar cinco horas de examen de Estadística por la tarde y, a la mañana siguiente, cuatro horas de Teoría de autómatas y lenguajes formales. Y, encima, para acabar descubriendo que, si no hubiera estudiado tantísimo, los resultados obtenidos habrían sido idénticos. Y lo peor: acostarte y repetir en sueños el mismo examen una y otra vez. Y despertarte a las cinco de la mañana para consultar angustiosamente la respuesta a una pregunta con la que soñabas.
Y dos horas en la cafetería tras terminar un examen de sábado (¿pero hay derecho a poner exámenes el sábado?), intentando llenar, primero entre cuatro y, al final, entre ocho, una mesa con botellines vacíos de El Águila, a 80 pesetas la unidad. «¡Totalmente prohibido hablar del jodido examen!» «¡Qué cabrón! Seguro que él no es capaz de contestar ninguna pregunta.»
Y aún quedaba tanto tiempo para terminar la condenada carrera... Para que luego digan que estudiar es cómodo.
Días inacabables de madrugones, de horas interminables delante del ordenador finalizando las puñeteras prácticas: ésas que no servían para subir la nota pero imprescindibles para aprobar. Decenas de horas programando métodos de resolución de ecuaciones diferenciales, implantando tipos abstractos de datos y liado con un cúmulo de galimatías que, diez años después, de muy poco me han servido. Al menos directamente.
Jornadas maratonianas en la sala de estudio, preparando a contrarreloj los temas que no había tenido tiempo de llevar al día. ¡¡¡Puñeteras prácticas!!! Buscando un aula libre que dispusiera de alguna pizarra kilométrica en la que intentar entender, con otros trastornados, la demostración del teorema de la convergencia de las redes neuronales. Lo que inventan algunos cuando se aburren. O en la biblioteca, consultando libros de los que apenas podía aprovechar uno o dos temas. Cuanto ha cambiado la forma de estudio en tan poco tiempo gracias a Internet.
Cinco o seis cafés al día que, tarde o temprano, terminaban por destrozarte el estómago y los nervios. Pero algo había que hacer para soportar cinco horas de examen de Estadística por la tarde y, a la mañana siguiente, cuatro horas de Teoría de autómatas y lenguajes formales. Y, encima, para acabar descubriendo que, si no hubiera estudiado tantísimo, los resultados obtenidos habrían sido idénticos. Y lo peor: acostarte y repetir en sueños el mismo examen una y otra vez. Y despertarte a las cinco de la mañana para consultar angustiosamente la respuesta a una pregunta con la que soñabas.
Y dos horas en la cafetería tras terminar un examen de sábado (¿pero hay derecho a poner exámenes el sábado?), intentando llenar, primero entre cuatro y, al final, entre ocho, una mesa con botellines vacíos de El Águila, a 80 pesetas la unidad. «¡Totalmente prohibido hablar del jodido examen!» «¡Qué cabrón! Seguro que él no es capaz de contestar ninguna pregunta.»
Y aún quedaba tanto tiempo para terminar la condenada carrera... Para que luego digan que estudiar es cómodo.
Geniales sus recuerdos universitarios, Subdire. Siempre está bien de vez en cuando abandonarse a la nostalgia. Estaría fenomenal que los demás nos contarais como vivís o vivisteis los exámenes.
ResponderEliminarHay muchas cosas con las que me he sentido identificado, sobre todo la sensación de acostarme después de estudiar y empezar a asaltarme dudas sobre el temario y levantarme a consultar el folio correspondiente de los apuntes.
Yo he sido siempre muy nervioso, pero sorprendentemente en la época de exámenes conseguía casi siempre mantener la templanza.
Lo que sí recuerdo son las quedadas en la cafetería de al lado de la facu para hacer un foro de dudas en los temas más prácticos, las llamadas de teléfono a los compañeros para hacernos consultas, el tráfico y trapicheo con los apuntes...
Como mis períodos de exámenes parciales eran muy largos (de enero a abril) probablemente no tenía tanto estrés como tienen ahora, que están todas las pruebas concentradas. Yo acababa un examen y me ponía como loco a preparar el de la semana siguiente...
Ahora, como el Subdire, aunque en un ámbito que nada tiene que ver con el suyo, he tenido oportunidad de vivir exámenes justamente desde el otro lado y es una sensación curiosa, pero no debemos nunca olvidar el esfuerzo que hace la gente y lo nerviosa que se pone.
Aparte de todo esto, me ha venido a la memoria que precisamente en mis tiempos de Universidad conocí al Subdire. ¿Se acuerda usted de cómo nos presentó el inefable Manolo en aquella cafetería? Corría el año 1996 y desde entonces no hemos perdido el contacto, a pesar de haber vivido siempre en ciudades y pueblos distintos y alejados. Le confieso que usted me pareció un tipo duro, serio y riguroso, casi un asceta...jejejejeje... Entonces sí que éramos idealistas y no ahora, que nos hemos amariconado del todo.
Pues sí conviene recordar lo durísimo que es estudiar para el que se toma en serio sus estudios. Y, sobre todo, conviene recordarlo cuando se está del otro lado: como padre (no es el caso), examinando, ...
ResponderEliminarDesde mi punto de vista, estudiar seriamente es mucho peor que trabajar. Bueno, nunca he bajado a la mina ni he sido mozo de mudanzas :-)
Por lo visto usted no lo recuerda, pero el ínclito Manolo nos había presentado brevemente con anterioridad un día a la puerta de la Facultad de Derecho (entonces de Filosofía y Letras) que da a la plaza de Santa Cruz.
¿Recuerda usted cuando nos encontrábamos en la sala de estudio -usted con las oposiciones y yo estudiando hasta las ocho de la tarde, cuando comenzaba la clase de Historia Contemporánea que había elegido de libre configuración- y nos íbamos a "destrozar" el edificio en los descansos del estudio?
¡¡¡Qué tiempos!!! Y ahora hechos unos burgueses consumados.
Buen post Subdirector.Totalmente de acuedo: estudiar es mucho más duro de lo que algunos recuerdan.
ResponderEliminarSiempre he defendido esa postura frente a los ultranostálgicos de la facultad.
Bien lejos de lo q pueda opinar la gente,la peor estapa es la de estudiante,acabé derecho con los nervios destrozaospero lo peor estaba por llegar,prepararte para notaría,el suplicio duró 3 años,en ese periodo de tiempo,me enfenté aun duo divorcio,perdí amigos,casi mi mi vida,horas y horas de interminable estudio,hincando los codos y con los nervios siempre de punta,lo peor cuando te examinas,y ya la suerte está echada,entonces tecomes el coco con el maldito dictamen,se sufre,se sufre mucho,es durisimo,hace 10 añosque lo conseguí,aunque mirar atrás sigue dandome mareo.
ResponderEliminarYo no me he caracterizado nunca por ser buen estudiante, más bien era malo, pero aun así, la etapa de la facultad me resultó muy dura, no quiero ni imaginar lo que me hubiera parecido si además hubiera estudiado lo que debía.
ResponderEliminarSi tengo muy buenos recuerdos de lo que no eran los estudios, es una etapa muy social, en la que conoces gente diferente a tus "amigos de toda la vida", las novietas, las fiestas, las actividades "extraescolares" (cualquier escusa era buena para no estudiar).
Aun así, si nos ponemos a comparar con la vida laboral, no se que es mejor, cada una tiene sus cosas, sus ventajas e inconvenientes. En la universidad tu única responsabilidad es estudiar y aprobar exámentes, el tiempo que tengas haces con el lo que quieres, te organizas como quieres, tienes mucha más libertad, eso sí, ni un duro en el bolsillo.
Una vez que te incorporas al mercado laboral, las responsabilidades, las obligaciones y los problemas aumentan exponencialmente, pero tienes pasta, te puedes independizar, y adquieres las bases de la evolución hacia otro tipo de etapas de la vida.
En fin, supongo que a cada edad le corresponde lo suyo.
No me considero especialmente inteligente, pero tenía mucha facilidad para estudiar y buena memoria. Supongo que por eso sacaba buenas calificaciones. Mis recuerdos de la facultad son bastante buenos. La pesadilla comenzo cuando volví a España y tuve que pasar un asco de trámites que duraron años, para que me convalidaran los estudios. Supongo que a cada uno le toca a su manera.
ResponderEliminargostaste mui de tu blog. Mui iteresante.
ResponderEliminarAbraço
Yo no recuerdo los tiempos en que iba a la Facultad con especial cariño, pero tampoco con especial desdén. Lo que sí creo firmemente es que es más estresante trabajar que estudiar.
ResponderEliminarEn nuestros tiempos de Instituto o de Universidad, al menos en mi caso, siempre estaba rodeado de mi "guardia pretorina". Estos pretorianos eran amigos míos, que nos sentábamos juntos en clase, compartíamos apuntes, horas de estudio y salvo un par de meses antes de los parciales o de los finales más de una y más de dos borracheras...
Era reconfortante saber que si cogías el teléfono había alguien con los mismos nervios que tú, con las mismas dudas que tú... y con las mismas ojeras que tú.
El trabajo es otra cosa. No puedes por ejemplo levantarte un día y decir... pues hoy me piro la primera hora. Aquí no hay septiembre ni posibilidad de recuperar y más te vale, por tu bien, no "suspender" nada.
No lo sé, sería una buena pregunta. A lo mejor es verdad que cualquier tiempo pasado fue mejor.
Es muy curioso el tema que planteáis de si es más duro trabajar o estudiar. A mí me parece que cada cosa tiene sus ventajas y sus inconvenientes y también creo, aunque esté feo decirlo, que no es lo mismo estudiar una cosa que otra.
ResponderEliminarPor ejemplo, yo en mi época universitaria vivía muy bien, sin grandes esfuerzos. Solía estudiar a última hora y el resto del curso era muy ligero. Pero mi carrera era de las fáciles. En cambio, creo que un alumno de Ingeniería puede llegar a pasarlas muy putas estudiando, porque a veces no le basta con echar horas o ser constante.
Cuando yo tuve que sacrificarme en serio y estudiar de verdad fue al terminar la carrera, mientras que quienes sufrieron antes (carreras tecnológicas)encontraban trabajo rápidamente. Lo que quiero decir es que para conseguir trabajo hay que sufrir antes o después.
Luego pasa que cuando estás estudiando tienes la juventud, las ganas de juerga al máximo, un montón de horas libres casi todo el año, largos meses de vacaciones para ir donde quieras, amigos disponibles y en tu misma situación y casi todas las tías que valen la pena con el letrero verde de libre; lo que no tienes es pasta gansa para ir de juerga cuando quieres, ni viajar donde te da la gana, ni impresionar a una chavala invitándola a una cena de 100 €.
En cambio, cuando consigues un curro decente y tienes pasta para gastar (¡al fin!), resulta que ya no tienes ni un mes para viajar a gusto, acabas reventado de la semana como para ponerte a trasnochar por norma, los colegas ya no están disponibles para todo (niños, mujer, trabajos, copromisos)y por añadidura seguro que ya te ha cazado alguna lista, jajajaja...
Vamos, una jodienda, que siempre se tiene lo que no se puede disfrutar, que Dios da pan a quien no tiene dientes...
Puff hace 10 años acababa de hacer la 1ª comunión practicamente...jajaja
ResponderEliminarVuestro pasado es ahora mi presente.
Por un lado me gusta que digáis que la época de estudio es la mejor, para aprender a apreciarla, y por otro lado que digáis que es la de trabajo, para pensar que lo que viene después es mejor.
La verdad no me puedo quejar, vivo como ya os gustaría a muchos de vosotros (que ya lo habréis vivido), los horarios me los pongo yo, no me mato estudiando y voy practicamente a curso por año. Eso si, los veranos no han vuelto a ser lo mismo que en la etapa de colegio, eso de ir todas las mañanas a la academía, con el calor que hace...
Pero bueno, es lo que toca. Y eso de que todo tiempo pasado fue mejor...gracias a Dios que con el tiempo los malos momentos se olvidan y encima disfrutas recordándolos.
Besos
Hace diez años, que gracioso. Hace diez años, en este mes de enero me encontraba embarazada de mi primera hija, estaba de ocho meses de gestación, fui de esas que en el viaje de novios, vino a la vuelta con premio, normal mi padre no me dejó nunca ir de camping, ni dormir en casa de nadie, así que en el viaje de novios me puse las botas, y ya se sabe, reina por una noche, en este caso por muchas, estuvimos 21 días de viaje, y madre para toda la vida, pero las circunstancias, quisieron que esa niña no naciera, una negligencia médica, provocó que el 29 de febrero de 1999, mi hija no llegara nunca a ver la luz, y ese día se fue un trozo grande de mi corazón. Justo el año anterior, en 1.998, si estaba en esa tesitura, mi facultad de Relaciones Laborales, mis preparativos de boda, y en cuestión de un año, recibí uno de los palos más gordos que jamás me hubiera esperado recibir.
ResponderEliminarSoy una persona muy alegre y optimista, y sobre todo y cómo decimos por aquí con muchos cojones, pero he de reconocer, que siempre, cuando llega esta fecha, y hasta que no llega marzo, aparece la crisálida de la tristeza y del llanto. Así que por supuesto, que mejor forma de recordar esos tiempos universitarios,esas marchas en las que me recorría todas las ferias de la provincia y llegaba a casa a las cinco o seis de la mañana, de puntillas y con la llave perfectamente sincronizada, y pidiéndole a Dios que mi padre se hubiera quitado el audífono para dormir y no se enterara.
Un besote amigos, y perdonad si mi comentario ha sido un poco triste.
Pues vuestro pasado tambien es mi presente porque yo sigo estudiando, aunque ya estoy a punto de acabar las pocas asignaturas que me quedan y este año tengo muy pocos examenes, así que mucho menos agobio que otros años.
ResponderEliminarTrabajar es mucho más duro que estudiar se mire por donde se mire porque una vez que empiezas a trabajar normalmente asumes unas responsabilidades como la hipoteca o tu familia que ya no te dejan jamas volver a dormir tan tranquilo como cuando estudiabas, que al fin y al cabo si suspendes en junio te queda septiembre y si vuelves a suspender ya aprobaras. Estoy de acuerdo con Bolger, cuando se trabaja, mejor no "suspender" nada porque tu vida entera depende de que no pierdas el trabajo.
Y es verdad que tambien es una cuestion de edades, no solo de estar estudiando o trabajando. Cuando ves a gente que tiene su trabajo fijo pero estudia por aficion y encima les va muy bien, relativizas la importancia de los estudios. Hay gente que solo se dedica a estudiar, pero si lo piensas friamente durante los años de carrera se podria trabajar y hacer otras muchas cosas sin ningun problema, lo que pasa es que parece que los años universitarios estan pensados para que los jovenes nos peguemos la vidorra padre y de paso no figuremos a ser posible en las listas de parados.
Pufff. Pues yo en la carrera tuve algún compañero que trabjaba y lo pasaba muy mal. Es difícil si tienes clases por la mañana y por la tarde (salía a las 6.45 de mi casa y llegaba a las 23.00 muchos días). Y no sé en otras carreras, pero yo normalmente, cuando no tenía clase estaba estudiando en la biblioteca o delante de algún ordenador y en exámenes perdía cinco o seis kilos y estudiaba más de ocho horas diarias más el viaje a Valladolid.
ResponderEliminarY lo de siempre me quedará septiembre nunca fue un recurso que utilizara. Sólo si no me quedaba más remedio.
Yo hice Derecho en Sevilla,y después el doctorado en Mercantil.
ResponderEliminarFui buena estudiante,y mis recuerdos son gratos,por que,francamente,yo a lo que me dedicaba era a estudiar,y como mucho, a participar en alguna de las actividades del departamento de Mercantil,ya en tercero.
Lo que si es curioso,es que no guardo relación alguna con mis antiguos compañeros.
A la mayoría,jamás he vuelto a verlos, y ni siquiera cruzarmelos.
En la facultad,si que conocí a mucha gente,y con la mayoría tengo aún relación,uno de los recuerdos mas inolvidables,y que aún guardo en la memoria era el viaje de fin de carrera,aunque para algunos era un quebradero de cabeza,a la hora de poder pagar los altos precios que tenían este tipo de viajes,lo solucionamos enseguida,hicimos un calendario erótico,y arrasamos con las ventas,sinceramente aunque era muy jodido estudiar tantas horas,fue la mejor y mas divertida etapa de mi vida.
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